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El doble comando complica una gestión errática y vacilante

Enfrentamientos entre funcionarios del presidente y la vice por la inseguridad. El canciller cuestionado por una embajadora. Inacabables tironeos por la deuda. Otra estatización en puerta.

OPINIÓN 26/07/2020 Agencia de Noticias del Interior
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Hay avatares del gobierno tan elocuentes como insólitos. El siguiente ocurrió en la Comisión de Salud del Senado, durante una reunión de la que participaba Ginés González García. Se analizaba un proyecto sobre fibrosis quística que obliga a obras sociales, prepagas y otros sistemas de salud a hacerse cargo de una terapia de costo multimillonario en dólares.

El funcionario desaconsejó su aprobación por “inaplicable” y pronosticó que se convertiría en semillero de causas judiciales. Varios senadores kirchneristas coincidieron con él. Pero apenas se desconectó apareció en pantalla Anabel Fernández Sagasti, mano derecha de Cristina Kirchner. Ante el estupor general anunció que Alberto Fernández le había pedido a su jefa política que el proyecto fuera convertido en ley de inmediato. Y así lo fue.

Se percibía cierto regodeo en la desautorización de un funcionario clave en la peor crisis sanitaria del país en décadas. Una desautorización que hubiera derivado en renuncia en cualquier gobierno normal.

Fernández Sagasti parecía cobrarse un mal trago reciente. Había sido la vocera de la fallida expropiación de Vicentin y quedó descolocada cuando el presidente dio marcha atrás. De todas maneras a esa altura González García no necesitaba la ayuda de nadie para mostrar su desorientación. La pandemia bate diariamente records de muertos y contagiados tras el relajamiento de la cuarentena, pero él responsabiliza del desastre a los “asados clandestinos”.

Tampoco es el único ejemplo de que el gabinete tiene un desgaste asombroso a siete meses de haber entrado en funciones. Sabrina Frederic se cruza con Sergio Berni una y otra vez por la inseguridad de manera pública.

Berni reporta a Cristina Kirchner, Frederic corporiza la versión políticamente correcta del presidente en momentos en que se ve venir una ola delictiva en el conurbano potenciada por la crisis económica. ¿Quién se va a hacer cargo del costo político? Eso es lo que ya están tirándose por la cabeza.

La guerra de desplantes es todavía preventiva, pero agrava la imagen de caos en el oficialismo. El episodio de un jubilado que mató en Quilmas a un delincuente peligroso que había sido liberado bajo la actual gestión es señal de cómo se puede complicar la situación de inseguridad en el corto plazo.

La negociación de la deuda externa es otro ejemplo de bipolaridad Los acreedores la detectaron y comenzaron un trabajo de zapa sobre el Martín Guzmán. Cristina Kirchner salió a apoyarlo por Twitter ante el rechazo de su última propuesta por parte de los mayores fondos de inversión.

En ese momento circulaban fuerte las versiones de que Alberto Fernández, harto del inacabable tironeo por una diferencia de 3 dólares, pensaba desautorizarlo hablando directamente con los bonistas. La negociación no es a dos puntas, sino a tres. Hace siete meses que está en veremos.

Una de las circunstancias que juegan en contra de un arreglo de la deuda es la política exterior de Fernández. Le vendría bien la ayuda de la administración Trump, pero sufre periódicas convulsiones de chavismo.

La última provino de su costado “cristinista”. La embajadora política Alicia Castro cuestionó a Felipe Solá por afirmar que el gobierno de Maduro es autoritario y encarcela a opositores. Ni el canciller, ni el presidente abrieron la boca. ¿Quién maneja la política exterior, en la hipótesis de que haya una identificable?

Otro avatar llamativo que trajo la semana fue el de la estatización de Edesur. La promovió un grupo de intendentes oficialistas del conurbano y más allá de las deficiencias del servicio significó otra pésima señal para la economía pospandemia. Con Vicentin parece no haber sido suficiente.

Los que tomaron noticia de los problemas de mando de Fernández fueron empresarios y sindicalistas. Los primeros son pesimistas respecto de una rápida recuperación de la economía (ver Visto y Oído). Pero ambos sectores parecen coincidir en que las dudas sobre el futuro tienen una causa predominantemente política.

De allí que resolvieran reunirse las cúpulas de la CGT y de la Asociación de Empresaria Argentina (AEA) el miércoles por videconferencia sin el presidente. Daer, Calo, Lingeri, Martínez, Rocca, Magnetto, Rattazzi, Galperín y Pérez Companc no esperaron a ser convocados por Fernández.

No lo dicen, pero saben por experiencia que cualquier invitación a Olivos difícilmente vaya más allá de una puesta en escena. Al presidente parece tener problemas no sólo con la deuda, el virus, la emisión, etcétera. También lo tiene con los factores de poder económico y sindical, alarmados por el doble comando, el doble discurso, las marchas y contramarchas y la perdida de confianza de la sociedad. Coinciden, además, contra la biblia oficial en que la recuperación vendrá por el lado del sector privado, la baja de impuestos y la reducción del gasto político, algo inaceptable para el kirchnerismo.

Por Sergio CRIVELLI para La Prensa

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