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Este año se votará a favor o en contra de Cristina

No falta tanto tiempo para saber cómo sigue el derrotero político y económico en la Argentina. Fuera de las consecuencias imprevisibles de la dinámica de la pandemia, aparece una certeza bastante cercana: se votará en las primarias de agosto (si hay), y seguro en las parlamentarias de octubre o noviembre (si atrasan las elecciones).

OPINIÓN 01/04/2021 Guillermo Kohan*
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Como sea, se vota seguro. Y si ocurre lo mismo que viene pasando hace 38 años desde la recuperación de la democracia, se contarán los votos y se sabrá hasta dónde la gente apoya el giro a la izquierda tan radicalizado que pegó el Gobierno de Alberto Fernández en la gestión y en el mensaje político desde que asumió a la fecha; en definitiva cuánto apoyo tiene el modelo cada vez más estatista y autocrático que se referencia en la figura de Cristina Kirchner y sus herederos, en el intento de tomar definitivamente todo el poder en la Argentina.

Primero habrá que saber si puede repetirse con igual resultado favorable la máscara política de 2019, el truco de esconder el proyecto que lidera Cristina detrás de dos peronistas supuestamente moderados y pro capitalistas como Alberto Fernández y Sergio Massa. Difícil suponer que a una parte significativa del electorado que votó por Alberto se lo pueda engañar dos veces. Los independientes que definen la elección y votaron por el Presidente, porque el candidato prometía que no estaban eligiendo el regreso de la versión más dura de Cristina y La Cámpora, parecería no estar acompañándolo de nuevo.

Las encuestas que tiene hoy Casa de Gobierno confirman esta presunción: el único apoyo firme que le queda hoy al Gobierno y al Jefe de Estado es básicamente el electorado puro de Cristina, 30% a 35% según se opine mejor o peor de ella a nivel nacional, 45% promedio en el decisivo Conurbano.

El resultado de las parlamentarias este año, con o sin PASO, resulta determinante mirando el futuro formato político y económico que le espera a la Argentina. Cristina ya blanqueó varias veces su proyecto, y necesita aumentar su caudal en diputados y senadores para seguir avanzando.

Los analistas políticos explican en las empresas que en ningún caso el oficialismo podría llegar a lograr un caudal de votos que le permitiera llegar a mayorías especiales, los dos tercios en Senado y Diputados para directamente remover a la Corte Suprema y convocar a una Asamblea Constituyente de la noche a la mañana.

Pero ganar, perder o empatar las próximas elecciones para el espacio político que conduce Cristina no es de ninguna manera indiferente. Un triunfo electoral contundente, digamos superando 45% de los votos a nivel nacional, representaría un aval muy importante para los planes de la vice presidenta. Aun no logrando mayorías especiales, la capacidad de persuadir voluntades se multiplica con la elección ganada por amplio margen, con un Estado cada vez más poderoso, dueño, amo y señor de los destinos económicos de cada ciudadano.

Las encuestas que circulan parecen más bien indicar que hoy el Gobierno está más cerca de empatar o perder las próximas elecciones, que de ganarlas. No llega a 40% promedio en toda la provincia de Buenos Aires aún con la ayuda de Cristina en el conurbano más pobre; y está perdiendo o empatando en la llamada "Chetoslovaquia", la franja que incluye el centro del país más poblado: Capital, Córdoba, Santa Fe, Mendoza y Entre Ríos.

Aun ganando la elección en cantidad de votos, un triunfo para el gobierno que no supere 40% en todo el país será percibido como una derrota. Claramente un límite para el vamos por todo de Cristina más explícito que el que ya existe, el no tan holgado 48% vs 41% que dejó la elección del 2019 contra Mauricio Macri

En medio de la creciente inseguridad, la crisis económica y sanitaria, el oficialismo no tiene claramente un candidato mucho mejor que Sergio Berni para la provincia de Buenos Aires. El mal humor de Cristina con el Gobierno tiene mucho que ver con las encuestas que recibe. Teme un resultado electoral adverso para sus planes políticos.

No está claro si la forma en que la Vicepresidenta decidió ahora copar el Gobierno y la campaña va a servir para sumar o para restar votos al oficialismo. Históricamente Cristina se "abuenaba" en los años electorales. Hacía silencio o simulaba dialogar con la oposición y el establishment. Lo hizo en 2007, 2011, algo en 2017 y la ópera prima en la operación Alberto de 2019.

Esta vez eligió ser más auténtica. Ya no finge, aunque reconoce sus pecados en Disney y en Nueva York. Cree que la salida para el país es el modelo estatista y neocomunista de Axel Kicillof. Promueve la pesificación más o menos obligada y que los dólares sean solo del Estado. Que conviene confrontar contra el FMI y los acreedores, aunque se pague con default. Que nos puede salvar Rusia y China si Estados Unidos no nos ayuda. Y que hay que seguir quitándoles por la fuerza a los ricos con impuestos y controles de precios, para repartir entre los pobres.

La dominancia de lo que representa Cristina en la política exterior tomando las riendas de la Cancillería con las viejas ideas de la izquierda peronista de los 70' genera cada vez más preocupación en el mundo económico.

En lo inmediato peligra el futuro del Mercosur. La idea de modernizar el bloque que reclamó Luis Lacalle Pou coincide con lo que piden Brasil y Paraguay. Los socios del bloque se alejan de las ideas y posiciones ultra estatistas de la Argentina en materia económica, en contra de la libertad de comercio, y a favor de regímenes antidemocráticos que violan derechos humanos.

Una vez más se propone que la Argentina, como en la mayor parte de su historia del siglo XX, salvo en las administraciones de Carlos Menem y Mauricio Macri, se posicionen en contra de EE.UU. y los países de Europa Occidental. Que se asocie más todavía con a Pekín, Moscú, Teherán, La Habana y Caracas.

Esta radicalización aleja también al presidente Fernández de la administración Biden perdiendo otra gran oportunidad para el país; lo mismo que pasaba con Cristina y Barack Obama la última vez que un demócrata estuvo en la Casa Blanca.

Fracasó siempre la idea de suponer que la Argentina puede llamar la atención de los Estados Unidos, amagando con China y Rusia. Sobran ejemplos, de Malvinas a los desaires de Obama a Cristina por sus acuerdos con Irán y Venezuela.

El camino institucional que tiene en la cabeza Cristina para reformatear a la Argentina en todo este proyecto si gana las elecciones es aún más inquietante. Propone una reforma constitucional bajo la idea de discutir un nuevo "contrato social" que afectaría severamente los derechos de propiedad y las garantías republicanas tal como las conocemos y están escritas en la actual Constitución.

Habla insistentemente de la necesidad de resolver con un acuerdo político el problema de la Argentina supuestamente bimonetaria. En castellano: que la gente compra y ahorra dólares, mientras que la moneda que emite el país no la quiere nadie. ¿Cómo se propone el espacio político que lidera Cristina resolver ese problema una vez que pasen las elecciones y haya que destapar la olla del atraso cambiario? ¿Por las buenas, bajando la inflación para levantar el cepo?; o ¿por las malas como hasta ahora y en el pasado, extremando el cepo y la pesificación hasta límites impensables y cada vez más dramáticos?

Autócratas o demócratas. Estar con EEUU y Occidente, o más cerca de Rusia y China. A favor de las libertades individuales, o promoviendo más cepos: todo eso y nada menos se vota este año.

 

 

* Para El Cronista

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