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De pioladas y goles en contra

Más allá de las consecuencias de las políticas oficiales que generan inflación, incertidumbre, ahogo del sector privado y falta de inversión, existen en el gobierno nacional graves tropiezos que habitualmente se le achacan a la comunicación, aunque son fallas estructurales del modelo

OPINIÓN 18/01/2021 Hugo Grimaldi
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Más allá de las consecuencias de las políticas oficiales que generan inflación, incertidumbre, ahogo del sector privado y falta de inversión, existen en el gobierno nacional graves tropiezos que habitualmente se le achacan a la comunicación, aunque son fallas estructurales del modelo
 
 Algunos de esos obstáculos tienen que ver con obsesiones que apuntan a profundizar la grieta con fines electorales. Si esto no es así, ¿qué cosa es entonces “la gilada” que mencionan los avisos oficiales, sino una versión estúpidamente marketinera del “ellos o nosotros”? Los giles vs. los piolas: un despropósito. 

Aplica en este y en otros casos del gobierno de Alberto Fernández el sabio consejo de aquel pícaro DT que le decía a su arquero que se podían justificar los tantos que recibía pero que, por favor, no metiera en su propio arco “las que se van afuera”. Todas las semanas, el equipo del presidente soporta varios goles en contra de ese mismo tenor, algunos al ángulo.

¿De qué se trató por ejemplo la manifestación de la número dos de Salud cuando dijo que era mejor vacunar al doble de personas con una sola dosis que a la mitad con dos sino de una pifia? Hay un rosario de hipótesis y varias certezas: que hubo incompetencia del Estado por quedarse dormido con “la gripecita”, que no se encargaron tests, que se jugaron a la vacuna rusa y dejaron que el presidente hablara de tiempos imaginarios y de “millones” de dosis, mientras el pan y circo se nutría con los vuelos de Aerolíneas Argentinas.

Muchas veces, los disparos a puerta propia no parten de miembros del Gobierno, sino de sus aliados, como son la mayor parte de los sindicatos docentes, identificados durante mucho tiempo con bajadas de línea que cambiaron la neutralidad de las aulas por la manipulación ideológica, gremios que si están buscando cobrar la factura de la resistencia en tiempos macristas le generan aún más desgaste. Ellos no quieren empezar las clases presenciales con mil y una vueltas, mientras el Gobierno ha sido una vez más sobrepasado por la presión social y de la boca para afuera, al menos, ha determinado que sí.

Y si de pelotazos en contra se trata, ¿cómo explicar la “maldición” de exportar alimentos que expresó la economista Fernanda Vallejos, justo cuando la Argentina más dólares necesita? Aunque su razonamiento tiene mucho de seguidismo hacia su jefa política y alguna dosis de coherencia para su concepción intervencionista, haber pronunciado la palabra “maldición” le dio a este bombazo de la diputada preferida de Cristina Fernández una connotación que excede la ciencia económica.

Para un país que está lleno de maldiciones, que cambia las reglas de juego a cada rato, que se rige por un régimen laboral tan rígido como vetusto, que tiene un déficit fiscal recurrente y expolia a los contribuyentes, que coquetea con la hiperinflación, emisión monetaria mediante y que no crece hace una década, no exportar alimentos deja a los productores más que a tiro del suicidio económico.

La bendición de producirlos, de procesarlos y de que el mercado internacional los siga demandando no ha sido tomada en cuenta por la mirada corta de la diputada, ni tampoco que si la Argentina no los produjera y necesitara importar esos mismos alimentos a precios internacionales no habría dólares para gatillar la factura. La verdadera maldición es condenar una vez más al sector productivo.

Desde el punto de vista político, los dichos de Vallejos son nada más ni nada menos que la continuidad del discurso de la vicepresidenta en La Plata para llenar el tanque con el combustible cortoplacista que más le gusta para ganar elecciones (tarifas pisadas, precios regulados y alimentos baratos), aun a costa de sacrificar la inversión. Desde lo práctico, la manifestación también le bloquea a Martín Guzmán (o le ayuda a blanquear su incumplimiento) las promesas que le pudo haber hecho al FMI.

El mensaje para afuera es que, de aquí en más, el organismo se olvide de los superávits gemelos (fiscal y comercial). Al fin y al cabo, el rebrote de la pandemia, que se visualiza muy grave y sin vacunas a la vista, será una gran excusa para no arreglar nada.

Hugo Grimaldi para Rio Megro

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