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Los dos enviados de Cristina Kirchner a Olivos, la resistencia del “albertismo” puro y el equilibrio de Sergio Massa

Fue una semana difícil para el Presidente y el entorno de su vice. El kirchnerismo quiere más celeridad y audacia en la gestión de gobierno y cuestiona a media docena de ministros. Hubo conversaciones telefónicas y largas charlas en la quinta

RAFAELA - POLÍTICA 19/07/2020 Analía ARGENTO
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El miércoles Carlos Beraldi, abogado de Cristina Fernández de Kirchner, traspasó los portones de la quinta presidencial de Olivos. El jueves lo hizo Máximo Kirchner, en su doble rol de hijo de la Vicepresidenta y líder de La Cámpora, agrupación con despliegue territorial, vocación de poder y despachos en todos los niveles del Estado. Aunque ambas reuniones fueron sin testigos, la lista de temas que preocupan y ocupan al jefe del bloque de diputados del Frente de Todos indiscretamente se hizo conocida: el kirchnerismo quiere más celeridad y audacia en la gestión de gobierno y cuestiona a media docena de ministros. Con su vice el Presidente habló por teléfono casi durante toda la semana.

No fue la marcha atrás con la expropiación de Vicentin lo que molestó al círculo más estrecho que rodea a CFK. El pago de una parte de los salarios a través de los ATP a empresas con las que la gestión de la ex Presidenta mantuvo duros enfrentamientos y el buen trato y contratos con algunos amigos de Mauricio Macri que hasta cenaban en Olivos durante el gobierno de Cambiemos, y la falta de figuras amigas en el acto del 9 de Julio, generaron más que incomodidad. Sin embargo, el recambio de gabinete que impulsan para la post pandemia tiene más que ver con un reclamo de celeridad en la gestión que con cuestiones ideológicas. Aseguran que hubo quien llamó a Kirchner hijo para pedirle que intercediera para solucionar problemas vinculados con Producción y Trabajo, por ejemplo.


La lista de los Kirchner llegó rápidamente al albertismo y circuló disfrazada de fake news entre periodistas. Cuestionan tanto al jefe de Gabiente, Santiago Cafiero; como a Matías Kulfas, de Producción y Desarrollo; Claudio Moroni, de Trabajo; y hasta a Vilma Ibarra, a quien todavía le facturan su enojo con la actual Vicepresidenta (expresado en un libro) a pesar de ser una de las figuras más confiables para Alberto Fernández.

No es cierto, dicen en el Congreso, que consideren que deba irse Ginés González García de Salud, ni el ministro de Economía Martín Guzmán, a quien tienen estima y de quien tienen un buen concepto. Algunos ponen en la misma lista a Sabina Frederic, de Seguridad, que sin embargo tiene un fuerte respaldo en Presidencia.

Un mes atrás era inimaginable que se admitiera la tensión que ahora, en voz baja, se blanquea. De todos modos se oye con insistencia que se busca “apuntalar” y no “debilitar” al Presidente. Recuerdan también que el mayor caudal de votos llegó de la mano de Cristina Fernández y hasta hay quien aventura que ella tal vez podría haber ganado siendo candidata en primer lugar a pesar de la grieta. En la Casa Rosada están convencidos de que es tiempo de un consenso que requiere de la amplitud del ex jefe de gabinete y hoy primer mandatario.

En el análisis de los más moderados hay un choque entre dos miradas distintas sobre la gestión. De un lado la mística, la militancia y las urgencias de los camporistas. Del otro, una mirada más tecnócrata y de planificación de políticas públicas con un ritmo más lento y menos combativo, funcionarios más cómodos con el perfil de un Presidente que conversa tanto con Marcelo Midlin como con Juan Grabois.

Los que hacen un análisis más descarnado de esa tensión describen ambos universos como “los que resistieron a Macri” contra “los que tomaban café mientras él gobernaba”. De lado más virulento están los Julio De Vido, Hebe de Bonafini y Víctor Hugo Morales, identificados con la facción más combativa del kirchnerismo pero sin compromiso con la gestión.

