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El maravilloso país paralelo de Alberto

OPINIÓN 28/08/2021 Fernando González*
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A veces, y cada vez con mayor frecuencia, parece que Alberto Fernández se mueve en un universo paralelo. Un país diferente al del resto de los argentinos. Como Jim Carrey en The Truman Show, aquella película inquietante de fines de los noventa, en la que un productor televisivo había creado un mundo solo para el protagonista de ese reality dramático al que seguían millones de espectadores.

En el país reality de Alberto, el Presidente puede celebrar el cumpleaños de su pareja y tomar champagne con una decena de amigos y su perro mientras amenaza a miles de argentinos para que se queden en sus casas. No importa que los habitantes que están más allá del decorado se contagien de Covid, se internen o se mueran. Fernández dirá que lo lamenta y un actor que hace de abogado provocador ofrecerá un pedazo del sueldo presidencial que le pagamos entre todos para compensar el daño.

Y eso no es todo. En el país show de Alberto la ministra de Salud puede volver de un viaje a Rusia y dar una conferencia de prensa sin someterse a la cuarentena a la que todos estamos obligados. Carla Vizzotti mira a cámara y, sin que le tiemble un solo músculo de la cara, suelta casi con una sonrisa: “No hay argentino que no haya cometido un error en pandemia”. Parece una broma, pero no lo es. En la Argentina real hay quince mil personas procesadas por vulnerar el aislamiento y más de ciento once mil muertos. Los errores se pagan detrás de la escenografía. Y se le perdonan al elenco de esa ficción que se vuelve más fantasiosa cada día.

La publicidad del país paralelo de Alberto se usa para la campaña electoral. “Estamos saliendo”, dicen los candidatos, siempre sonriendo y apretando el puño. Juran que está casi toda la Argentina vacunada, que se pueden abrir las escuelas y los restaurantes que ellos habían cerrado sin criterio científico, y Vizzotti vuelve a pegarnos otro cachetazo. “No se necesitan terceras dosis”, recita el libreto, mientras el resto del planeta se vacuna masivamente para hacerle frente a la variante Delta. La misma que acá ya es comunitaria.

La Argentina Truman Show necesita fútbol, claro. Por eso, se acelera el regreso del público a las canchas, donde el privilegio lo tendrán los barrabravas. De hecho, ya lo tienen entre los centenares de “allegados” que pueden entrar a los estadios para observar los partidos del torneo local. Pero el gran espectáculo que se prepara es la presentación de la Selección en el Monumental, con hinchada elegida a dedo y Lionel Messi como estrella invitada. A solo tres días de las PASO y como si el Covid fuera una pesadilla del pasado. Todo es posible en el universo paralelo de Alberto.

Y si en el reality nacional surgen inconvenientes, siempre hay que huir hacia adelante. Todas las encuestas, hasta las propias, reflejan la caída de la imagen presidencial por la indignación encendida con el fuego de las velitas de Olivos. Nada mejor entonces que salir a hacer campaña por la reelección de Alberto. Todos entonan la misma canción surrealista. Los ministros Ferraresi y Zabaleta. El candidato Arroyo. El gobernador Jalil. Y hasta Sabina Frederic, incapaz de resolver un solo problema de seguridad en dos años, pero atenta cuando se trata de defender a los carpinchos de Nordelta y surfear sobre las aguas del ridículo.

Esta semana, el Presidente hizo campaña en el interior para no enfrentar los rigores del malhumor creciente en el Conurbano bonaerense. El país de Alberto le preparó en Catamarca una recepción con bombos y platillos de los militantes mientras, en la oscuridad que gobierna el detrás de las cámaras, atronaban los gritos y los insultos multiplicados a través de cientos de videos en las redes sociales.

Para sortear el riesgo del aburrimiento, el reality de Alberto incluye divertimentos extra como Luis D'Elía sacándose la tobillera electrónica, las patotas del “Pata” Medina amenazando con venganzas si no les devuelven los privilegios de antaño y una profesora en La Matanza bajando línea política a los gritos como si fuera un personaje de Capusotto. Hay que reconocerlo. El guion es tan pero tan convincente que parece escrito por Cristina.

En aquel show genial e inolvidable, Truman se escapaba en el final de la película y se lanzaba a la aventura más fascinante. La de vivir su propia vida. Alberto insiste en caminar por su insular país de ficción, donde el único destino posible parece ser la degradación. Todas las señales indican que esta vez no habrá epílogo feliz. Y que la tormenta lo atrapará, sin atreverse jamás a abandonar el decorado.

 

 

* Para Clarín

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