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LA GRIETA Y EL DÉFICIT FISCAL

Aunque se lo quiera disimular, aunque se postule lo contrario, la verdad es que la grieta está en un momento culminante

EDITORIAL 13/12/2019 Isaías ABRUTZKY / Especial para R24N
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Isaias Abrutzky Isaías ABRUTZKY / Especial para R24N 

El tema no pasa por los buenos modales que muestran los referentes de ambos lados del abismo (para Cristina dejamos párrafos aparte). Eso es pura conveniencia: ni a Macri ni a Alberto Fernández les convino el gesto airado y la descortesía. Eso está claro: la actitud fraternal que ambos presidentes y sus equipos mostraron en Luján lo muestran sin rodeos. Pero las tripas de cada uno de ellos y de los representantes y partidarios de uno y otro sector seguramente están muy revueltas. Lo que ocurre del lado de la vicepresidenta lo refleja mejor. 

Todos los dias hay manifestaciones cada vez más ácidas de que están chocando dos concepciones ideológicas muy diferentes, podría decirse absolutamente irreconciliables. Y detrás de cada una de ellas se puede encontrar un odio visceral. Un odio que no es patrimonio de los argentinos, porque también se percibe en geografías de fuera de nuestras fronteras, cercanas y lejanas. Y que no es nuevo; se remonta casi a los albores de la humanidad. 

Un industrial, expresidente de una entidad empresaria de San Francisco, Córdoba, ciudad importante en el terreno productivo, se lamentó por no haber estado en las ceremonias de transmisión del mando para "pegarle un tiro en la cabeza" a Cristina Kirchner, a quien tildó de sin vergüenza y, de paso insultó a su hija Florencia. Luego expresó arrepentimiento por su acto, pero lo escrito, escrito está.  

Muchas personas del llano, y no pocos periodistas, expresaron su desagrado por el rostro gélido de Cristina y su mirada al costado, al recibir el saludo de Mauricio Macri. Pero tal vez un mayor número recordó las persecuciones y los agravios a los que fue sometida, en casos por expresa y porfiada decisión del presidente saliente, que pugnaba por encarcelarla a toda costa. 

El miércoles pasado, justamente, se conoció una sentencia por la cual se archivaba una causa contra Ofelia Wilhelm de Fernandez, la madre de Cristina, por inexistencia de delito.  Perfil recoge la reacción de la mandataria en el acto de asunción de la nueva intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza: 

"Mi madre se amargó mucho y sufrió mucho, porque no estaba acostumbrada a estas cosas de la política. Hoy sacaron una sentencia diciendo que se archiva la denuncia por inexistencia de delito... Se murió sin saber que la habían acusado de algo que ni siquiera era delito". Esta vez la infamia fue una creación de la diputada Carrió, pero ya se sabe cómo funcionaba ese tandem.

¿No es demasiado perdirle cortesía a quien no solamente fue perseguida con saña feroz sino que la cacería abarcó hasta los seres más queridos -y con toda evidencia inocentes- por la hoy vicepresidenta? 

El destituido presidente boliviano Evo Morales llegó a la Argentina y pidió refugio en el país, lo que fue concedido. Lo merece largamente porque fue un mandatario ejemplar. Y entonces, al respecto, aparece un mensaje de la señora Laura Alonso en el que manifiesta: "Si alguna vez refugiaron nazis, ¿por qué no habrían de abrazarse con dictadores y asesinos del siglo XXI? ¿Hace falta mencionar una vez más a la grieta?

-Me estoy muriendo de hambre!
-Aguante, pero no me venga a generar déficit fiscal!

En lo que hace a la administración del gobierno, la grieta se manifiesta en el terreno fiscal. En uno de los extremos   se encuentran aquellos que achacan al déficit fiscal todos los males de la economía. Para ellos, el gasto público mayor a la recaudación es el culpable de la inflación y todas las consecuencias que de ella se derivan, incluida la insuficiencia crónica de divisas. 

