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Efecto cuarentena: las cifras que muestran el tamaño y el impacto de la caída de la economía

El país estuvo entre los de más alta caída de PBI en medio de la pandemia. Ningún sector escapa a una crisis en la que la falta de moneda y crédito hacen descartar una recuperación automática

ECONOMÍA 28/06/2020 David FRENKEL
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Algunos datos son más recordados que otros, porque son primados: no tienen antecedentes. Por ejemplo, en abril la industria automotriz argentina no produjo ningún auto. Nones. Caída del 100%, contra cualquier número que se lo compare. Estaba cerrada.

Ese mismo mes, las escrituras de compra-venta de inmuebles en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fueron 7, con lo que la caída respecto del mismo mes de 2019 (un año recesivo) fue del 99,7%.


Son datos recordables, por extremos. Pero la amplitud y profundidad de la peste que atraviesa la economía argentina a fuerza de coronavirus y cuarentenas se refleja mejor en un cuadro compilado por Marcelo Capello, Laura Caullo y Fernando Kühn, economistas del Ieral de la Fundación Mediterránea.


De 14 indicadores de distintos sectores y relevados por distintas fuentes para los meses de marzo, abril y mayo, 6 casilleros quedaron en blanco: los datos todavía no están. Los 36 para los que hay datos son todos negativos.

Uno, la ya mencionada producción automotriz de abril, cae tres dígitos, 34 marcan retrocesos de dos dígitos y sólo uno, el índice de actividad industrial de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) arroja una caída de “sólo” un dígito, con un declive del 7%.

Nadie se salva: ni las ventas minoristas de las pyme, ni la construcción, ni el sector automotor, que además de no producir ningún auto tampoco pudo exportar mucho de los que ya tenía (sus exportaciones cayeron 88%), ni los indicadores que miden al conjunto de la industria, ni el relevamiento de CAME de las Pyme industriales, ni el sector de Bienes de consumo durables, ni el de Bienes de Capital (caída del 83%) ni –consecuencia de todo lo anterior– el nivel de actividad general, que según el Estudio Ferreres cayó 10% en marzo y 19% en abril, en tanto que el más amplio Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec, arrojó una caída del 11% en marzo, mes casi no tocado por la cuarentena, y recién el lunes se conocerá el dato de abril, que será (fue) peor.


A nivel regional, como muestra el gráfico de arriba, elaborado en base a datos y proyecciones de la consultora Abeceb para 8 países latinoamericanos, la economía argentina tuvo el peor segundo trimestre, con una caída estimada del 21%, y tendría el peor desempeño en el año, con una caída del 9,8%, proyección que incluso le va levemente en saga a la del FMI, que incluyó la caída del PBI local en el Top 10 mundial de 2020, sólo superada por las que estimó para España, Italia, Francia, México y el Reino Unido.

Con todo, algunos estudios privados en cada uno de esos países de la región ya refleja bajas mayores a las estimadas localmente, incluso más altas que la caída que podría tener Argentina. Habrá que esperar los datos oficiales en unos meses. Hay algo sobre lo que no hay dudas: los números serán rojos como pocas veces antes.

Además, la economía argentina ya venía de dos años de recesión. Y solo superada por la economía china en la magnitud de la caída del primer trimestre: el PBI del gigante asiático fue en ese trimestre 6,8% más chico que el de igual período de 2019, contra 5,4% que retrocedieron los de la Argentina y Francia. Todos los demás países compilados por el Ieral –en base al Indec, Ipeadata (Brasil), One (China) y OCDE (resto)– tuvieron caídas menores o llegaron a exhibir, si la pandemia los agarró más tarde, levísimas tasas de crecimiento. China, además, venía de crecer 44 años ininterrumpidos (desde 1976) y el resbalón de enero-marzo fue el primero desde que, en 1992, empezó a publicar datos trimestrales.

Contra uno mismo

Si la comparación no es contra otros países, sino contra el historial argentino, la situación actual también es inédita. “Para igual cantidad de meses de recesión, la caída actual es más profunda que en la crisis del final de la Convertibilidad”, dice el paper del Ieral, aunque acota esta vez debería ser más corta. En los 24 meses posteriores a la recesión iniciada en 1998, el PBI argentino cayó 5%, pero en los 24 meses desde la recesión iniciada en 2018 retrocedió el triple: 15,3 por ciento.


