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Este Gobierno empuja a la clase media al abismo

OPINIÓN 08/06/2021 Cristina Pérez*
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Amo ser periodista y cada Día del Periodista reflexiono sobre esta profesión que es mi vida. Siempre -y esto no falla- la termina conectando con algo de la realidad.

Yo soñaba con ser periodista desde muy nena. Y cuando uno sueña algo siendo un niño, así como uno puede hacer de un patio un castillo, no hay sueño que sea imposible. En ese momento de la vida, nuestros sueños son posibles. Eso hace que uno se convenza y vaya, vaya y vaya.

 
Creo que hay dos cosas que traccionaron ya desde los años de la infancia mi vocación. En esa época de la vida en la que mayoría del tiempo todavía era el futuro. De alguna manera sabía que quería tener mi propia voz. Cuando uno es chico, va aprendiendo de a poco que para levantar la voz, para decir algo, para decir lo que uno piensa tiene que vencer barreras. Porque uno es chico, tiene miedo o debe vencer la sensación de que uno no va a ser aceptado, puede equivocarse o puede contradecirse.

Y yo entraba en esa zona de incomodidad. Y siempre sentía que valía la pena decir eso que me parecía justo. Asumía eso. A veces era en el colegio, a veces era en casa en una discusión con mi papá. Yo tenía esa certeza en el pecho siendo muy chica. Y hoy, siendo una mujer adulta, cuando miro la realidad me pasa exactamente lo mismo. Vuelvo a sentir en el pecho que vale mil veces más romper el silencio, plantear las dudas, observar y decir en voz alta lo que es más cómodo callar... Levantar la voz.

Y como me pasaba cuando era chica, hoy cuando elevo la voz siento que hay un montón de personas que tienen esa inquietud. No soy la única, no estoy sola. Es más: muchos otros también cuando escuchan que alguien da un primer paso se animan a elevar su propia voz.

La sensación de que tal vez somos muchos levantando nuestra voz dejando el temor atrás es lo más glorioso que uno puede sentir.

Con los años, desde esa búsqueda de la voz propia hasta ahora, sé que la voz propia de cualquiera de nosotros se juega la libertad. Ni más ni menos. Levantar la voz es la diferencia entre estar domesticados y ser quienes somos. Por eso me siento periodista hasta los huesos.

La voz propia es seguir un camino que va desde las preguntas a la comprensión, al descubrimiento de la verdad. Y la verdad no nos pertenece a los periodistas, les pertenece a ustedes, porque estamos acá para eso.

Esto que yo les digo no se reduce solamente a las noticias. A todos nosotros la vida nos propone elegir entre buscar y enfrentar nuestras verdades o dejarnos llevar de la nariz con cualquier excusa. Y se encarga la vida de hacerlo cada día de nuestra existencia esto.

Hoy siento que esos dos pilares de mi historia confluyen en la realidad de mi país. Hoy me pasó que muchos que me saludaron, quizás la mayoría, me dijeron: “No dejes de ser nuestra voz”. Y yo les puedo asegurar que sé y siento más que nunca que estoy para hacer las preguntas que ustedes esperan que yo haga, sin miedo, para rendir honor y servir a los ciudadanos que no están dispuesto a dar vuelta la cara y aceptar mansamente lo que venga.

Es una hora crucial para nosotros y para el mundo. Vivimos una época muy paradójica porque es un momento en el que sentimos que la libertad está bajo asedio, pero también despertando en miles de conciencias dispuestas a no dejarse avasallar.

Yo creo que hubo un tiempo, no hace mucho, después de la caída del Muro de Berlín, que creímos que la libertad estaba garantizada. Y hoy estamos descubriendo que por la libertad se lucha todos los días. Una de las grandes trampas de la libertad es hacerle creer a la gente que ya no hay nada que pueda hacer para cambiar la realidad. El resignado nunca es libre, ya se perdió a sí mismo. El que está obligado a sobrevivir por la pobreza, por la intemperie, por las carencias... ya ni siquiera puede pensar en el futuro. Está condenado a un presente perpetuo.

En estos días, yo sentía que por algo más que lo obvio me había sonado y me había caído pésimamente mal la forma en que el Presidente se había referido a nuestro país. Me resultó insultante la forma en la que Alberto Fernández habló, casi como comentarista de nuestra realidad, en una conferencia con Vladimir Putin en la que dijo que la Argentina es un país pobre.

Lo dijo como una sentencia, lo dijo como algo que no está dispuesto a modificar, lo dijo como algo que no lo escandaliza, lo dijo como un destino... Y uno no espera que un presidente deje de ofrecer un camino de salida y lo único que tenga para decir es que la realidad está cristalizada en la pobreza.

Uno espera de un Presidente un camino de salida, una idea de progreso, y hoy el Presidente y su gobierno no proponen una idea de progreso. El Presidente habló como si la pobreza fuera el destino y ése es el escándalo: porque el incremento de la pobreza ocurrió ante sus narices y no está haciendo lo más mínimo para que la Argentina salga de pie con sus fuerzas productivas, sus talentos y sus méritos. Pareciera que elige una Argentina de rodillas. Argentinos de rodillas.

Asistir es necesario pero no puede ser lo único. Asistiendo únicamente no se sale. Y lo que vemos es que al que produce, al que trabaja, sólo se lo castiga. Esquilman con impuestos al que todavía tiene trabajo. Encierran con falta de empatía a gente que se puede fundir para tapar la ineficiencia que tuvieron para traer vacunas y testear. Y demonizan al que levanta la voz.

A este Gobierno por momentos pareciera convenirle una Argentina pobre que dependa cada vez más del Estado. Si no fuera así, estarían haciendo algo más por la clase media que es el motor de todo país que realmente quiere salir de la pobreza. Y lo que hacen es empujarla al abismo. Y la clase media es la que hizo Argentina a la Argentina. Pero sólo la castigan.

El país es víctima de crisis económicas crónicas. ¿Saben qué? Ser víctimas es una tragedia, pero nunca puede ser una elección. Y no construir futuro es la trampa que está tendiendo el Gobierno. Si quisieran hacerlo, escucharían a todos los sectores y no cometerían los mismos errores que no solucionaron nada en el pasado. No perseguirían a los que trabajan, sino a los delincuentes... Y nada de esto están demostrando.

No es que a mí se me ocurre decirles que no les creo porque tengo una especulación, porque me caen bien o me caen mal. Me estoy refiriendo a lo que hacen y a lo que no hacen. Ahora nos queda estar alertas de que no suspenden las PASO con cualquier excusa y en el menor descuido no vuelven a intentar asestarle una herida mortal a la división de poderes. Lo que hace el Gobierno habla de lo que quieren. Y lo que no hacen también. Y no están haciendo nada por el futuro de la gente. La verdad es que sólo los mueve el futuro de su poder y de Cristina, que es una cosa muy distinta. Y como decía al principio: yo soy periodista para no callarme y aquí estamos.

Editorial de Cristina Pérez en su programa Confesiones, en radio Mitre

*fuente Infobae

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