Lo dicho no implica promover el déficit, pero ¿Qué se esconde detrás de esos “papers” y otras manifestaciones académicas? Simplemente la lucha por la desigualdad. Según esa concepción, el Estado debe cobrar poco (nada, sería mejor) en impuestos. Y no debiera gastar en impulsar la educación y la salud públicas, ni en garantizar a todos los ciudadanos condiciones de vida digna y desarrollo personal. Tampoco debieran existir organizaciones gremiales que defiendan los derechos y los ingresos de los trabajadores. Macri dijo: “Tenemos que bajar los costos, y los salarios son un costo más. Para volver a ser competitivos tenemos que encontrar un encuadramiento ético en el cual cada uno esté dispuesto a cobrar lo mínimo que le corresponde por lo que hace”. Todo para unos, y casi nada -solamente la supervivencia, y ni siquiera- para otros. Es lo que se logró en Chile, y que hoy está volando por los aires, porque la desigualdad llegó a un extremo.  

La experiencia de los cuatro años de Macri demostró palmariamente la falsedad de esa tesis sobre el déficit, que promueve ostensiblemente el Fondo Monetario Internacional: el ajuste fiscal corrió parejo con el descontrol de la inflación, una recesión inédita por lo profunda y prolongada, el cierre de miles de empresas y la consiguiente desocupación. 

Nada nuevo: Nicolás Avellaneda, el primero de mayo de 1876, en su discurso al Congreso, dijo que estaba dispuesto a pagar la deuda sobre el hambre y la sed de los argentinos. Una expresión terrible porque condenaba a la miseria a una parte mayoritaria del pueblo, pero además impropia de quien fuera profesor de economía en la Universidad de Buenos Aires. 

Hoy muchos economistas siguen creyendo en las palabras de aquél presidente y colega. Los académicos, en parte en función de sus propios intereses corporativos, suelen decir que la economía de un país es muy distinta de la de una familia. Sin embargo, cuando les conviene, asimilan la una a la otra. Si una familia debe, y no tiene dinero suficiente, pasará privaciones, sí, pero no hay razón alguna para que en la Argentina alguien pase hambre porque haya una deuda externa pendiente. Lo expresa en sus dichos y las acciones que está comenzando a tomar el presidente Fernández.  

Es cierto que las divisas de las exportaciones provienen en buena parte de las ventas del agro, y si se exporta trigo sin reservar el grano necesario para hacer la harina y el pan que consume la población, lo poco que quede localmente de esos alimentos será demasiado caro. También ocurre algo similar con la carne, y otros alimentos. Pero no atender a este problema nos retrotrae a Avellaneda.

El gobierno macrista puso en marcha a su inicio un plan que asumía que liberando el flujo de capitales iba a llegar desde el extranjero una lluvia de inversiones. La abundancia de dólares proveniente de ellas iría a mantener bajo control el tipo de cambio y eso contribuiría a bajar la tasa de inflación. 

Los hechos mostraron, dramáticamente para la ciudadanía, que ese esquema resultó falso de toda falsedad, y sus consecuencias desastrosas para la economía y el empleo. 

En octubre, con la perspectiva de un inminente colapso, la autoridad económica decidió controlar el movimiento de divisas, imponiendo una restricción severa a la compra de dólares, que quedó limitada a apenas 100 ó 200 por persona, según la transacción fuera en efectivo o bancaria. Esta medida, todavía vigente, clavó el tipo de cambio en alrededor de 62 pesos por dólar. Y cuando el Banco Central, previamente, debía salir a quemar al billete estadounidense, disminuyendo las reservas en cientos de millones diariamente para evitar que su precio se dispare, ahora pudo incluso comprar dólares, cuya cotización se mantuvo quieta desde ese momento, y hasta registró ligeras bajas.

Estos hechos demuestran que el tan denostado control de divisas impuesto por el gobierno kirchnerista, para el cual hasta se inventó el nombre de “cepo” para estigmatizarlo al máximo, fue una medida absolutamente correcta. Más aún, lo sucedido revela que ese control fue demasiado laxo, porque permitía compras mucho más cuantiosas. 

Ahora, los analistas que tanto vociferaban contra el cepo, quedaron sin argumentos, y recurren a preguntarse por cuánto tiempo puede prolongarse la restricción sin afectar seriamente a la economía en el largo plazo. Cabe recordar la famosa frase de John Maynard Keynes: “En el largo plazo estaremos todos muertos”.   

Con la nueva administración, el humor del pueblo argentino viró hacia una expectativa favorable. Dinero en el bolsillo de quienes menos tienen promoverá el mercado interno, y eso fomentará mayor producción y un alivio importante para quienes se hallan en condiciones de vulnerabilidad, la industria y el comercio. ¿El déficit? Lo discutiremos con la Sra. Kristalina Georgieva.

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