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“En el 2001 fueron por los supermercados, ahora irán por los hospitales”

Los intendentes ya piden refuerzo en la seguridad de los hospitales y centros de salud y hasta el vallado perimetral a cien metros de los ingresos para evitar que haya estallidos de desesperación de los vecinos en las puertas de los edificios

POLÍTICA 26/07/2020 Heretz Nivel
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Ni Alberto, ni Axel ni Horacio. En los próximos días el peso del pico de la pandemia no recaerá sobre los protagonistas de las conferencias de prensa con más rating de los últimos tiempos, sino sobre los hombros de los intendentes bonaerenses. Estresados por presentir el colapso del sistema sanitario a la vuelta de la esquina, ya no piden más camas ni respiradores (aunque también) sino refuerzo en la seguridad de los hospitales y centros de salud y hasta el vallado perimetral a cien metros de los ingresos para evitar que haya estallidos de desesperación de los vecinos en las puertas de los edificios que pongan en riesgo al personal de salud.

Uno de los barones con más años de experiencia lo resume en forma contundente: “En el 2001 fueron por los supermercados. Ahora el tema de la comida mal o bien está resuelto. Pero el verdadero problema cuando no demos abasto serán los hospitales. No queda otra que reforzar la seguridad y vallarlos”.

Aunque la difusión del video de Mario Ishii negociando con los ambulancieros de su municipio terminó disparando la polémica por su desafortunada frase sobre la venta de “falopa” que él después tradujo como “remedios” (sic) y que en todo caso dirimirá la Justicia, la escena muestra de manera visceral la diferencia entre los políticos de escritorio y los de trinchera.

Ese día, 4 de Julio, Ishii tenia 12 personas esperando en sus casas que llegara un médico por sospechas de Covid-19. Los empleados municipales vieron una buena oportunidad para negociar más horas de descanso y se negaron a sacar las unidades a la calle. Ishii bajó de su despacho, que desde el inicio de la pandemia es el que correspondería al secretario de Salud porque por algunos desmanejos justamente intervino el área, y se puso mano a mano a discutir con ellos en lenguaje callejero.

“Si querés tener tiempo para cuidar a tu familia, andá a tu casa a cuidarlos y liberame el puesto. Yo te pago el básico, no hay problema, pero necesito que las ambulancias no paren ni un minuto”, gritaba el intendente de Jose C. Paz, quien ganó históricamente el distrito con guarismos apabullantes.

Es difícil abstraerse del término “falopa”, pero si lo logramos por un segundo se entiende fácilmente por qué la gente lo vota.

El oficio de intendente del conurbano tiene mala prensa. Pero para la política pasar por una de esas intendencias calientes es un master o doctorado universitario en la función pública. Son hombres y mujeres que están expuestos a que les tiren piedras en el techo de las casas. Esto es literal. Y no es poca cosa.

Ahora bien, salvo Eduardo Duhalde, que venía con ese expertise, no hubo gobernador que entendiera y se relacionara con ellos de manera inteligente. Y hasta ahora Kicillof no parece ser la excepción. Al contrario, Axel tiene una personalidad inhábil para entender el idioma de la política distrital.

Convocarlos a una charla por Zoom y hablar durante una hora y media seguida en su mejor tono de profesor universitario es la muestra cabal de este choque de dos mundos. Imaginemos, por un instante, a Ishii relojeando los mensajes de los vecinos por la falta de luz o por la necesidad de una ambulancia y teniendo que disimular que presta atención a los Excel que tanto erotizan a Kicillof.

Los largos monólogos de Axel son un tema a la hora de relacionarse. La política en términos de contención de grupo y de armado es, ante todo, capacidad para escuchar. Característica que el gobernador tiene aún como materia pendiente a pesar —o, ¿como consecuencia de?— su brillante paso por los claustros universitarios.

