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Alberto Fernández trabaja en su primer objetivo de la transición: asegurar el frente interno

Lo expuso otra vez en público. Ayer, fue el turno de la CGT: un acto de apoyo con sello del peronismo tradicional y un mensaje de elogio para Cristina. La gobernabilidad empezaría por casa: afirmar posiciones y evitar fisuras insalvables

POLÍTICA 09/11/2019 Eduardo AULICINO
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Alberto Fernández se encamina lentamente hacia la Casa Rosada, aún con cierta inercia de campaña, y en ese tránsito su mirada parece puesta especialmente en el frente interno. Cada acto admite esa lectura doméstica. Significativo: no estaría aprovechando el impulso del triunfo electoral para alimentar la pretensión inaugural de todo ciclo, es decir, para convocar más allá del voto propio y del aplauso asegurado. Su discurso y sus gestos no tienen esa amplitud. Lo venía exponiendo con dureza después de las PASO –para algunos, explicación parcial de cierta caída porcentual en octubre- y lo ratificó en sus principales puestas poselectorales. Ayer fue el turno de la CGT.


Ese recorrido del presidente electo muestra el objetivo de un equilibrio nada sencillo. Por un lado, afirmar su sustento orgánico, con mucha base PJ y expresado en gobernadores, intendentes, jefes sindicales. Y por el otro, darle al kirchnerismo duro claras señales de reconocimiento del peso que ha ratificado Cristina Fernández de Kirchner. Hay un elemento que para quienes conocen bien a Alberto Fernández es expresivo: no habla obligadamente de la ex presidente ante alguna pregunta del periodismo, incluidas las que lo fastidian, sino que lo hace como punto saliente de su discurso. También lo expresan desde su círculo.

El contexto es complejo. Afirmarse en el PJ y articular la relación con la ex presidente serían algo así como dos caras de una misma pieza central para la gobernabilidad. Alberto Fernández está diseñando algunas de sus medidas iniciales y definiendo su equipo –dicen que en buena medida ya tiene dibujado el organigrama- para afrontar una gestión que de entrada se perfila difícil y demandante en materia económica y social. Visto así, la puesta en marcha no debería ofrecer fisuras políticas que agreguen incertidumbre.


El círculo más próximo a la ex presidente ha mostrado bastante disciplina para cuidar movimientos públicos desgastantes. Son etapas de enorme sensibilidad social y también de recelos en el plano doméstico. Hoy lucen como figuras de “consenso” algunos referentes antes considerados duros en la otra vereda de la interna: el propio Máximo Kirchner cultiva ese perfil. Con todo, nadie regala nada. El capital de CFK es expuesto como llave y reaseguro en lo inmediato y como sostén de proyecto futuro, que por supuesto no excluye al PJ pero lo considera integrante y no eje principal.

La foto de la celebración del triunfo electoral mostró en parte ese proyecto, con la provincia de Buenos Aires como base propia y piedra fundamental del triunfo en las urnas. La siguiente postal, con Alberto Fernández rodeado de jefes provinciales y dirigentes cegetistas en Tucumán, fue la contracara que alertó sobre las tensiones en el nuevo poder. A la vez, y en esa lógica, resultó un gesto necesario pero con limitaciones. La tarea que deberá enfrentar en menos de un mes requeriría moderar y no exponer fisuras. ¿Por qué? Un contrapunto de esa naturaleza extendido en el tiempo podría ser visto como un riesgo y hasta un síntoma de debilidad y no de firmeza.

Lo que viene no trata únicamente de economía y de contención a las expectativas sociales. También aparece en el paño la cuestión judicial. Alberto Fernández fue cerrando su defensa de la ex presidente: lo planteó de manera acabada en México, al punto que –con el agregado de la mirada local bastante aldeana- casi desplazó el sentido de su viaje como primer gesto de reacomodamiento en el plano de la política regional y latinoamericana. También, insinuando pragmatismo en la relación con Estados Unidos. Allí, en el DF, dejó de lado cuestionamientos atendibles a algunos de los procesos que enfrenta CFK y negó asidero a todas las causas.

Con todo, el presidente electo prefiere no abundar sobre la situación de ex funcionarios procesados y detenidos –algunos con sentencia-, más allá de críticas a la implementación de las prisiones preventivas. Pero no es menor que haya afirmado su defensa en CFK cuando se suceden mensajes de Julio De Vido, Lázaro Báez, Roberto Baratta, Amado Boudou. Mensajes públicos y algunos además, privados.

Fernández tuvo ayer su acto con la casi totalidad del sindicalismo peronista. En la CGT, hizo homenajes que reforzaron su mensaje peronista hasta con eco del pasado: reivindicó a Saúl Ubaldini y José Ignacio Rucci. Un dato este último significativo en épocas de reescrituras y hasta de impostación de historias personales. Pero lo más notorio fue la platea y el mensaje sobre lo que se viene jugando en estas horas.


La platea sindical fue realmente heterogénea. Héctor Daer y toda la variedad de sectores de tradición negociadora que lo sustentan (gordos, independientes, líberos). Hugo Moyano y otros “duros” que jugaron al interrogante sobre su asistencia precisamente para darle mayor repercusión a su presencia: la pulseada sobre la conducción sigue abierta. Carlos Acuña y barrionuevistas diversos sin concurrencia del gastronómico. Y otras facciones que aspiran a ser parte de la partida donde se jugarán las cartas de la CGT, el año que viene. En agosto, o antes según empujan el moyanismo y sus aliados.

Alberto Fernández busca un compromiso de arranque con el grueso del sindicalismo para un pacto social cuyo alcance aún está elaborando su equipo. Por ahora, sólo se habla de un acuerdo sobre precios, salarios y, tal vez, algo de impuestos. Se verá, aunque es creciente la inquietud por el juego de empresarios de varios y sensibles rubros: un “colchón” de precios con impacto inflacionario a la vista y con estribaciones de mediano plazo nada menores.

El presidente electo prometió que el “movimiento obrero organizado” será parte de su gobierno. Aludió al papel político y de contención social de las organizaciones sindicales. Algunos de sus jefes piensan además en términos prácticos: asimilaron el aviso sobre la titularidad del ministerio de Trabajo –sigue sonando Claudio Moroni, pero sobre todo queda claro que será un hombre de Fernández con quien negociar y no un delegado sindical-, pero buscarían influencias en áreas como transporte, salud, obras públicas, empresas con peso estatal.

Toda la puesta de ayer en el edificio de Azopardo constituyó una imagen “albertista”. Además del sindicalismo peronista, algunos gobernadores y media docena de intendentes del GBA , junto a los encargados de ir armando la transición y Sergio Massa. El discurso incluyó un párrafo específico de elogio a CFK, directo: “Ella es la esencia del triunfo”. Se ha dicho: postales del frente interno.

Fuente: Infobae

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