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El partido comunista chino está saqueando los mares argentinos

ECONOMÍA 25/09/2021 Joshua Goodman
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A BORDO DEL OCEAN WARRIOR, en el Oceáno Pacífico (AP) — Son las 3 a. m., y después de cinco días de navegar por altamar, el Ocean Warrior está rodeado por un atolón de luces resplandecientes que se apodera del cielo nocturno.


“¡Bienvenido a la fiesta!”, exclama el tercer oficial Filippo Marini, mientras el espectáculo inunda el puente del barco e interrumpe su guardia nocturna.


Es la primera mirada de los conservacionistas de los océanos a la flota pesquera más grande del mundo: una armada de casi 300 navíos chinos que han navegado por la mitad del mundo para atraer al elusivo calamar de Humboldt desde las profundidades oscuras del océano Pacífico.


Mientras el hip hop italiano resuena por el puente, Marini garabatea frenéticamente en un papel la identificación electrónica de los 37 barcos pesqueros que aparecen como triángulos verdes en el radar del Ocean Warrior antes de que desaparezcan.
Inmediatamente detecta una serie de señales de alerta: dos de los barcos han entrado en modo ‘oscuro’, es decir, han apagado su dispositivo de seguimiento obligatorio que da la posición de un barco apagado. Otros más están transmitiendo dos números de radio diferentes, una señal de posible manipulación.


The Associated Press y Univision, la cadena de televisión en español, acompañaron al Ocean Warrior en un viaje de 18 días para observar de cerca, por primera vez, la distante flota pesquera china en altamar frente a Sudamérica.


El patrullaje de los conservacionistas fue motivado por la indignación internacional que se desató el verano pasado, cuando se descubrió a cientos de navíos chinos que pescaban calamares cerca de las lejanas islas Galápagos, el sitio considerado Patrimonio Mundial de la UNESCO que inspiró a Charles Darwin, naturalista del siglo XIX, y es el hogar de algunas de las especies marinas más amenazadas del mundo, desde tortugas gigantes hasta tiburones martillo.
El despliegue de China hacia esta remota extensión del océano Pacífico no es accidental. Décadas de sobrepesca han llevado cada vez más lejos de casa a su flota de ultramar, la más grande del mundo —oficialmente limitada a 3.000 barcos, pero posiblemente compuesta por miles más. Mantener una flota tan considerable en el mar, a veces durante años, es a la vez una hazaña técnica sólo posible gracias a miles de millones en subsidios estatales y una fuente de orgullo nacional similar a lo que fue el programa espacial de Estados Unidos para varias generaciones.


Beijing dice que tiene tolerancia cero para la pesca ilegal y señala acciones recientes como una moratoria temporal en la pesca en altamar como evidencia de su administración ambiental. Aquellos que ahora critican a China, incluido Estados Unidos y Europa, agotaron los océanos durante décadas.


Pero el enorme tamaño de la flota china y su reciente llegada hacia el continente americano ha despertado temores de que pueda agotar los recursos marinos. También existe la preocupación de que, en ausencia de controles efectivos, la pesca ilegal se disparará. La Guardia Costera de Estados Unidos declaró recientemente que la pesca ilegal había reemplazado a la piratería como la principal amenaza para la seguridad marítima.


Mientras tanto, los activistas buscan que se impongan restricciones en la pesca como parte de las negociaciones en curso para un Tratado de Altamar —el primero en la historia— que podría impulsar dramáticamente la cooperación internacional en aguas tradicionalmente sin ley que comprenden casi la mitad del planeta.


De los 30 barcos que la AP observó de cerca, 24 tienen un historial de acusaciones de abusos laborales, de haber sido declarados culpables por pescar ilegalmente o de mostrar señales de posibles violaciones a la ley marítima. En conjunto, todo esto muestra cómo el mar abierto alrededor del continente americano —donde Estados Unidos han dominado desde hace mucho tiempo y China ahora compite por influencia— se ha convertido en un imán para los peores infractores de la industria pesquera.