Esos huecos eran llenados hasta hace poco por Teresa García, su ministra de Gobierno (mujer de Cristina que oficia de tender puentes entre esos dos mundos irreconciliables) y desde hace un par de meses por el hombre fuerte de La Cámpora, Andrés “Cuervo” Larroque, ministro de Desarrollo de la Comunidad (modernizado nombre del tradicional ministerio de Acción Social).

Así como Alberto armó el gabinete nacional a imagen y semejanza de la alianza política que lo llevó al poder y sectorizó cuotas-partes, Axel eligió rodearse sin fisuras de su grupo de máxima confianza. Un gabinete homogéneo en los que descolla, por razones más que obvias, su ascendente y desacatado ministro de Seguridad, Sergio Berni.

Esta semana el hombre quien junto con el vicejefe de gobierno porteño, Diego Santilli, se disputan palmo a palmo el récord de horas televisivas en pandemia, sufrió el fuego amigo al ser objeto de operaciones de prensa de todo tipo.

La verdad es un personaje difícil de entender. No se sabe si enfrenta a la ministra nacional y por ende al propio Presidente porque quiere diferenciarse, porque quiere irse antes de que estalle la provincia, o porque es simplemente un líbero que está jugando a seguir subiendo en las encuestas para apostar a un proyecto político propio. Lo cierto es que no deja de ser inentendible y violento que las internas entre Nación y Provincia por el álgido tema de la seguridad se diriman en los medios. Y ahí la culpa no recae en Berni. De un despacho de la Casa Rosada salieron las versiones mas hirientes para Berni sobre la reunión que tuvo con intendentes. Avaladas además por un intendente de la tercera sección electoral que ve al ministro como posible competidor electoral a mediano o corto plazo. Tres medios nacionales transcribieron ese WhatsApp sin cambiar ni una coma.

Ahí se cuela la pelea política para el 2021 y para el 2023. Muchos de los actuales intendentes no tienen posibilidad, por ahora, de reelección. Y él, por ahora, no es hipotético. Ya hay planes de hacer presentación judicial para que la prohibición a más de dos reelecciones, que fue votada por unanimidad en el 2016, tenga una lectura judicial más benévola para quienes están hoy con la imposibilidad de reelegir. La Cámara Electoral provincial estaría dispuesta a entender que el primer período fuera justamente el que se inició posterior al dictado de la ley.

Es decir, tomar el 2019 como primer período y así dejar que desde el macrista Gustavo Posse hasta el peronista Ishii puedan reelegir en el 2023.

Si esto no se da, es decir, si persiste la prohibición, el próximo año el armado de listas del oficialismo y de la oposición será una masacre. Ningún intendente querrá quedarse esperando el vacío de poder que significa no tener reelección hasta último momento. Y todos querrán ir a jugar suerte en el armado de listas del 2021.

Pero volvamos a Berni. Hay un dato que es central. El peronismo bonaerense tiene una rama contundente joven en La Cámpora, pero en términos históricos es básicamente tradicional conservador. El ministro con su personalidad avasallante, su hiperactividad televisada minuto a minuto, y su discurso con reminiscencias bullrrichistas en muchos momentos, colaría perfectamente en esa provincia profunda tradicional y conservadora.

En La Plata dicen que su lugar no corre peligro. Y, si bien está claro que algunas de las conductas de Berni son de difícil explicación racional, apelan a un dogma de Néstor Kirchner para garantizar su continuidad en el gabinete: “A mis boludos los mato yo, no los de afuera…”.

BONUS TRACK

Los martes orquídeas. Quizás como homenaje al film argentino que le dio el primer protagónico a Mirtha Legrand, pero sin la presencia de la diva ni de ninguna otra mujer, Alberto Fernández instauró finalmente una mesa política semanal que funciona en el almuerzo o la cena todos los martes en la residencia de Olivos. Se sientan Sergio Massa, Máximo Kirchner, Wado de Pedro y Santiago Cafiero.

Con información de www.infobae.com sobre una nota de Nancy Pazos

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