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LA BOLSA, UNA POSIBILIDAD DESATENDIDA

El país tiene capacidad industrial ociosa, pero también necesita inversiones. Quienes tienen pesos se quedan sin opción especulativa (no se pueden comprar dólares y las tasas sin duda bajarán). Pero queda un camino, para ellos y para el país: la bolsa

EDITORIAL 23/12/2019 Isaías ABRUTZKY / Especial para R24N
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Isaias Abrutzky Isaías ABRUTZKY / Especial para R24N

Con muy buen tino, Alberto Fernández rechazó el desembolso de 5.400 millones de dólares remanentes del préstamo que el FMI le concedió al gobierno de Mauricio Macri. Como es harto conocido, esos fondos se evaporaron: los dólares fueron puestos a disposicion del público por parte del Banco Central, y los compradores los enviaron al exterior o los tienen debajo del colchón. Salieron de la economía de la Argentina, no están más. Pero hay que devolverlos.

La actitud del Presidente es tan sensata como puede serlo la de un particular endeudado con su usurero. Pidiéndole más plata a éste lo único que consigue es seguir enterrándose: quedar obligado a pagar cada vez más por los intereses del capital, sin poder nunca salirse de esa deuda. Y eso es justamente lo que persigue el prestamista; para él lo mejor es poder seguir drenando de por vida lo que produzca el deudor; en verdad el capital le preocupa mucho menos que la renta interminable que va a seguir cobrando.

Mauricio Macri creyó que su sola presencia a la cabeza del gobierno argentino le iba asegurar, como dijo textualmente, “una lluvia de inversiones”. Pero la realidad mostró que, por el contrario, lo que hubo fue una sequía inversora absoluta. Salvo en el terreno financiero, claro. Allí vinieron los dólares a colocarse en pesos a fenomenales tasas de interés para, en el momento oportuno, retirarse con ganancias en moneda extranjera imposibles de obtener en ningún emprendimiento productivo. Y esas son divisas que se van del país sin haber producido nada; es pérdida pura.

La gran esperanza del gobierno saliente fue lo que se denomina Inversión Extranjera Directa, esto es, capitales que vienen al país, empresas que se instalan en la Argentina para producir bienes y servicios. En la concepción del liberalismo, da más o lo mismo si se dedican a una cosa u otra. “Da lo mismo producir caramelos que acero”, dijo una vez un ministro de economía.

Pero no da lo mismo, ni mucho menos. Los dólares que entran para producir bienes exportables pueden valer la pena, según cual sea el balance entre los dólares que se obtienen por esas exportaciones y las ganancias y dividendos que se remiten a los países de origen en esa moneda. Los argentinos hemos sabido de empresas extranjeras instaladas en la Argentina que comercian con sus casas matrices manipulando los precios de los insumos que requieren de ellas. De ese modo pueden obtener los balances que más le convienen para evadir impuestos.

Otra forma de inversión externa de beneficios nulos o muy dudosos es la compra de empresas ya existentes. Las políticas liberales tienden a abrir indiscriminadamente la importación, y con ello tornan muy difícil la supervivencia de las empresas locales, que no pueden competir. Por otra parte, un peso devaluado implica que el valor de las empresas es bajo en dólares. El resultado es que a los capitales extranjeros les resulta muy fácil comprar compañías en dificultades, que les resultan bien baratas. Esa inversión no incrementa la producción nacional: su único efecto es desnacionalizar las empresas, y por lo tanto generar drenaje de divisas. Hay muchos ejemplos, entre ellos los fabricantes tradicionales de galletitas, productos lácteos, de limpieza, el cemento.

El tema minero, y en particular la extracción de petróleo es otro campo propicio para saquear los recursos naturales de un país, sin dejar nada más que empleo. Hemos visto hasta hace poco, y seguramente todavía y por un tiempo, cómo a las empresas petroleras y gasíferas se le pagaba el precio internacional por los hidrocarburos extraídos. O sea que se pagaba por los recursos de nuestro suelo lo mismo que se pagaría por combustibles extraidos en otros países productores. Y en algunos casos, como el del gas, todavía a un precio mayor.

Otro tipo de inversones extranjeras directas es el de empresas que no generan bienes exportables, pero a las que darles los dólares correspondientes a sus ganancias en pesos, que siempre van a sustraerse a la economía Naconal. Tenemos que pagar con nuestras exiguas reservas, o con préstamos, a quienes vienen a cobrar peajes o a competir con las compañías de seguros o los bancos nacionales.

El drenaje de divisas por parte de compañías extranjeras es cuantioso: apenas 28 de tales empresas tienen a su cargo el 80 por ciento de toda la producción y comercialización de alimentos y de artículos de limpieza de la Argentina.

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