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La elección del enemigo imaginario

OPINIÓN 15/06/2021 Luciana Vázquez*
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Es temporada alta electoral y el kirchnerismo bosqueja la oposición política que calza mejor con su estrategia. Si vacunas son votos, el principal enemigo que erige el kirchnerismo este año será una oposición política identificada como antivacuna. En la estrategia kirchnerista, la culpa de la vacuna que no llega al brazo del votante es de la oposición antivacuna que asusta a la gente antes que de la falta de vacuna, responsabilidad de los Fernández.

El dibujo no se sostiene. El 90% de los argentinos está dispuesto a vacunarse. El dato llega desde el Estudio Zuban Córdoba y Asociados, una de las pocas encuestadoras que acertó en el resultado de las PASO 2019. De acuerdo con la consultora de Gustavo Córdoba, el enemigo antivacuna de Cristina Fernández alcanza apenas al 7,5% de la sociedad: ese es el porcentaje de argentinos que dice que no se va a vacunar. Es decir, la oposición política pretendidamente antivacuna a los ojos kirchneristas, Juntos por el Cambio y la periferia libertaria, tendría poquísimo impacto en la ciudadanía a la hora de querer o no querer vacunarse.

Es la primera vez que la vicepresidenta se explaya sobre la pandemia y dedica casi la totalidad de su discurso a la campaña de vacunación. Sus palabras vacunatorias se extendieron durante unos 19 minutos. El “casi” se lo llevó el otro enemigo imaginado, que vuelve insistente en cada gestión kirchnerista, pero cuya potencia depende cada vez más de los fantasmas propios que se inventa el kirchnerismo antes que del verdadero poder de fuego de esos espectros imaginarios: los medios de comunicación tradicionales considerados opositores, y Clarín como su arquetipo. No importa cuánto se haya reconfigurado la escena mediática con la expansión de las redes sociales y una democratización de las agendas liderada por el ciudadano twittero, que no se allana tan sencillamente al control de esos medios tradicionales, el kirchnerismo sigue eligiendo a los diarios como sus molinos de viento. Pero esa es otra historia: la expresidenta les dedicó a los medios apenas cuatro minutos de un discurso de 19 minutos.

Lo cierto es que el eje del primer discurso de la vicepresidenta anclado en la pandemia y la campaña de vacunación plantea un adversario político presentado como antivacuna o, por lo menos, divulgando información falsa que mete miedo en la gente, la que es feliz con la vacuna y luego, vota: ese es el razonamiento oficialista. Vacunas, plata en el bolsillo, clases presenciales: esa es la zanahoria electoral para la gente; unidad en las listas kirchneristas, la otra pata de la fórmula que el oficialismo quiere ganadora en las legislativas de este año.

En medio de la brisa platense que a la vicepresidenta le hizo recordar los fríos de Santa Cruz, fueron 15 minutos de discurso vicepresidencialista con foco en las vacunas, la resistencia a vacunarse y la responsabilidad depositada entre el temor de la gente y una oposición que, supuestamente, alienta la actitud antivacuna.

Antivacunas son los otros

La ministra de Salud, Carla Vizzotti, venía anticipado esa narrativa que culpabiliza del resultado de la campaña de vacunación a la entelequia de la oposición política antivacuna. “Bajen la obsesión y la tensión”, le dijo públicamente Vizzotti a la oposición en relación al tema vacunas en medio de la polémica en torno al affair Pfizer. La ministra se mostró más preocupada por analizar el funcionamiento de la oposición en el reclamo por las vacunas que por revisar la estrategia del gobierno.

Ayer, las palabras de Cristina Fernández enunciaron explícitamente dos horizontes estructurales que organizarán la narrativa electoral. La vicepresidenta lo dijo explícitamente: “historia y coyuntura”.

La “historia” se aplica sobre un eje reciente, la comparación entre la política del oficialismo versus la política de la gestión de Cambiemos. En La Plata, el eje fue puntualmente la política sanitaria.

Con “historia” se refiere a la apelación, para refutarlo y destruirlo, al legado cambiemita de la gestión sanitaria de María Eugenia Vidal en Provincia de Buenos Aires y Mauricio Macri a nivel nacional: hubo referencias tanto de Cristina Kirchner como del gobernador Axel Kicillof a las deudas sanitarias que habría dejado la administración Macri-Vidal. Una versión del uso del pasado, pero en este caso, el uso del pasado sanitario más reciente.

Lo interesante fue que los límites de ese uso, es decir, la exposición de ese abuso quedaron a la intemperie en el mismo discurso de Cristina Fernández. La vicepresidenta quiso usar la inauguración de las mejoras edilicias del Hospital de Niños Sor María Ludovica como muestra del poder constructivo del kirchnerismo que llega para terminar lo que otros, Pro y Cambiemos, dejaron en el camino. Pero el plato se lo sirvió mal el gobernador, que trazó la cronología precisa de las obras: planificadas en 2010, iniciadas en 2017, con Macri y Vidal, abandonadas según Kicillof en agosto de 2019, terminadas ahora.

