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Un tiro en el cuello por 7 mil pesos: el mercado negro de bicicletas que le costó la vida a un turista

Este martes, familiares y amigos de Dmitry Amiryan harán una protesta en el lugar de Retiro donde fue asesinado por un negocio que creció al calor del auge de los deliveries en la pandemia. Ataques piraña a trabajadores migrantes, cadenas cortadas con alicantes y botines revendidos en Facebook

POLICIALES 12/12/2020 Federico FAHSBENDER
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Antes, las bicicletas pintadas de blanco, montadas a postes de luz o señales de calle eran un memorial para los ciclistas muertos por la impericia de un conductor, arrollados por autos o colectivos. Ahora, esas bicicletas blancas en la calle están destinadas a los ciclistas asesinados por delincuentes.

El martes próximo por la tarde, familiares y amigos colgarán una en protesta por el brutal crimen del quiropráctico armenio Dmitri Amiryan, asesinado en un intento de robo el martes pasado. “Comprar robado mata”, dice la consigna de la convocatoria, compartida en redes sociales. Por el crimen, hay un chico de 15 años detenido, que había sido arrestado dos veces en lo que va del 2020 por los delitos de robo y lesiones, acusado de atravesarle el cuello con un tiro de un viejo revolver Llanero, desgastado y sin cachas, un arma triste y miserable.

Sin embargo, ese disparo al cuello de Dmitri es un signo siniestro de estos tiempos.
El auge de las entregas a domicilio y los repartos por plataformas durante la pandemia convirtió a las bicicletas en un nuevo objeto de deseo del robo. Antes, robar una bicicleta no era tan frecuente. Cualquier ratero porteño prefería arrebatar un celular, un ataque mucho menos engorroso para un producto con muchas más chances de reventa.

Ahora, el movimiento es claramente a pedal. A comienzos de septiembre, la Secretaría de Transporte y Obras Públicas de la Ciudad llevó a cabo conteos en distintas calles y avenidas, y registró que en dos semanas, en comparación a los datos del año pasado, hubo un aumento de hasta 114% de viajes en bicicleta. Mientras que en 2019 sólo 0,4% de los viajes de la Ciudad se hacían en bici; antes de la pandemia ese porcentaje ya había ascendido al 4%, alrededor de 300 mil viajes. El director ejecutivo de la Cámara Industrial de la Motocicleta, Bicicleta, Rodados y Afines (Cimbra), Daniel Tigani, afirmó a Infobae: “Este año empezamos a tener el triple de demanda de venta de bicicletas que en 2017, último año de buenos registros. Se vendieron un millón y medio contra 800.000 en 2018 y unas 600.000 en 2019”.
También cuestan caro. Modelos de alta gama de marcas nacionales como Raleigh oscilan entre 60 y 80 mil pesos en bicicleterías porteñas. Una GT modelo Avalanche puede superar ampliamente los 150 mil. Bicicletas Specialized diseñadas para travesías en ruta van más allá de 300 mil.
Una bicicleta robada vale mucho menos. Irónicamente, la sangre y la violencia bajan el precio. “Cinco mil a siete mil pesos, doce mil como mucho”, dice un conocedor del submundo. Los repartidores en la calle también son una métrica para el problema. Sufren la oferta, usualmente cristalizada en ventas en grupo de Facebook. También sufren la demanda. Son sus herramientas de trabajo. Si se las roban, no comen.

Freddy tiene 28 años y es venezolano. Llegó al país hace casi dos años y comenzó a trabajar para una empresa de delivery de comidas. El joven está sentado en la esquina de Malabia y Honduras, un punto donde varios repartidores se encuentran a tomar un descanso después de pedalear por varias horas. Allí, Freddy relata que le robaron su bicicleta pocos días atrás mientras una noche le llevaba una pizza a un hombre en Parque Chas: “Estaba en una esquina, frente al Cementerio de la Chacarita, esperando el semáforo. Se acercó un adolescente con un cuchillo, me amenazó y se la llevó. Así de simple fue. Ahora le tuve que pedir prestada la bicicleta a un conocido hasta que junte el dinero para comprarme otra”, cuenta.
Los casos entre repartidores se repiten: “Hace dos meses me pasó algo similar, pero sucedió cuando me bajé a dejar el pedido. Mientras estaba tocando el timbre, un ladrón pasó corriendo a toda velocidad y me la robó, no tuve tiempo”, dice José Luis, junto a Freddy en el descanso sobre su ataque piraña. Y agregó: “¿Qué vamos a hacer la denuncia? No tiene sentido. Nadie se pone a buscar una bicicleta”.

Según los propios repartidores, en los grupos de Facebook donde comparten información, también publican las búsquedas cuando les roban sus bicicletas. A fines de noviembre, Miguel Ángel Pomilia publicó cuatro fotos suyas con distintas heridas en la cabeza y en la mano. En el posteo se leía: “Así me dejaron ayer, no les importó nada. Tres puntos en la cabeza, golpes en el brazo y esguince de tobillo. Cualquier persona que sepa algo de mi bicicleta por favor que me avise. Solo quiero mi bici. Sé que la están vendiendo, si alguien tiene la oportunidad de comprarla por favor hágalo que yo se la pago”.


La bicicleta que le robaron a Pomilia era una mountain bike marca Glock-Versus rodado 29. Según contó a Infobae, esa bicicleta tiene un costo de $65.000 y los ladrones la estaban vendiendo a $7000, casi un 90% menos de su valor original.

