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El oscuro laberinto de las vacunas

OPINIÓN 10/06/2021 Carlos Pagni*
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Ya es hora de que Alberto Fernández se desintoxique de tanto Litto Nebbia. Cuando ayer, delante del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, citó a su cantante favorito creyendo que citaba a Octavio Paz, el Presidente coronó una oleada de malentendidos que, con distinto grado de comicidad, ha anegado al país en estos días. Sostuvo que “los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva y los argentinos llegamos en los barcos”. En realidad, Paz dijo otra cosa, y fue para burlarse de los argentinos. Con todo el cariño del mundo, por supuesto, ironizó: “Los mexicanos descendemos de los aztecas, los peruanos descienden de los incas y los argentinos descienden de los barcos”. Más divertida que la equivocación fue la aclaración de Fernández. Demostró no entender lo que su referencia tenía de reprochable: se justificó con cifras de la inmigración europea, en vez de pedir disculpas a Brasil y su gente por la profundidad de sus prejuicios. Nada que sorprenda. En noviembre de 2019 elogió a Evo Morales diciendo que “es el primer presidente boliviano que se parece a los bolivianos”. Y esa vez Nebbia no tuvo nada que ver. 

El diputado Eduardo Bolsonaro, impulsivo hijo del presidente Jair, no esperó las excusas: ayer lo trató de racista y, hablando de barcos, dijo que el que se está hundiendo es la Argentina. 03, que es el nombre con que lo identifica su papá, quien tiene enumerados a sus hijos, mejoró mucho. Comparada con otras agresiones a Fernández, la de ayer fue de una inesperada sutileza. Más tarde se sumó el propio presidente Bolsonaro, en un tuit en el que él aparece con una comunidad indígena, acompañado por la palabra “selva”. Por suerte en Brasilia está el pacifista Daniel Scioli, quien con sus muletillas diplomáticas sabrá disolver estos conflictos.

Este paso de comedia hace juego con el contexto general. La visita misma del primer ministro Sánchez tiene los rasgos de un enredo. El líder socialista llegó acompañado de una comitiva de empresarios, como si se tratara de un viaje de inversores. Sin embargo, cada uno de esos ejecutivos llegó con su propia queja por el trato que reciben sus negocios. Como Fernández, también son prejuiciosos: temen que la Argentina termine en un régimen similar al de Venezuela.

Observada desde Madrid, la visita del socialista también es, en sí misma, un poco equívoca. Llegó a Buenos Aires y sigue hacia San José de Costa Rica huyendo de la tormenta que enfrenta en su propia tierra. Perdió Madrid a manos del Partido Popular y, debilitado, debe ceder a las exigencias del nacionalismo catalán indultando a los líderes que, hace cuatro años, se levantaron contra la Constitución con una declaración unilateral de independencia. Es probable que Fernández esté al tanto de estos sinsabores, aunque no los haya cantado todavía Litto Nebbia: se los debe haber explicado Ricardo Alfonsín, su embajador, con quien comparte eternas charlas telefónicas día por medio.

Sánchez hizo su aporte al sentido del humor. Con la generosidad de un emperador benigno, recordó que España donará 20 millones de dosis a través del mecanismo Covax, de la OMS. No tenía por qué saber que la mayor parte de esas vacunas son Pfizer, Moderna o Johnson y que, por lo tanto, los argentinos no tendrán acceso a ellas. El dedo en la llaga.

El escándalo por la compra de vacunas ofrecería otra trama muy jocosa, si no fuera porque el coronavirus ya se llevó más de 83.000 vidas. El Poder Ejecutivo envió un proyecto al Congreso para regular las compras a los laboratorios. El Congreso modificó el texto, de tal manera que quedaran excluidas las empresas multinacionales que no tienen contacto con la política local. El caso más notorio fue el de Pfizer, que ofreció entre 12 y 14 millones de dosis, por haber realizado buena parte de su desarrollo científico en el país.

Según explicó el Ministerio de Salud, en respuesta a un pedido oficial de información del diputado Juan Manuel López, de la Coalición Cívica, el motivo principal por el que esa farmacéutica no puede contratar con el Gobierno es que los diputados retiraron del proyecto una cláusula que otorgaba inmunidad para un delito tan gaseoso como la “negligencia”. La modificación “se coló”, como dice el presidente de la Comisión de Salud, el diputado tucumano Pablo Yedlin, por iniciativa de Cecilia Moreau. Pero alguien que conoce como nadie la Cámara, observa: “Es impensable que Cecilia haga esa jugada sin la aprobación de Sergio Massa”.