Específicamente, 16 barcos navegaron con sus transpondedores de seguridad apagados, transmitieron múltiples identificaciones electrónicas o enviaron información que no coincidía con su nombre o ubicación registrados —discrepancias que con frecuencia están asociadas con la pesca ilegal, aunque la AP no vio ninguna evidencia de que realizaran ninguna actividad irregular.


Seis barcos eran propiedad de empresas acusadas de mantener prácticas de trabajo forzado, incluido uno, el Chang Tai 802, cuya tripulación de Indonesia dijo que habían permanecido atrapados en el mar por años.


Otros nueve barcos enfrentan acusaciones de pesca ilegal en otras partes del mundo, mientras que el Ocean Ruby, un tanquero de combustible gigante que da servicio a la flota, es operado por la filial de una compañía que se sospecha vende combustible a Corea del Norte en violación de las sanciones de las Naciones Unidas. Otro, el Fu Yuan Yu 7880, es operado por una filial de una empresa que cotiza en el Nasdaq, Pingtan Marine Enterprise, a cuyos ejecutivos chinos se les revocó la visa estadounidense por presuntos vínculos con trata de personas.
“Beijing está exportando su problema de sobrepesca a Sudamérica”, dijo el capitán Peter Hammarstedt, director de campañas de Sea Shepherd, un grupo de conservación del océano con sede en los Países Bajos que opera nueve barcos bien equipados, incluido el Ocean Warrior.


“China es el principal responsable del saqueo de tiburones y atunes en Asia”, dijo Hammarstedt, quien organizó la campaña en altamar, llamada Operación Agua Lejana (Operation Distant Water), después de ver cómo los barcos chinos ilegales devastaban pueblos pesqueros pobres de África Occidental. “Con ese historial, ¿realmente se puede creer que manejarán esta nueva pesquería de manera responsable?”


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“El Viejo Oeste”


El rugido de los aparejos mecánicos al sacar la pesca de las profundidades del océano se escucha a cientos de metros de distancia antes de llegar al matadero flotante. El hedor también, ya que los calamares altamente agresivos lanzan la tinta de sus sacos en un esfuerzo final e inútil para evitar su inexorable destino.


Según todos los informes, el calamar de Humboldt, llamado así por la corriente rica en nutrientes que se encuentra en la costa suroeste de Sudamérica, es una de las especies marinas más abundantes. Algunos científicos creen que su número podría incluso estar en aumento a medida que los océanos se calientan y sus depredadores naturales, los tiburones y el atún, son pescados hasta la extinción.


Sin embargo, biólogos dicen que nunca habían enfrentado a una amenaza como el auge de la pesca industrial china frente a Sudamérica.


En la última década, el número de barcos con bandera china en el Pacífico sur ha aumentado casi 10 veces, de 54 barcos activos en 2009 a 557 en 2020, según la Organización Regional de Ordenación Pesquera del Pacífico Sur (South Pacific Regional Fisheries Management Organization, o SPRFMO, por sus siglas en inglés), un grupo intergubernamental de 15 miembros encargados de asegurar la conservación y pesca sostenible de las especies. Mientras tanto, el tamaño de su pesca ha aumentado de 70.000 toneladas en 2009 a 358.000.


La pesca se lleva a cabo casi exclusivamente por la noche, cuando cada barco enciende cientos de luces tan potentes como las de un estadio para atraer manadas de los veloces calamares. La concentración de luces es tan potente que puede verse desde el espacio en imágenes de satélite que muestran la enorme flota que brilla tan intensamente como las grandes ciudades a cientos de kilómetros de distancia en tierra firme.


“Realmente es como el Viejo Oeste allí fuera”, dijo Hammarstedt. “Nadie es responsable de la aplicación de la ley allí”.