Para los repartidores existe un mercado negro de bicicletas que se mueve en los distintos grupos de Facebook de compra y venta de esos rodados. “Cuando ves en un grupo que hay una bien barata ya sabes que es robada, pero de repente te roban a vos y no tenés el dinero como para comprar una un local de original, son caras las bicis hoy, y bueno, la terminás comprando porque es una necesidad laboral la que tenemos. Pero terminanos alimentando el propio mercado. Es un círculo vicioso”, contó un repartidor.


Otros no tardan en reconocerse presa fácil. “Ya no es por el dinero que nos buscan. Andamos todo el día en la calle. Algunos compañeros tienen bicicletas caras porque son nuestro medio de trabajo, entonces tenemos que tener buenas herramientas. Estamos durante horas pedaleando. Encima la gente había dejado de salir por el tema de la cuarentena y los únicos que andábamos de noche éramos nosotros. Fuimos las víctimas predilectas”, relató Oriana, una repartidora que llegó de Colombia hace tres años.

Y siguió: “Otra de las cuestiones por lo cual somos buscados por los delincuentes es por las cajas donde llevamos la comida. Hay un mercado ilegal ahí también de reventa de cajas para que cualquiera pueda salir a trabajar de repartidor”.


Los robos violentos se sienten, pero no son la norma. Robar una bicicleta atada, un hurto, es más sencillo. Dentro de las ligas bajas del hampa porteña existen ladrones capaces de cortar una cadena en cuestión de segundos con sierras y alicates para llevarse una bicicleta amarrada un poste, rateros a la espera de descuidos. Algunos, más zorros, se infiltran en estacionamientos.

La pobreza también se cruza entre las variables. Carlos Alberto A., un cartonero adicto a las drogas, recibió un año y seis meses de prisión efectiva del Tribunal N°24 a comienzos de este mes por intentar serruchar la cadena de una mountain bike atada en la esquina de Paraguay y Anchorena el 17 de noviembre: dos policías de civil lo vieron y lo capturaron. Ya lo habían condenado por robo cinco años antes. El Tribunal, con la jueza María Cecilia Maiza, lo declaró reincidente.

Hubo otras penas en las últimas semanas por casos similares en los tribunales porteños, sentencias de pocos meses y de ejecución condicional. El 6 de octubre, el Tribunal N°22 condenó a dos jóvenes por un hecho similar, con una pena menor: diez meses -efectiva para uno al ser reincidente, condicional para otro- por llevarse una Olmo de 21 cambios estacionada en la esquina de Montes de Oca e Ituzaingó a fines de septiembre. Los jóvenes, oriundos de San Francisco Solano y Guernica, tenían un kit de herramientas: dos llaves y un alicate.

“Te podés comprar el candado más cheto del mundo y te lo van a cagar igual”, dice, confiado, un jugador del mercado.

La defensa de Javier Ramón C., un reincidente de 38 años con domicilio en Palermo que había pasado tres años en una prisión federal, dijo que había incurrido en un delito de “escasa gravedad” al robar un rodado este año para negociar un beneficio, hecho por el que fue detenido. La Sala 2 de Casación le recordó que fue acusado de robar mientras debía estar bajo arresto domiciliario: su legajo en la Justicia incluye múltiples identidades.

La Villa 31, con el caso de Dmitri, regresa a las crónicas de robos de bicicletas, en todo caso. Los ciclistas urbanos saben que la zona del Bajo y las inmediaciones de la Facultad de Derecho puede convertirse en un corredor caliente: circulan en grupos, evitan sectores de los bosques de Palermo. Hay historias: se habla de un delincuente que te golpea a traición con un garrote, oculto detrás de un árbol al oírte llegar.

“Me robaron mi bicicleta y cámara profesional Sony y un drone DJI Mavic Pro en zona Facultad de Derecho. Los ladrones se fueron en dirección a la Villa 31 (Retiro). Cualquier dato por favor comunicarse conmigo”, fue el mensaje que publicó en las redes sociales el cicilista Iñaki Mazza en noviembre de 2019. Era la misma bicicleta con la que había ganado la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de la Juventud.

El asentamiento fue allanado poco después, con al menos un detenido que cayó por vender la cámara en un grupo de Facebook.


Mientras tanto, fuentes en la Policía de la Ciudad aseguran que no hay una estadística contrastable para marcar el fenómeno, con una ironía implícita. “La gente no denuncia, denuncia poco o denuncia tarde”, asegura una fuente jerárquica. Otros, con afán de justicia, encuentran sus propias bicicletas robadas en los grupos de compraventa: “En el caso que se denuncia, se logra hacer una compra controlada”.

Hay casos interesantes. Dos jóvenes también de la Villa 31 cayeron el 4 de noviembre pasado al intentar revender una costosa bicicleta Nukeproof -difícil de conseguir en CABA, con modelos que pueden superar los mil dólares en Estados Unidos- en los bosques de Palermo, robada poco antes a un chico de 18 años. Esa misma semana, una empleada de una conocida universidad rastreó en el Marketplace de Facebook a la bicicleta Hero que un rastrero le había robado. La bicicleta, aseguró la joven, salía 100 mil; el rastrero, llamado Walter, la ofrecía a 52 mil. Terminó allanado por la Policía de la Ciudad en la Villa 1-11-14, con una causa a cargo del Juzgado N°63. Tenía otras dos bicicletas de alta gama.

Fuente: Infobae

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