También hay una avenida del medio entre el kirchnerismo duro y los incondicionales de Alberto. Ahí está Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, que desayuna con el Presidente y almuerza con Máximo Kirchner. El ex jefe de Gabinete es un leal a Alberto Fernández pero juega “de memoria” con el hijo de Cristina. Con ella incluso ya se juntó también varias veces. El entorno de la vice lo empuja para que reemplace a Cafiero, aún cuando parte del rol del jefe de gabinete lo cumple hoy Gustavo Beliz, uno de los hombres más cercanos del Presidente junto con Julio Vitobello, el secretario general. Las hipótesis son dos: o realmente en La Cámpora están convencidos de que Massa es el indicado para capear los fuertes vientos que vendrán post crisis por la pandemia o lo necesitan fuera del Congreso donde su permanente diálogo con la oposición obliga a consensos que no se replican en el Senado K. Juran cerca de Máximo Kirchner que la hipótesis uno es la valedera.

En Juntos por el Cambio, aún cuando tienen un excelente diálogo con el jefe del bloque de diputados del Frente de Todos, están convencidos de que el dúo es imprescindible para mantener el equilibrio del Poder Legislativo y por ende del Ejecutivo también. “Nosotros le damos la gobernabilidad y los K lo debilitan”, se quejaban esta semana en el bloque de diputados de la primera fuerza de oposición tras escuchar las fuertes críticas de la titular de Madres y de otros referentes.

Los dialoguistas de uno y otro lado insistieron en que el tiempo que viene requiere de consensos y advirtieron sobre los riesgos políticos y sociales en caso de que el ala dura de cada fuerza marcara la agenda. “Imaginen qué pasaría si Patricia Bullrich comandara los bloques del Congreso”, reflexionó un dirigente que prefiere la vía del diálogo que buscó reabrir el lunes pasado el Presidente.

El punto final para la ola de reproches (habilitados el domingo último por un tuit de Cristina Kirchner) lo pusieron el ministro de Defensa, Agustín Rossi, y Andrés “El Cuervo” Larroque. Ambos pidieron respaldar y “abrazar” al Presidente. Los dos admitieron que la tensión iba en escalada pero -como la mayoría de quienes cuestionan- saben que el futuro político del kirchnerismo está atado al éxito de Alberto Fernández. “Si a Beto no le va bien, a nosotros tampoco”, admitió alguien que compartió las versiones y quejas.


El Presidente nunca alentó al “albertismo”, que en los hechos se reduce a un grupo de íntimos, todos con lugares destacados, pero sin territorio. Ese entorno de fieles amigos e históricos dirigentes cree que cuando el jefe de Estado cierre la renegociación de la deuda empieza realmente su gestión. Pasada esa prueba, y con un logro para mostrar, podrá empezar a sumar capital propio y gestión económica y política. Entonces, y a pesar de la crisis que dejará la pandemia, se relanzaría el Gobierno y la figura de Alberto Fernández, como en el impactante triunfo de las PASO y el 10 de diciembre. Necesita un nuevo “triunfo” en la gestión que no opaque su vice.

En el inicio de la mandato, ocho meses atrás, y hasta que en marzo arrancó el aislamiento obligatorio, algunos dirigentes empezaron a juntarse en el Bar Histórico de San Telmo para consolidar al grupo 100% albertista. Los incondicionales son Claudio Ferreño, jefe del bloque de legisladores de la Ciudad, su amigo desde hace varias décadas; Carlos Montero, titular de la SIGEN; Juan Cabandié, ministro de Ambiente; intendentes bonaerenses como Juan Zabaleta (Hurlingham) y Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas); ministros como Gabriel Katopodis y los amigos de siempre, desde Vitobello al secretario de Culto Guillermo Oliveri; el embajador en Estados Unidos Jorge Argüello y el secretario de Asuntos Estratégicos, Beliz, que sigue prefiriendo el bajo perfil. Entre ellos hay varios sellos partidarios, como el Partido de la Victoria y el Partido de Trabajo y la Equidad (PARTE). El dato no es menor. Aunque el poder cristinista permanece incólume, el posible recambio ministerial podría estar atado a una estrategia electoral para el año próximo: oxígeno para el gabinete y listas con “albertistas” para compensar. Es un análisis posible, aunque todavía lejano.

Entre esos incondicionales, a las palabras de Rossi, se sumaron el secretario de Malvinas, Daniel Filmus; y también el jefe de la CGT, Héctor Daer. Daer, como otros sindicalistas de la central obrera, están más cerca del Presidente y del PJ, que de su vice. Tal vez por eso se vio con malos ojos la ausencia de Hugo Yasky el 9 de Julio.

