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Sin Lifschitz, el escenario electoral se transforma

POLÍTICA 10/05/2021 Agencia de Noticias del Interior
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La muerte de Miguel Lifschitz resetea de la peor forma la política santafesina y multiplica interrogantes en diferentes planos de la vida pública provincial.
En once meses, el Partido Socialista perdió a dos de sus principales figuras. Ambos, ex intendentes de Rosario y ex gobernadores de Santa Fe. Pero a diferencia de Hermes Binner, Lifschitz estaba lejos del retiro de la política. Desde la presidencia de la Cámara de Diputados el ingeniero esbozaba los planos de un regreso a la Casa Gris en dos etapas: en ese cálculo que el Covid se encargó de destrozar, el 2021 era el año de la pole position y el 2023 el de la bandera a cuadros.

 
La desaparición del principal líder socialista impacta en al menos tres niveles: el sistémico, el electoral y el partidario.

Desde el 2019, la política santafesina estuvo organizada en dos grandes polos: uno, alrededor de Omar Perotti; el otro, de Lifschitz. El rafaelino y sus principales espadas ubicaron temprano a Lifschitz como el principal opositor. Por lo bajo, en el campamento del antecesor de Perotti celebraban la centralidad que les otorgaba el gobernador y creían que cada ataque en lugar de debilitarlos los fortalecía.

La internación de Lifschitz primero, y el rápido deterioro de su salud después, aplacaron la tensión de una escena política cada vez más agrietada, a imagen y semejanza de la del Amba. En el peronismo santafesino pasaron a hablar de la connivencia socialista con el delito a sumarse al hashtag #FuerzaMiguel.

Se verá si de aquí en más habrá un cambio en la relación entre oficialismo y oposición, o si el efecto se irá diluyendo a medida que se acerque la hora de las urnas.

Sin Lifschitz, el escenario electoral se transforma. Su alta imagen positiva en una era en que las caras pesan tanto o más que los sellos forzaba, en el peor de los casos, una competencia entre tres. Incluso, algunos en las filas socialistas, y también en el radicalismo, se entusiasmaban con un mano a mano con el PJ.

Pero todo cambió. Aún con el dolor a cuestas, el PS deberá enfrentar el proceso electoral: definir alianzas, candidaturas, propuestas. Ahora son todos interrogantes, que se proyectan sobre todo el campo no peronista.

También el partido -que desde diciembre de 2019 trata de metabolizar el haber perdido la provincia y su bastión, la municipalidad de Rosario- deberá reordenarse. Lifschitz fue uno de los grandes ganadores de la elección de autoridades. En ese proceso, al que el PS no está habituado, el ex senador por Rosario recibió munición gruesa de sus competidores: lo acusaron, entre otras cosas, de manejar una mesa chica que excluía a corrientes internas y afiliados de decisiones clave y de querer llevar al PS un frente de frentes con el radicalismo y el PRO. Una idea que con su pragmatismo de ingeniero Lifschitz evaluó pero que la amenaza de un cisma en el PS lo obligó a archivar. Seguramente, la desaparición física del antecesor de Perotti hará primar las coincidencias sobre las diferencias.

Uno de los desafíos vitales de cualquier organización es darse un liderazgo, hombres y mujeres que mantengan unido al grupo y marquen un rumbo. Aunque estaba lejos del carisma del que hablaba el sociólogo alemán Max Weber, la figura de Lifschitz atraía por prepotencia de trabajo y una honradez que ninguna disputa política puso en duda. Con su muerte queda un vacío imposible de llenar por una sola persona: es una tarea tanto para la vieja guardia socialista como para la camada de dirigentes que orilla los 40 años años y que el ex gobernador promovió a lugares de alta exposición y responsabilidad política.

Por Mariano D'Arrigo para La Capital de Rosario

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