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Cómo cambió en el primer mes de gobierno la vida de Alberto Fernández, el hombre que pasó de estratega a protagonista

El manejo del poder y el equilibrio en los cargos para fortalecer el espacio que lo llevó a la Casa Rosada

POLÍTICA 11/01/2020 Heretz Nivel
ALBERTO F

Cada día el Presidente de la Nación desciende del helicóptero que lo traslada de la residencia en Olivos hasta la Casa Rosada. En el helipuerto ubicado a menos de 100 metros del ingreso de la llamada explanada lo espera un auto y un chofer. Cada día el Presidente saluda el hombre que lo aguarda parado junto al vehículo y que le devuelve el saludo. Pero Alberto Fernández sigue de largo y a pie. A veces, alertados por el ruido, algunos funcionarios se acercan a sus ventanales en el Ministerio de Economía y ven la escena, repetida, en general entre las 9 y las 11 de la mañana.

“El Presidente no se resfría durante 120 días”. Así dicen los que anoticiados de algún síntoma presidencial saben que hará caso omiso. “Menos un hombre como él”, agregan los que saben que trabaja aunque no se vea que lo está haciendo. Tampoco muestra mucho de su intimidad. Hasta este jueves, sólo había mostrado una imagen suya trabajando en Olivos y una con Dylan, su perro, en el frente de la residencia. Este jueves su pareja, Fabiola Yáñez, compartió en las redes la primera imagen “en familia” en la residencia que ocuparon Mauricio Macri y Juliana Awada, Antonia y la hija de la primera dama de un matrimonio anterior. En la imagen de Fernández y Yáñez está también Estanislao, el hijo del Presidente, Dylan y el hijo de Dylan, Prócer.

En su primer día en Casa de Gobierno Fernández advirtió que no funcionaba el aire acondicionado en su despacho y preguntó si Mauricio Macri trabajaría allí. Ahora está encendido y mantiene frío el lugar donde el nuevo Presidente prefiere mantener reuniones en los sillones grises con los que su antecesor reemplazó la larga mesa de reuniones de Cristina Kirchner. El despacho huele a productos para lustrar la madera que se impone en el enorme hogar y como en tiempos de CFK hay varios centros de mesas con flores blancas. Sobre las paredes volvió a colgar cuadros de próceres como San Martín y Juan Manuel de Rosas mientras que en una pared aún vacía pondrá otra imagen del Padre de la Patria. A un mes de asumir, no tiene aún el cuadro con su foto, banda y bastón, imagen que que todo presidente tuvo y que se colgó en los despachos del Estado con cada recambio institucional. Por ahora, los ministros y demás funcionarios sólo tienen detrás de sus escritorios la bandera argentina.

Tal vez hasta él mismo se conmueva con un cuadro de ese tipo. Cuando en mayo Cristina Kirchner sorprendió dando un paso al costado y designándolo precandidato a presidente, Fernández todavía tenía gestos de armador político. Conocedor de secretos, negociaciones y estrategias, integrante de la tríada del poder con su amigo Néstor Kirchner y Cristina Fernández, dedicó parte de la campaña a juntar dirigentes desperdigados y a rearmar al peronismo. Su emponderamiento llegó en paralelo con el corrimiento de CFK que viajó a Cuba varias veces, como volvió a hacerlo hace unos días. Mientras no está, el poder parece tener un solo mando hasta que ella reaparece en escenas fugaces como el acto de asunción y sus discursos en el Conurbano. Con el debate de la ley de emergencia, su debut al frente del Senado, volvió a mostrar lo que no le gusta.

Para muchos, la madre del triunfo es la ex presidente. Para otros, incluso propios, Fernández es el Presidente, el que firma, decide y designa, el que ahora vuela en el Tango 04, se mueve con custodia y también su familia. Ese cambio de hábito llegó también después de un cambio más profundo, cuando en las PASO el triunfo fue contundente. El 27 de octubre saboreó algo de amargura con una diferencia menor a la deseada.

Fernández fue más un constructor nacional que en su propio distrito, el peronismo porteño que nunca tuvo mucho poder en el mapa del PJ nacional y que ni siquiera logró convertir en ganador a un solo jefe de gobierno desde que la Capital es Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Después de haber dejado la Rosada, de sus peleas con Cristina, salió del ostracismo como armador de Sergio Massa y más tarde de Florencio Randazzo. Apostó y sólo ganó cuando recuperó la sociedad con Cristina y bajo la unidad del peronismo. Así los históricos dirigentes del peronismo que lo acompañaron desde muchos años atrás lograron ocupar importantes cargos en el nuevo Gobierno y empardar el poder que La Cámpora venía construyendo en el distrito. En agradecimiento y tal vez para mantener su ‘equipo’, Fernández designó a Matías Lammens como ministro de Deportes y Turismo. En el primer piso, los que más ingresan son los más amigos, como Juan Manuel Olmos, Julián Leuna y Julio Vitobello, además de Santiago Cafiero y el vocero Juan Pablo Biondi.

