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Argentina quedó al margen del mundo y sus políticos, al margen del pueblo

OPINIÓN 21/09/2021 Eduardo Reina*
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Existe un dicho muy conocido en el poker del afamado jugador texano “Amarillo” Slim que al sentarse a jugar en una mesa dice: “mirá alrededor tuyo, si no detectás al novato, levántate porque el novato  sos vos”. Igual pasa en política, si no podés identificar a los que están sentados alrededor tuyo y ver claramente  a los que podés vencer, es mejor no sentarse a esa mesa y poner a prueba tu inteligencia, porque vas a salir perdiendo. 

En este caso quien no pudo identificar al novato fue Alberto Fernández, pero cuando logró darse cuenta de esto ya había perdido en pocas manos su gabinete y lo que restaba de su imagen presidencial.  Las fichas de Cristina crecieron estrepitosamente y mientras tanto, Sergio Massa, sobrevolando sin compromiso, a la sombra de la embestida kirchnerista, acumuló disimuladamente algunas pocas fichas que lo acercan en su paciente construcción egoísta  hacia la acumulación de poder

Pese a la cuota de humor con la que intentamos afrontar las sorpresas que nos da la vida en este país, lo sucedido esta semana no es algo menor ni una simple intriga palaciega alejada de la vida de las personas. Lo que sucedió no fue una disputa de poder entre Alberto y Cristina, lo que sucedió fue nada menos que un conflicto entre el presidente del país y su vicepresidente. Si no ponemos en estos términos los hechos de esta semana, no podremos dimensionar la gravedad institucional de lo que pasó ni darnos cuenta de que es parte de una severa interna dentro del Frente de Todos que no parece estar tan cerca de su solución definitiva. 

Mientras Argentina  se preocupa una vez más por los conflictos de internas, el mundo se mueve, nos mira y nos juzga. Hasta el martes en que se desató el conflicto con las masivas renuncias de los funcionarios kirchenristas, estaba planeado en la agenda internacional que el presidente viajara junto con el ahora ex canciller Felipe Solá para ultimar los detalles y suceder al presidente de México, López Obrador, en la presidencia de la CELAC. Producto de estos conflictos no solo nos quedamos sin que se presentara el presidente, sino que el canciller que enviamos para tratar de conservar ese puesto, recibió en el viaje la noticia de que lo reemplazarían en sus funciones. Con este gesto Argentina se quedó sin la presidencia del organismo internacional: Este hubiera sido el logro más importante del oficialismo en relaciones internacionales del año, pero el ex canciller, tras renunciar por mail, decidió encerrarse en el hotel para disfrutar de su retiro anticipado en la piscina y por qué no de una siesta y dejar la cumbre en manos ajenas.

No importa tanto la situación en particular con la CELAC, sino que es una muestra de cómo estas disputas internas repercuten en nuestra vida y en la imagen que la Argentina da hacia el mundo. Una vez más nos quedamos sin poder salir, con un país preso de los  conflictos internos de la política.

 Lo sucedido en la cumbre de la CELAC muestra a las claras que el mundo no nos va a esperar a que resolvamos sin incertidumbres nuestros conflictos. El mundo sigue adelante y nos deja a un lado, lo mismo que la vida de los argentinos que deja de lado las actitudes inmaduras de los dirigentes para seguir ocupados en la vida diaria. 

La política nacional y sus internas empiezan a ser para los ciudadanos como las novelas que se ponen de fondo para evitar el silencio mientras hacemos alguna tarea del hogar. Los temas se suman como un ruido de fondo en el que ya no se pueden distinguir los escándalos: El vacunatorio vip, las malas contrataciones de vacunas, la fiesta presidencial en cuarentena, etc. Escándalos que ahora culminan con esta espantosa y ruidosa  puesta en escena de una interna de coalición en plena crisis económica y social que se hace evidente por el revés electoral. 

Todo esto deja a la Argentina al margen del mundo y a los políticos al margen de las personas que apenas tienen tiempo que dedicar para entender estas farsas de la política nacional.