Sin crédito y con un déficit galopante, el Banco Central se ha transformado, vía emisión monetaria, en un financista imprescindible del Tesoro, lo que hace temer futuros fogonazos inflacionarios. El acumulado a mayo fue de $884.769 millones, que comparado a valores reales significa un aumento del déficit primario de 364% respecto de 2014, cuando se registró el valor más alto de la serie, dice el estudio de Capello, Caullo y Kühn.

Así, el paquete fiscal y los auxilios financieros del Estado para socorrer a los sectores socialmente más necesitados (vía programas como el Ingreso Familiar de Emergencia) y a los sectores productivos (vía el ATP) son necesariamente limitados en comparación no sólo a los países avanzados, con moneda estable y crédito, sino también con respecto a otros países latinoamericanos.

Por eso, mientras el paquete fiscal argentino para compensar el efecto de la pandemia y la cuarentena sobre la actividad económica fue del 3,4%, contra 4,7% en Chile y 11% en Brasil, por no hablar del 12,2% que EEUU o el 21% de Japón. En tanto, el 4,3% de la Unión Europea se agrega a los paquetes nacionales de los distintos países europeos.

Y en materia crediticia las diferencias son aún más marcadas. En un estudio reciente, los economistas Eduardo Levy Yeyati y Rodrigo Valdés precisaron que el auxilio financiero disponible para otros países latinoamericanos entre las líneas “flexibles” del FMI y los canjes de monedas con la Reserva Federal de EEUU (para México y Brasil) suman unos USD 170.000 millones. La Argentina, en cambio, no lograr cerrar una negociación de USD 66.000 millones con bonistas privados, y luego de eso tendrá que refinanciar (básicamente, prorrogar) USD 44.000 millones de crédito con el FMI.


Los resultados en materia de empleo e ingresos reflejan el fenómeno. El Observatorio de la Deuda Social Argentino estimó que este año hasta 900.000 personas (fundamentalmente en el sector informal) perderán su ocupación, en tanto la pobreza infantil subirá de 53 a 58,6 por ciento. Otro relevamiento, de Unicef, indicó que desde el inicio de la cuarentena el 59% de los hogares (unos 3,6 millones de viviendas, unas 15 millones de personas) vieron caer sus ingresos. En tanto, el informe del Ieral precisa que “a pesar de la asistencia del sector público para compensar la situación de confinamiento obligatorio, más de la mitad de los trabajadores asalariados privados (por desempeñarse en sectores afectados y no esenciales), percibieron hasta un 75% de sus retribuciones pre-pandemia”.

Por su parte, la consultora Analytica advirtió que hacia fin de año el PBI en dólares de la Argentina ya se habrá achicado 40% en dólares respecto del nivel que había alcanzado en 2015. La pérdida de capital, de empresas, de valor y de empleo no es algo fácilmente reversible.


Un paper de abril de los economistas Verónica Guerrieri, Guido Lorenzoni, Ludwig Straub e Iván Werning –de las universidades de Chicago, Northwestern, Harvard y MIT, respectivamente– sobre las ”Implicancias macroeconómicas de Covid-19″ recuerda que los “shocks de oferta” (como es el caso del coronavirus, que comenzó por paralizar la producción) pueden tener sobre la demanda efectos tales que, una vez superada la causa inicial, no necesariamente revierten a la situación previa. Se trata de un fenómeno conocido como “histéresis”: luego de una crisis de semejante magnitud, la economía no vuelve necesariamente a su situación anterior. Puede haber “rebote”, pero no necesariamente para recuperar los niveles pre-pandemia.

Por ahora, claramente, las expectativas van en esa línea. La Cámara de Comercio advirtió que unos 100.000 negocios no sobrevivirán la pandemia y la Federación Empresaria Hotelera Gastronómica de la República Argentina (Fehgra) precisó que la caída de actividad (83% en abril, 83% en mayo y cerca de 79% en junio y declives de más del 90% en los hoteles del AMBA) hace temer un cierre masivo de hoteles porteños.

En medio de la pandemia, harán falta temple, inteligencia y esfuerzo para salir del pozo.

Fuente: Infobae

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