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La justicia amenaza el futuro político de Trump al imputar a su emporio y su jefe financiero

INTERNACIONALES 02/07/2021 María Antonia SÁNCHEZ-VALLEJO
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El expresidente Donald Trump ha salido este jueves indemne de la imputación de la Fiscalía de Manhattan contra su emporio inmobiliario y su responsable financiero por fraude y delito fiscal. Pero la acción de la justicia puede entorpecer sus planes políticos, incluida su hipotética candidatura a la Casa Blanca en 2024. El fiscal ha acusado a la compañía de mantener durante 15 años una trama “aplastante y audaz” para defraudar al fisco, y al jefe financiero, de ocultar ingresos por valor de 1,7 millones de dólares, lo que le permitió evadir unos 900.000 dólares en impuestos. Allen Weisselberg, mano derecha del magnate, se entregó en la oficina del fiscal tras concluir una investigación criminal sobre presuntos pagos suntuarios no declarados. El republicano no ha sido imputado, ni tampoco sus hijos, a los que situó al frente de la compañía cuando llegó a la Casa Blanca, pero su nombre ha quedado empañado precisamente cuando volvía al ruedo político, en campaña para las elecciones de medio mandato de 2022.


A Weisselberg se le acusa de recibir beneficios tales como apartamentos, coches de lujo y matrículas en colegios privados para al menos uno de sus nietos sin declararlos a Hacienda, ahorrándose unos 900.000 millones de dólares. La presentación de cargos contra la Organización Trump era un secreto a voces en la ciudad después de que a finales de mayo la Fiscalía convocase a un gran jurado. Weisselberg, de 73 años, servidor fiel del magnate durante casi cinco décadas, ha comparecido esposado a mediodía de este jueves junto a sus abogados y los de la empresa para escuchar la quincena de cargos, después de haberse entregado, a las 6.20 de la mañana (mediodía en la España peninsular), a las autoridades.

El viejo escudero de Trump, quien ha calificado las acusaciones de “caza de brujas”, se declaró no culpable, mientras fuentes de la organización las calificaban de políticas, con el único objetivo de perjudicar al expresidente. Weisselberg ha negociado los préstamos de Trump, es cofirmante de sus cuentas, ayuda a tramitar sus impuestos y, junto con los hijos de su jefe, ha supervisado el fideicomiso que mantenía todos sus activos mientras el magnate ocupó la Casa Blanca. Única persona ajena al clan familiar con acceso directo a las finanzas del grupo, su protagonismo le convierte en perfecto chivo expiatorio, en beneficio de su patrón, que ya en febrero tildó de “fascista” y “políticamente motivada” la causa del fiscal de Manhattan; “la mayor caza de brujas en la historia de EE UU”.

Pero, pese a la declaración de inocencia de Weisselberg, el calibre de los cargos podría terminar de convencerle para que acepte colaborar con la justicia, algo a lo que se ha negado hasta ahora. Nadie mejor que él, el hombre al que Trump aplaudía públicamente por hacer “lo que fuese necesario para proteger la cuenta de resultados”, para desentrañar el entramado de negocios inmobiliarios que catapultó a la fama a Donald Trump como empresario de éxito y, ulteriormente, le llevó a la Casa Blanca. La imputación será una prueba de fuego para la lealtad de Weisselberg, a través de quien los fiscales esperan averiguar si estos pagos en especie constituían una práctica habitual en la cúpula del grupo.

“El fiscal de distrito está iniciando un proceso penal sobre beneficios para empleados que ni Hacienda ni ningún otro fiscal de distrito se plantearían esgrimir” penalmente, ha dicho la Organización Trump mediante un comunicado, en el que califica a Weisselberg de “peón” en una causa destinada únicamente a perjudicar a su jefe. “Esto no es justicia, es política”, remacha la firma.

La imputación de Weisselberg, además, no pone punto final a las investigaciones. El fiscal de distrito de Manhattan, Cyrus Vance, que se retira este año, se ha empleado a fondo en su último gran caso, en paralelo a las pesquisas de la fiscal general de Nueva York, Letitia James. Las dos investigaciones en curso sobre presunto fraude fiscal confluyeron en mayo, cuando la oficina de Vance abrió una de carácter criminal para determinar si el exmandatario podría haber infravalorado algunas propiedades de su patrimonio para eludir en parte el pago de impuestos. Ambas instancias investigaban desde hace más de un año los negocios de Trump por irregularidades fiscales y bancarias. Tanto James como Vance son demócratas, una munición añadida para el magnate.

La solvencia de la marca Trump está en juego. Incluso aunque aproveche la imputación para alimentar el victimismo ante sus seguidores, el republicano podría verse lastrado por la distracción de un juicio si intenta lanzar su campaña a la presidencia en 2024; pero asimismo económicamente, como cuando en enero, tras el asalto de sus seguidores al Capitolio, el rechazo político se convirtió también en repudio empresarial.

Trump no ha expresado su intención, pero muchos dan por seguro que concurrirá de nuevo a la presidencia… si la marca no se ensucia demasiado por la acción de la justicia. Su imagen de empresario independiente, con la fortuna necesaria para no depender del favor de las élites, logró convencer en 2016 a un electorado empobrecido por los efectos de la Gran Crisis, y se convirtió en su principal activo. Su implicación en un caso de fraude fiscal le haría perder enteros ante esa base de votantes -clase trabajadora no urbana, periférica- doblemente golpeada, ahora por los estragos económicos de la pandemia.

Trump regresó el sábado a la arena política, en su primer mitin desde el asalto al Capitolio del 6 de enero, para ajustar cuentas con los renegados republicanos que le han dado la espalda. Pese a las dudas sobre el alcance de su liderazgo en el partido, el expresidente sigue haciendo limpieza en la cúpula. En mayo fue expulsada Liz Cheney por refutar las denuncias infundadas sobre el fraude electoral de noviembre. Pero como las cabezas de una hidra, los reveses se le multiplican a Trump y la denostada Cheney formará parte del comité que investigará la algarada del Capitolio. Este sábado, en Ohio, el expresidente se dio un baño de multitudes durante el que despotricó no tanto contra su sucesor, Joe Biden, sino contra los desafectos que en enero votaron a favor de someterle a un nuevo impeachement por arengar a sus seguidores antes del asalto al Capitolio.

Fuente: El País

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