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Lo que nos faltaba: curso de lawfare en la UBA

El condenado por corrupción y ex vice Amado Boudou dará clases de ética y justicia.

OPINIÓN 07/04/2021 Ricardo Roa*
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Éramos pocos y el condenado a cinco años y diez meses por corrupción y ex vicepresidente de Cristina Kirchner, Amado Boudou, dictará en la Universidad de Buenos Aires un curso sobre lawfare. Traducido: engaños para escapar a la Justicia.

De esto sabe. Consiguió colarse entre los primeros presos que se fueron a casa por el coronavirus, metido en los grupos de riesgo sin que corriera ningún riesgo. Un juez lo sacó de la cárcel con el insólito argumento de que su mujer precisaba ayuda para cuidar sus dos hijos. La casa donde viven tiene pileta, cinco dormitorios, quincho y hasta ascensor propio. ¿Tiene una casa así y no tiene plata para que ayuden a su mujer?

Boudou acumula media docena de procesos. Está condenado por la compra trucha de Ciccone, la única imprenta privada que fabricaba billetes. Fue tan escandalosa la maniobra que para taparla, Cristina debió echar al jefe de los fiscales, apartar al juez y al fiscal y estatizar finalmente la empresa.

Tiempo antes, cuando era ministro de Economía, Boudou armó otro negociado obsceno. Formosa le debía plata a la Nación y el gobernador Insfrán contrató a una consultora para que negociara esa deuda con Boudou y le pagó por la gestión casi dos millones de dólares. ¿A quién le cayó el regalo? A The Old Fund, el fondo que luego compró Ciccone.

En 2012, Hugo La Garza Sosa, el lugarteniente del Gordo Valor, jefe de una famosa súper banda, dio cátedra pública sobre el delito en una sede de la UBA. Fue invitado como un retirado del oficio, claro, en un festival sobre la novela policial. No es el caso de Boudou, que en 2016 dictó clases magistrales sobre “dominación imperial” en la Universidad de La Plata, la misma que le otorgó un premio a Hugo Chávez por defender la libertad de prensa.

En La Plata recibieron a Boudou con un cartel elocuente: “devolvé la plata”. Insistiría con otras clases en Santa Fe: la docencia (léase bien) es su pasión. Asumiendo una condición que no tiene, la de profesor, su presencia en la UBA es un sablazo simbólico sobre lo que sostiene a una universidad: el espíritu moral que anima a la enseñanza.

La Universidad de Buenos Aires ha sido y en buena medida sigue siendo una gran casa de estudios, que debería estar siempre abierta al debate de ideas, de todas las ideas. El seminario en el que Boudou vuelve al profesorado está restringido a militantes kirchneristas. Nadie le va a recordar o a preguntar sobre Ciccone, Formosa o el domicilio en un médano que declaró para escamotearle a su ex mujer la mitad del auto que le correspondía por la división de bienes.

Ninguno de los que hablarán irán a discutir y polemizar. Todos son del mismo palo. La orden del día será escucharse a sí mismo. Selfies orales. A eso prefiere dedicarse nuestra universidad mayor: todo lo contrario de lo que se espera de una universidad. Como tantas otras cosas públicas, el kirchnerismo las toma como de su propiedad, para su propaganda y catecismo.

La universidad pública de Berkeley, en California, es una de las más prestigiosas del mundo. Entre docentes y alumnos acumula 107 premios Nobel. A diferencia de la vecina y conservadora Stanford, en Berkeley predominan las tendencias progresistas. En los 60 fue vanguardia de las protestas contra la guerra de Vietnam. Organizó un debate sobre la participación norteamericana ¿y a quien invitó? A Robert Mc Namara, un halcón a favor de la guerra y también un intelectual y profesor universitario de verdad.

Con las clases de ética y justicia de Boudou en la UBA, hay una intención más honda y peligrosa del cristinismo: naturalizar lo excepcional y presentar lo corrupto como algo habitual y tolerable.

 

 

* Para Clarín

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