El kirchnerismo quedó expuesto con la cronología: si la planificación de las obras del hospital platense se hizo en 2010, ¿por qué pasó toda la gestión de Daniel Scioli en PBA y la última presidencia de Cristina Kirchner sin que se iniciaran? La vicepresidenta tuvo que hacer un rulo para hacer historia: “Me acabo de enterar que había sido planificada en el año 2010. Pero lo cierto es que uno puede planificar, pero lo importante es cuando las cosas comienzan, las haga quien las haga”: no alcanzó el malabarismo argumentativo de la vicepresidenta para invisibilizar las propias responsabilidades del kirchnerismo en los dramas sanitarios de la provincia.

La historia llevó también a una referencia a la infancia de la vicepresidenta y sus años de escuela primaria y la epidemia de polio. Fernández recibió la Sabin oral en el hospital platense que visitó ayer. “Imagínense que la campaña de poliomielitis fue después del derrocamiento de Perón. Se imaginan la grieta que había en el país. Cuando yo iba al colegio primario, vacunaban en el colegio obligatoriamente y a nadie se le ocurría decir ‘no me doy la vacuna’”.

Con esa referencia histórica, Cristina Kirchner instaló el momento narrativo de la “coyuntura”: la necesidad actual de contar con una oposición que no sea antivacuna. Hubo reproches por la desconfianza ante las vacunas en los primeros meses de la campaña.

Argentinos provacuna

De acuerdo con la vicepresidenta, el cambio de clima social en torno a la vacunación se dio con la publicación de The Lancet, que divulgó los resultados prometedores de la vacuna Sptunik V, la única que el gobierno consiguió al principio de la campaña. Según la vicepresidenta, luego de ese artículo, se duplicó la inscripción para recibir la vacuna.

Aunque la expresidenta intentó sintetizar en ese argumento la actitud anticientífica y antivacuna de la sociedad y de la oposición que a sus ojos la aguijonea, en realidad terminó dando una prueba de la responsabilidad de su gobierno en la lentitud del programa de vacunación. Si hay confianza en la vacuna, basada en evidencia incuestionable como la de The Lancet y si hay vacunas, los argentinos se vacunan y la oposición baja la tensión, como quiere Vizzotti.

La disposición vacunatoria de los argentinos constituye una demanda insatisfecha precisamente porque el gobierno de Alberto Fernández falló en la compra masiva de vacunas. Así lo demuestra la pregunta que planteó Zuban Córdoba: “Si hoy estuvieran disponibles más vacunas, ¿usted se vacunaría contra el Covid-19?” El 22% dijo que ya se había vacunado pero el 66,8% dijo que lo haría, pero no lo hizo, precisamente, porque no hay vacunas suficientes.

En definitiva, si hay algo parecido a los antivacunas con peso suficiente para torcer el rumbo de la vacunación no son los grupos minoritarios de verdaderos antivacunas, lejísimos de la oposición política. Lo más antivacuna parece ser hoy un gobierno que no vacuna. Un gobierno que controla la oferta de vacuna, pero no hizo su trabajo para obtener el producto ofertado.

La lógica oficialista es clara: en la estrategia del discurso de la vicepresidenta en La Plata, la falta de avance en la vacunación es una cuestión de motivación y comportamiento de la sociedad, fogoneada por la oposición política. Al contrario, la postal de una Argentina dispuesta a vacunarse, la que muestra la encuesta, revela que la responsabilidad de la falta de avance de la vacunación es atribuible, como mínimo, a la impericia del gobierno para conseguir vacunas o, en el peor de los casos, a la oscuridad de los procesos de compra de vacuna de la gestión de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

La semana pasada se viralizó una campaña para alentar la vacunación. La campaña es francesa y tiene sentido que el gobierno de Emmanuel Macron ponga las fichas. Francia es uno de los países menos proclives a aceptar la vacunación. Según información publicada por CAF, el Banco de Desarrollo de América Latina, Francia es el segundo país más resistente a la vacunación después de Japón entre los países de la OCDE. El 51,7% no confía en la seguridad de las vacunas.

Pero ese no es el problema argentino. Ni tampoco latinoamericano. Según CAF, solo el 16 por ciento de los latinoamericanos está en desacuerdo con la vacunación. En los países de la OCDE, que integran en su mayoría las economías más desarrolladas del planeta, quienes están en contra llegan a un 30%, en promedio. En Argentina, esa cifra llega apenas al 11% contra el 23% en Chile. Es decir, de haber vacunas, en Argentina la predisposición a vacunarse sería mayor que en Chile, que hoy lidera la campaña de vacunación en la región.

El dato de cuán bien dispuestos están los argentinos a vacunarse es central: expone a las claras la ineficiencia del Gobierno. La gestión sanitaria de los Fernández dejó pasar una oportunidad única: la altísima disposición de los argentinos a vacunarse.

Oportunidades claves en una pandemia, pero perdidas y desperdiciadas que se superponen. La excelente predisposición argentina a las vacunas. La ventaja de estar en la periferia sur y ver de lejos el futuro, la marcha de la pandemia en el Hemisferio Norte. Ninguna de esas dos ventajas competitivas en la lucha contra el coronavirus fueron aprovechadas por la administración de Alberto Fernández.

 

 

* Para La Nación

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