Cuando Fernández armó el Grupo Callao, lo más parecido a un “albertismo”, tal vez haya pensado en una candidatura presidencial pero no había elementos objetivos que abonaran esa posibilidad. De ese grupo salieron dos ministros y varios funcionarios. La figura más cercana y su mano derecha, Santiago Cafiero, concentra en su nombre gran parte de las decisiones y todos los gastos del Estado. Gobernadores, empresarios y hasta referentes de la cultura anhelan una charla en su despacho. Cafiero asegura estar para todos mientras habla con el Presidente desde muy temprano a la mañana hasta la hora de irse a dormir, incluso los fines de semana. También intercambia mensajes diarios con el hijo de la vicepresidenta y actual jefe del bloque de diputados del Frente de Todos. Hablan, entre otras cuestiones políticas, sobre institucionalizar una mesa que funcione más como espacio político que como frente electoral. En el PJ, especialmente en las provincias, hay una diversidad difícil de reencaminar. El bajo perfil de CFK y los buenos oficios de Fernández como articulador lograron que el frente funcionara. Ahora necesitan que la misma buena convivencia coexista con el ejercicio del poder. La reconciliación con Máximo Kirchner fue la pieza fundamental para devolver al ahora presidente a la intimidad K y lo es en el esquema que comparten con Sergio Massa como presidente de la Cámara de Diputados de la Nación.

A un mes de su asunción, Fernández dejó en claro que concentra las decisiones y la comunicación de la gestión. Pero repartió los espacios en el Gobierno y compensó los heridos que dejó Axel Kicillof en Provincia. Convocó a técnicos como Gustavo Béliz, Vilma Ibarra y esta semana al ex negociador con el Club de París, el economista Adrián Cosentino que irá a la CNV. Conviven con el poder de La Cámpora en organismos como el PAMI y Anses, y también con el massismo y el cordobesismo representado por dos intendentes producto del acuerdo con Carlos Caserio. Martín Gill y Walter Saiegh hoy son secretarios de estado y cuentan, se dice, con un guiño de Juan Schiaretti. El gobernador es más difícil de arrimar que los opositores Gerardo Morales, Gustavo Valdés o Rodolfo Suárez pero en Casa Rosada confían en poder mantener buen diálogo con él.

El Presidente apuntaló su candidatura con el apoyo de los gobernadores del PJ y gran parte de los intendentes de Buenos Aires. Treinta días después le abrió la puerta a todos los mandatarios, propios y opositores que desfilan por su despacho y por los de casi todos los ministros, y hasta intervino en auxilio de Kicillof para que consiga la ley impositiva. En el gabinete sumó en segundas líneas a hombres y mujeres que responden a distintos gobernadores y en Obras Públicas designó a Gabriel Katopodis como ministro. Katopodis tomó licencia en San Martín y para la gestión se rodeó de pares como Martín Gill, secretario de Obras Pública; Gustavo Arrieta, a cargo de Vialidad y Enrique Cresto, intendente de Concordia que estará a cargo de Enhosa, el Ente Nacional de Obras Hídricas de Saneamiento. El equipo será presentado el martes en Quilmes junto a la intendenta Mayra Mendoza, apadrinada por Máximo Kirchner y por la ex presidenta, además del apoyo que recibió de parte de Kicillof.

En Fernández conviven varios deseos, uno el de hacer una gestión más parecida a la de Néstor Kirchner que a la de ningún otro. Los pasos que va dando apuntan en ese sentido. También busca retomar valores alfonsinistas. Y saltar la grieta por lo que así como estuvo en Chaco irá antes de fin de mes a Jujuy con Gerardo Morales, un opositor nato del kirchnerismo. En política interna y en política internacional, parte de su eje es transformarse en el que una todas las partes sin resignar algunas banderas del peronismo. Es lo que fue mostrando en los días que lleva de gestión en los que apuntó a una tercera vía, a ubicar a Argentina en un lugar “independiente” y que “no haga seguidismo”, se dice cerca suyo en referencia tanto a Estados Unidos como a Venezuela. “Respetar la autodeterminación de los pueblos” y “defender la soberanía”, son dos de los ejes que puso en marcha desde el 10 de diciembre.

Su estilo, conocido, es el de ser el epicentro. Se impuso en la campaña y se replica en la gestión que tiene en la Jefatura de Gabinete la coordinación de la imagen de la gestión (con la Secretaria de Medios) y en la oficina que lidera Juan Pablo Biondi, como su secretario de Comunicación y vocero, la estrategia de comunicación. Aunque tiene equipo propio, hasta Fabiola Yáñez cambió su rutina, tiene dos secretarios, se mueve con custodia y conversa con Presidencia los pasos que da.

En el nuevo lenguaje del nuevo gobierno hay una premisa y cinco palabras clave. “Argentina unida” es el lema que varía según los programas que se lancen. Ayer fue “Argentina hace” con el plan de obras que presentó junto a Katopodis y la titular de Aysa, Malena Galmarini, a quien acompaña el intendente Leonardo Nardini. Después hay cinco palabras clave: consenso, solidaridad, acuerdos, compromiso y contrato social son sustantivos omnipresentes en las declaraciones públicas.

Con información de www.infobae.com sobre una nota de Analía Argento

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