Lo que sucedió con Pfizer desde ese momento es discutible. Funcionarios que han negociado con los ejecutivos del laboratorio aseguran que, hasta hace pocos meses, ellos no manifestaban demasiado interés en vender vacunas en la Argentina. Las mismas fuentes dicen que esa actitud cambió en las últimas semanas, sobre todo desde que comenzó a saturarse el mercado norteamericano. Habrá que ver si la dificultad para el contrato se reduce a la palabra “negligencia” o si hay otros impedimentos. Son anécdotas.

El costado hilarante de esta peripecia es que, si hubo un responsable jurídico de que los argentinos no tuvieran acceso a la vacuna de Pfizer, ese responsable fue el Congreso. Con mayor precisión: la Cámara de Diputados, liderada por Massa. El mismo Massa que, combinado con diputados de la oposición que votaron la ley con el oficialismo, convocó anteayer a los laboratorios, entre ellos a Pfizer, para que expliquen por qué no alcanzan las vacunas.

Entre los asistentes estuvo Marcelo Figueiras, titular del laboratorio Richmond. Es decir, el encargado de realizar la producción de la vacuna que se investigó en el Gamaleya. Daniel Gollán, el ministro bonaerense de Salud, informó en abril que Figueiras capturó ese negocio porque “le pasamos el dato” de que los rusos estaban dispuestos a tercerizar la fabricación de su producto en la Argentina. Al empresario le preguntaron en la Cámara la razón de esa predilección. Si la impresión de no haber entendido la pregunta, porque contestó lo siguiente: “Yo enmarco esos dichos del señor ministro en la buena noticia del encolumnamiento de todo el sector político, empresarial, detrás de esto, para que nos vaya bien a todos”.

Figueiras despejó varias imprecisiones. Por ejemplo, aclaró que él consiguió a una empresa con capacidad disponible para el enfrascado de las vacunas. No la mencionó, pero es MR Pharma, de Sebastián Martínez Ríos. Quiere decir que la vacuna se diseña y produce en Rusia y se enfrasca en MR Pharma. No está claro, es cierto, qué rol cumple Figueiras con su Richmond. Sí se sabe que él está recaudando los fondos para construir la planta que le permitiría en el futuro producir la vacuna en el país. Por lo menos tres grandes empresarios recibieron la visita de Figueiras y fueron invitados a participar en el proyecto con el argumento de que “Cristina vería con muy buenos ojos que te comprometas”. En otras palabras: “Encolumnate para que nos vaya bien a todos”.

La escena montada en Diputados para debatir con los laboratorios es otro movimiento del astuto Massa en su distanciamiento del escándalo oficial. Con el mismo espíritu viajará a Washington y New York este fin de semana. Massa organizó su propia agenda, apoyándose también en contactos que cultivan José Luis Manzano y Gustavo Cinosi, quien entró en la lista negra kirchnerista por su vínculo con Luis Almagro, el secretario de la OEA.

El presidente de la Cámara de Diputados se reunió con Felipe Solá para disipar molestias de la Cancillería. Y estará en contacto permanente con el embajador Jorge Argüello, con el mismo propósito. Se verá con los responsables de América Latina de la Casa Blanca y el Departamento de Estado. Su máxima aspiración: algún contacto con la Secretaría del Tesoro, para facturarle a Fernández, pero sobre todo a Martín Guzmán, a quien no tolera, un avance en las negociaciones con el Fondo. En Manhattan, prevé un encuentro con inversores financieros. Como cuando visitaba a Vilma Martínez, junto a Jorge Brito, en la embajada en Buenos Aires, hará notar que él tiene sus propias posiciones en relación con Rusia, Medio Oriente y Venezuela.

Ninguna de estas entrevistas sale de lo convencional. En cambio, puede animar a alguna curiosidad el encuentro previsto con el senador Bob Menéndez. Demócrata especializado en relaciones con América Latina, Menéndez forma parte del círculo de los Clinton. No hizo campaña por Joe Biden y se odia con Barack Obama, al que acusa de haber instigado las 18 denuncias por corrupción que pesan en su contra. Fue el abanderado contra el Obamacare. Representa al estado de New Jersey, sede principal de la industria farmacéutica. Cuando se repasan quiénes han sido los principales aportantes de campaña de Menéndez aparece un nombre a la cabeza de la lista: Pfizer. En todas partes hay encolumnados.

 

 

* Para La Nación

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