El peronismo por su parte parece estar muy atrás en el ruido de fondo, casi indistinguible y en caída libre. Parece haberse roto la máxima de la política argentina que decía que el peronismo unido es invencible

El Partido Justicialista marcó los últimos tres cuartos de siglo de la historia argentina desde que  se recuperó la democracia en 1983. En esas ocasiones lo que determinó su victoria fue su capacidad de ir  reinventándose para imponerse en seis de las nueve elecciones presidenciales: Carlos Menem (1989 y 1995), Néstor Kirchner (2003), Cristina Fernández (2007 y 2011) y ahora con el triunfo del Frente de Todos en 2019. Al punto tal de que solo tres presidenciales quedaron en manos de un partido o coalición no peronista: Alfonsín (1983), De la Rúa (1999) y Mauricio Macri (2015)

El peronismo nació como representación política de una clase obrera incipiente que se había formado por el éxodo a las grandes ciudades de nuestro país. Perón (1946-1952), utilizó una política económica keynesiana con la que el país inició un proceso de creación de industria mediante la sustitución de importaciones y una fuerte presencia intervencionista del Estado. Ese peronismo también fue cuestionado  por no respetar valores republicanos además por tener actitudes y posiciones  autoritarias.

Una de las claves de por qué al peronismo le va cada día peor en el mundo moderno es porque esta época se rige con otros parámetros: la tolerancia, la justicia, la libertad, la igualdad, la ética, la innovación tecnológica, la libre competencia, y la búsqueda de cambios sociales, entre otros.  Las sociedades modernas aspiran a una  justicia y un bienestar claro e inmediato y no una promesa para dentro de años o un lugar en la historia.

La ética de la actualidad reafirma el bienestar individual de todos, sin excepciones ni exclusiones de ninguna clase. Las garantías de igualdad que antes se conseguían mediante las estructuras partidarias generando un sistema clientelar, hoy en día son reemplazadas en el mundo por los medios  tecnológicos que saltean las intermediaciones. Ahora resulta más fácil armar sistemas transparentes para ayudar a las personas necesitadas económica y socialmente para que puedan vivir con dignidad y sin tener que rendir cuentas a ningún puntero. 

No existen excusas ni justificaciones creíbles para no eliminar las intermediaciones en las políticas de planes que aún se mantienen en la Argentina y que todavía se sostienen porque de ellas dependen en gran parte los anticuados sistemas de los partidos del siglo pasado.

 El nuevo gabinete de Alberto, o mejor dicho de Cristina, pretende renovar el gobierno con fórmulas anticuadas y personas que parecen salidas del mismo molde que, en el pasado, le significó la hegemonía al Partido Justicialista en la política argentina, pero la realidad de hoy en día parece estar cada día más lejos de eso. Estos ex funcionarios convertidos en nuevos que tal vez sea lo mejor que consiguió Alberto Fernández para solucionar la crisis, en realidad representan un regreso de los muertos vivos. Los nuevos-viejos funcionarios, prometen generar temor y respeto, pero en realidad asustan por su repentina aparición, y después ya causan gracia por lo desgastados que están.  

El mismo problema que ahora se hace visible en Nación, sucede en la provincia con Kicillof. Ni el presidente pudo armar un pacto con los gobernadores para apoyarse sobre él ni el gobernador de la provincia de Buenos Aires logró hacerlo con los intendentes. Eso lo están pagando hoy ambos que se quedaron solamente con un puñado de oportunistas que apenas pueden generar un apoyo tibio al gobierno de Alberto Fernández y de Axel Kicillof. 

Los cambios en el gabinete de la provincia de Buenos Aires lejos de ser, como dice la versión oficial, unos cambios cosméticos que sirven para  acompañar las decisiones de nación, muestran la bronca de los intendentes. Estos lo llevaron al gobernador a que tenga que cambiar su gabinete, al punto tal de que (por indicación de su ¨jefa ¨) tuvo que deshacerse de su principal hombre de confianza, José Bianco, para cambiarlo por el intendente Insaurralde. Tuvo que ir a buscar a los que supuestamente ¨tienen los votos¨ ya que los intendentes con sus votos y una participación en el poder son la llave para mejorar su elección .Como el ex-ministro en su comienzo decidió quedarse con sus amigos pero sin los intendentes, hoy lo paga caro con la fuga de votos y lo va a seguir pagando porque esa avaricia en el reparto del poder no parece tener vuelta atrás. 

La nueva solución aportada por Cristina busca un golpe de efecto electoral pero nos deja sin perspectiva de futuro y hundidos en la incertidumbre. Seguiremos sin intentar ser un país serio porque no se nos propone un plan sino sumar parches de funcionarios que tienen un nombre resonante pero que están gastados porque han demostrado su incapacidad de gobernar y ahora parecen tomar el cargo no pensando en un futuro digno, sino solamente tratar de sacar alguna ventaja más.

¨La vida es una serie de colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido, si no de lo que anhelamos ser ¨ José Ortega y Gasset 

 

 

* Para Perfil

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