Los múltiples focos de conflictos que enfrenta Cristina Kirchner para reorganizar al peronismo a nivel nacional
Cristina Kirchner tiene una misión que ella misma se propuso realizar. Quiere, desde su nuevo lugar al frente de Partido Justicialista (PJ), ordenar el peronismo a nivel nacional, estructurar un nuevo proyecto político y electoral, y discutir una serie de cambios en la agenda de la coalición opositora. Reforma laboral, rol de los sindicatos, representación de los que están zambullidos en la economía informal.
Para avanzar en su cometido necesita que exista un orden piramidal, de abajo hacia arriba, en la construcción del nuevo proyecto político. Especialmente en el interior del país. Hacerlo a la inversa tiene una clara limitación a la vista: su liderazgo ya no es tan potente como antes. Y la única forma de que esa percepción se modifique es que compita y gane en las próximas elecciones. Y aun así, podría no moverse del lugar que le asignan en gran parte del peronismo.
Como jefa del PJ, la ex presidenta tiene por delante la obligación de intentar influir en el ordenamiento del partido en distintas provincias. Entre los conflictos latentes, el más peligroso y dañino es el de la provincia de Buenos Aires, que cada semana suma un capítulo nuevo en el enfrentamiento entre Axel Kicillof, su armado político y La Cámpora.
El último episodio fue la ruptura del bloque de concejales de Quilmes por parte del intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi. El legislador Ariel Burtoli dejó el esquema legislativo que responde a Mayra Mendoza y en el municipio estallaron. Entienden que es una nueva jugada del ex ministro nacional que Kicillof convalida. Por eso los dardos van apuntados a Avellaneda pero también a La Plata.
“Ferraresi rompe el bloque en el nombre de Axel y él no hace nada. Es el Gobernador. A esta altura, pensar que Ferraresi actúa solo, sin que Kicillof sepa, es un absurdo”, sostienen cerca de Mendoza, que es la dirigente del camporismo más crítica y dura respecto al accionar del mandatario bonaerense. Y es, además, la que más lo explicita.
Mayra Mendoza acusa a Kicillof de encubrir a Ferraresi al que, al mismo tiempo, señalan por pisar el territorio quilmeño y cuestionar la gestión de la camporista. “Jorge se pasó dos pueblos. Está pasado de rosca”, sostienen en Quilmes. Hasta ahora Ferraresi ni se inmutó por las críticas. Sigue su camino como intendente y como armador del nuevo esquema kicillofista. No lo conmueven las críticas furiosas ni que lo traten de no tener códigos dentro del mismo espacio político.
La interna bonaerense no es la única interna vigente en el peronismo, pero es la más importante. Porque si Cristina Kirchner tiene en su cabeza ser candidata a diputada el año que viene, es primordial que haya un ordenamiento de la estructura política y que se salden las diferencias que se agigantaron en los últimos once meses. Un peronismo bonaerense en guerra es una derrota asegurada. O, visto desde otra perspectiva, un triunfo anticipado de Javier Milei.
Quizás uno de los problemas resida en que parte de la interna está apoyada sobre el rol de la ex jefa de Estado. En La Cámpora se convirtió en una bandera la proclama de que Kicillof quiere jubilar a CFK. Parece difícil volver de esa acusación en tan corto plazo. Y, al mismo tiempo, es imprescindible para el peronismo evitar una fragmentación mayor de cara al año que viene, justo en la misma ventana de tiempo en la que el Gobierno podría cerrar la fusión de La Libertad Avanza y el PRO, lo cual generaría un bloque oficialista más poderoso que el actual.
En el cristinismo y el camporismo consideran que Kicillof es parte de un proyecto político y que eso implica que su autonomía respecto a la figura de CFK, es limitada. “No es casualidad que vivía en Agronomía y pasó a ser gobernador. Alguien lo eligió”, expresó un dirigente camporista de estrecha relación con Máximo Kirchner.
La idea que marcan parece no tener una salida posible para Kicillof. Es el gobernador de la provincia más poblada del país y uno de los pocos que reeligió en su cargo, pero tiene la limitación de haber sido designado con el dedo de CFK, motivo que le impide tomar decisiones unilaterales y discutir poder hacia adentro del peronismo. Eso piensan en gran parte de La Cámpora.