En Seguridad le puso el cuerpo a las críticas Gabriel Fuks, otro “albertista” sin fisuras. “La capacidad de algunos miembros muy importantes de nuestro espacio de canibalizarnos y ponernos débiles aumenta en forma proporcional las dificultades que atraviesa nuestro pueblo. Estamos frente a una pandemia, franqueando el mayor momento de complejidad política y económica que todo argentino recuerde. Estoy convencido de que esta situación nos reclama la unidad y el esfuerzo alrededor del presidente Alberto Fernández y del Frente de Todos” dijo el jueves cuando todavía no se había calmado la polémica. Y agregó que “tenemos una crisis devengada por un gobierno insensible a los intereses de la Nación que nos dejó una deuda que dificulta el despliegue de la economía. Creo que para los militantes y funcionarios se trata de cerrar filas alrededor de nuestro gobierno, y poner toda nuestra capacidad para acompañar en un tiempo difícil y de alta complejidad. En ese sentido, la búsqueda de consensos, nos permitirá sortear esta encrucijada para el bien de todos y todas”. El secretario de Articulación Federal de Seguridad ya había cerrado filas para proteger a Frederic cuando el hiperkirchnerista Sergio Berni cuestionó el operativo sobre el puente La Noria. Fuks no se amilanó ni aún sabiendo que el ministro bonaerense está entre los favoritos de Cristina Kirchner.

En la semana también se vio que figuras identificadas con el Presidente, como Kulfas y la vicejefa de gabiente, Cecilia Todesca, se sumaron a la voz oficial que representa el joven Cafiero. Los tres pertenecieron al Grupo Callao pero apenas iniciaron la gestión, en diciembre, el jefe de Gabinete avisó que discontinuaban esa pertenencia. Hubo quienes pidieron un gesto similar a La Cámpora y se lo hicieron saber a Larroque, lo que no ocurrió ni ocurrirá. El Frente de Todos es una coalición y cada parte prefiere mantener su identidad.

Antes de la mediatización de los albertistas, el ex jefe de gabinete Aníbal Fernández había pedido que se defendiera con firmeza al Presidente. Esta semana dijo que también debe defenderse a Cristina Kirchner. No lo dejó conforme la forma en que el Gobierno salió al cruce del comunicado de Juntos por el Cambio tras la confirmación del asesinato de Fabián Gutiérrez, ex secretario de la vicepresidenta. El más contundente fue el propio Presidente, quien ante diputados y senadores de la oposición en un Zoom el lunes manifestó que le dolió “en el alma” la vinculación con ese crimen que intentó establecer Juntos por el Cambio. “¿Cómo se construye confianza si quieren vincular a mi vicepresidenta con un crimen?”, reprochó.


Sobre la defensa de la gestión se habló diez días atrás en una reunión del bloque de diputados del Frente de Todos vía Zoom y bajo la coordinación de Sergio Massa y Máximo Kirchner. Primero, sobre cómo defender al Presidente y a su Vice; después sobre la necesidad de ser más contundentes y sumar voces y además sobre cómo enfocarse en la agenda propia y no caer en la tentación de responder a la oposición que hasta la aparición del fuego amigo marcó la agenda con varias manifestaciones en contra del aislamiento.

En esa comunicación también se conversó sobre las voces que debe sumar el Justicialismo mientras el Presidente busca ampliar su base de sustentación en la línea de lo que hizo el 9 de julio y el viernes último al incluir en los anuncios de flexibilización del aislamiento a los gobernadores Jorge Capitanich, Arabela Carreras y Gerardo Morales. Un reconocido kirchnerista, una aliada de un partido provincial y el radical que más tirria despierta en el entorno de la vicepresidenta y a quien atribuyen el encarcelamiento de Milagro Sala. Los tres, como el gobernador Axel Kicillof y el porteño Horacio Rodríguez Larreta, se mostraron más albertistas que algunos dirigentes propios.

El lunes, tras la reunión con la oposición, Massa publicó un mensaje que podría aplicar perfectamente a la interna de su partido: “Pensar distinto no nos debe transformar en enemigos, sino permitirnos intercambiar ideas por el bien del país. Es tiempo de unir fuerzas porque lo que viene por delante requiere de mucha vocación para poner de pie a la Argentina”.

Fuente: Infobae

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