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Tres hitos que marcan un giro “anti Occidental” de la política exterior del Gobierno

POLÍTICA 28/05/2021 Mariano CAUCINO
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El embajador Sabino Vaca Narvaja promueve el 5G, la tecnología china que es resistida en el mundo

En una semana para el olvido en la política exterior argentina, el gobierno nacional ha desplegado tres hechos que marcan lo que parece ser un giro antioccidental de su comportamiento internacional.

El embajador argentino en China, Sabino Vaca Narvaja, realizó declaraciones en las que se deshizo en elogios hacia el liderazgo de Xi Jinping y promovió abiertamente adherir a la implementación de la red 5G de Huawei, un punto que genera un elevado nivel de conflicto con los Estados Unidos. Los dichos del representante argentino tienen lugar en momentos en que China y Estados Unidos mantienen una creciente rivalidad por la hegemonía global y en el marco de una profundización de la competencia estratégica.


La fascinación pro-china del representante argentino hizo que un corresponsal extranjero en Buenos Aires se preguntara si el funcionario actuaba como embajador de la Argentina en China o como embajador chino en la Argentina. Otro recordó la prueba a la que el mítico secretario de Estado de EE.UU. George Shultz (1982-1989) sometía a los embajadores que designaba. Antes de partir a sus destinos, los citaba en su despacho del Departamento de Estado y frente a un gigantesco mapa del mundo les consultaba a qué país irían a servir. Casi invariablemente, los designados jefes de misión señalaban en el mapa sus países de destino para ser corregidos por Shultz quien les recordaba que nunca debían olvidar que irían a servir a los Estados Unidos.

Pero la desembozada seducción de la agenda del Partido Comunista Chino (PCCH) no se limita exclusivamente a nuestro embajador en Beijing. Recientemente, el secretario de Cooperación Internacional del Ministerio de Defensa se ilusionó con la posibilidad de que las Fuerzas Armadas argentinas realizaran ejercicios conjuntos con sus pares chinos, extremo que inevitablemente despierta la inquietud de las autoridades de los Estados Unidos.

Otra manifestación contundente sobre el giro anti-occidental del gobierno nacional tuvo lugar esta misma semana a partir de la inexplicable decisión de retirar de la Corte Internacional de Justicia de La Haya la demanda por las persistentes y masivas violaciones a los Derechos Humanos en Venezuela que la Argentina había formulado en el año 2018 durante la Administración Macri.

Una vez más, la Cancillería argentina optó por un camino que coloca a sus responsables en el ejercicio de una suerte de rol de abogados de la dictadura de Nicolás Maduro, un gobierno despótico que tiene sometido desde hace muchísimos años a la población del que fuera un ejemplo de democracia en las Américas. Pero la actitud del gobierno nacional frente a la tiranía venezolana tampoco es un hecho excepcional. Por el contrario, la diplomacia de esta cuarta administración kirchnerista ha dado pruebas reiteradas de su adhesión al llamado “Foro de Sao Paulo” y al “Grupo de Puebla” a través de avales directos o indirectos a la interminable dictadura castrista cubana o a la autocracia matrimonial nicaragüense de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Al adoptar esta actitud, la Argentina parece abandonar el reclamo de libertad y respeto por los Derechos Humanos en Venezuela, una postura que nos aleja de los países democráticos de las Américas que mantienen el inquebrantable reclamo por el cese de la dictadura chavista y una salida institucional para el país.

Por último, el gobierno nacional decidió no condenar al terrorismo del movimiento islámico Hamas que desde la Franja de Gaza realizó un violento ataque terrorista contra el Estado de Israel entre el 1 y el 10 de mayo pasado. Pero el gobierno nacional parece inmune a la evidencia. Más de cuatro mil misiles fueron lanzados contra el territorio de un Estado soberano provocando muertes y decenas de heridos e incluso víctimas de su propia población. Sin embargo, en lugar de condenar al terrorismo, el gobierno argentino optó por cuestionar la “desproporción” en el ejercicio de defensa de las fuerzas armadas israelíes.

Según se informó, el Presidente de la Nación instruyó a su Canciller a votar a favor de crear una comisión en Naciones Unidas para investigar las presuntas violaciones a los derechos humanos cometidas por Israel cuando enfrentó los múltiples ataques terroristas ejecutados por Hamas desde la Franja de Gaza.

El voto marcadamente anti-israelí despertó naturalmente las peores sospechas, en especial por el recuerdo permanente de la firma del Memorando de Entendimiento que la Argentina firmara con la República Islámica de Irán en enero de 2013 cuando era titular del Poder Ejecutivo la actual Vicepresidenta y jefa política del kirchnerismo.

En tanto, al llegar a la Presidencia, el actual titular del gobierno manifestó que buscaría relaciones maduras y pragmáticas con las principales potencias y declaró una pretendida política “latinoamericanista”. Pero poco queda de aquella promesa. Al igual que en tantos otros aspectos, sus palabras parecen haberse esfumado. Y la realidad es que su política exterior lo ha llevado en el terreno de la práctica a reeditar las tendencias anti-occidentales que caracterizaron al período finalizado en el año 2015.

Resulta cuanto menos inexplicable encontrar la racionalidad de medidas de política exterior tan evidentemente contraproducentes para los intereses nacionales. Acaso sea más inentendible aún toda vez que los hechos tienen lugar cuando el gobierno argentino busca un aval de los Estados Unidos y de los principales países europeos para negociar con el FMI y el Club de París al tiempo que realiza gestiones ante las autoridades norteamericanas -e israelíes- para alcanzar esquemas de cooperación internacional en materia de provisión y donación de vacunas.

Fuente: Infobae

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