No es un pensamiento uniforme. Porque hay quienes creen que es lógico que Kicillof intente fortalecer su liderazgo, pero le piden que lo plantee de frente, sin tantos rodeos. Para la ex presidenta es primordial bajar la confrontación en Buenos Aires. Es el distrito electoral más importante del país y por el que ella, eventualmente, competiría.
El territorio bonaerense no es el único en donde hay divisiones. Uno de los puntos de conflicto en crecimiento está en Jujuy, donde está abierta una disputa por la conducción del PJ local. De un lado, la diputada camporista Leila Chaher y del otro, la senadora del peronismo federal Carolina Moisés.
El PJ está intervenido. El intendente de Merlo, Gustavo “Tano” Menéndez, y el ex ministro de Seguridad Aníbal Fernández son los responsables de llevar adelante un proceso de normalización. El camporismo promociona una lista de unidad con Chaher a la cabeza, mientras Moises, que tiene en sus planes ser candidata a gobernadora en el 2027, está dispuesta a competir si hace falta, pero no quiere se le escape la conducción de las manos.
Esta disputa tiene origen en las PASO del 2023, cuando Moisés enfrentó la orden del Instituto Patria, compiti en la interna y le ganó a Chaher la banca a senadora nacional. Después logra ganarle a la lista del ex gobernador radical Gerardo Morales y se fortalece como una líder opositora en la provincia. Moisés quiere resistir lo que entiende que es una “camporización del peronismo”.
El conflicto latente tiene una discusión de fondo que es más abarcativa, que es la disputa por la conducción de la coalición entre el peronismo federal y el kirchnerismo duro. En el medio de esa discusión también está CFK, porque muchos de los peronistas del interior no sienten que ella sea su conductora y, sobre todo, que sea la que pueda generar una renovación del esquema político.
En Santa Fe también hay una fragmentación marcada pero mucho menos conflictiva. Agustín Rossi aparece en el mapa como uno de los ordenadores del espacio a nivel provincial. El “Chivo” quiere ser nuevamente candidato a diputado nacional, Marcelo Lewandowski camina con autonomía de los K, Florencia Carigano conduce a los camporistas de la provincia, Omar Perotti conserva algo de poder en un puño y Diego Giuliano se endurece ante Pullaro como el líder del Frente Renovador. Si bien no hay una guerra declarada como ocurre en Buenos Aires, las divisiones existen y la falta de orden, también.
Otro de los focos de conflicto que enfrenta CFK está en el norte grande, donde hay tres gobernadores del PJ y uno de una fuerza provincial, donde hay una importante ascendencia peronista, como ocurre en Salta, que no le responden. Ricardo Quintela (La Rioja), Raúl Jalil (Catamarca) y Osvaldo Jaldo (Tucumán), son tres gobernadores que no acatan las órdenes de la ex presidenta. El único con el que hay empatía y diálogo es con el formoseño Gildo Insfrán.
Más que claro ha quedado esa distancia a lo largo de estos meses, en los que el riojano le disputó, hasta último momento, la presidencia del PJ Nacional, y en los que el catamarqueño y el tucumano jugaron en tándem con el Gobierno para blindar el veto a la ley de financiamiento universitario, lo que le valió un fuerte repudió por parte de CFK.
En base a esas jugadas es que en el kirchnerismo creen que debe haber un filtro de pureza para el armado de listas del año que viene. “No pueden estar con nosotros los que después nos traicionan y votan en contra de los jubiladores y la universidad pública”, sostuvo un importante funcionario de La Cámpora.
Los tres gobernadores tiene una importante influencia en el peronismo del norte grande, que se ha ido alejando del kirchnerismo a lo largo del tiempo. La excepción es Santiago del Estero, donde la ex jefa de Estado sigue teniendo un importante acompañamiento y en donde gobierna Gerardo Zamora, radical de origen, peronista por adopción y equilibrista por olfato.
Cristina Kirchner afronta un desafío múltiple. Recuperar parte del poder perdido y poder canalizarlo en el ordenamiento del peronismo a nivel federal. Influir más allá de los límites bonaerenses y ganar adhesiones que no sean las de las caras de siempre. Solo eso le dará el poder necesario para ser la punta de lanza de la reorganización del peronismo.
* Para www.infobae.com