Los expertos advierten que incluso una especie naturalmente abundante como el calamar es vulnerable a la sobrepesca. Aunque se desconoce cuántos calamares de Humboldt quedan, apuntan como motivo de preocupación a la desaparición previa de las poblaciones de calamares en Argentina, México y Japón.


“Si tiene un recurso natural vasto y es fácil tomarlo, entonces es fácil caer en la trampa de pensar que es ilimitado, que son como las estrellas en el cielo”, dijo William Gilly, biólogo marino de la Universidad de Stanford. “Si la humanidad se lo propone, no hay límite para el daño que podemos hacer”.


Gilly dijo que los calamares también son un barómetro clave de los ambientes marinos, una banda transportadora biológica que lleva energía desde el diminuto plancton que absorbe carbono hasta depredadores más longevos, como los tiburones y los atunes, y en última instancia, los seres humanos.
“Las personas que pescan calamares están felices”, dijo Daniel Pauly, un prominente biólogo marino que en la década de 1990 acuñó la frase “se pesca hacia abajo en la red trófica” para describir cómo especies previamente desdeñadas reemplazaban a peces más grandes en los platos. “Pero esto es parte de la degradación gradual del océano”.


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La flota “oscura”


Para docenas de barcos chinos, el viaje a las cálidas aguas ecuatoriales cerca de las islas Galápagos comenzó meses antes, en el lado opuesto de Sudamérica, donde cada verano Austral, entre noviembre y marzo, cientos de barcos calamareros con banderas extranjeras pescan cantidades incalculables de calamares de aleta corta en una de las más grandes zonas de pesca no reguladas del mundo.


El paraíso de los saqueadores se localiza entre la frontera marítima de Argentina y las Islas Malvinas, en una tierra de nadie donde las licencias de pesca, los límites de captura y la supervisión son inexistentes.


Entre noviembre de 2020 y mayo de 2021, un total de 523 barcos pesqueros, en su mayoría chinos —un 35% más que la temporada anterior—, fueron detectados apenas más allá del límite de la zona económica exclusiva de 200 millas náuticas de Argentina, según datos satelitales analizados por Windward, una empresa de inteligencia marítima.


De esa cantidad, el 42% tenía apagados sus transpondedores de seguridad obligatorios al menos una vez. Mientras tanto, 188 de esos mismos barcos aparecieron cerca de las islas Galápagos, incluidos 14 barcos chinos que se desconectaron en ambos océanos durante un promedio de 34 horas cada vez.


Es imposible saber qué hicieron los barcos mientras estaban en modo “oscuro”. Sin embargo, a veces los barcos apagan sus transpondedores para evitar ser detectados mientras realizan actividades ilícitas. A lo largo de los años, las autoridades argentinas han observado numerosos barcos chinos “oscuros” que pescan ilegalmente en sus aguas. En una ocasión incluso dispararon y hundieron un arrastrero que intentó embestir a su perseguidor cuando fue descubierto pescando cerca de una zona de reproducción de ballenas.
Bajo un tratado marítimo de las Naciones Unidas, del que China es signataria, los barcos grandes deben utilizar continuamente lo que se conoce como un sistema de identificación automático (AIS, por sus siglas en inglés) para evitar colisiones. Apagarlo, excepto en caso de una amenaza inminente, por ejemplo para esconderse de los piratas, es una violación grave que debería dar lugar a sanciones para el barco y su propietario bajo las leyes de la nación a la que corresponda su bandera.


Pero China, hasta ahora, parece haber hecho poco para controlar su flota de aguas distantes.


A la flota china le es posible pescar a veces durante años seguidos porque puede descargar su captura en el mar en una red de “reefers” (buques cisterna refrigerados gigantes) capaces de transportar hasta el puerto más de 15.000 metros cúbicos de pescado —suficientes para llenar seis piscinas olímpicas. Buques petroleros gigantes proporcionan combustible barato fuertemente subsidiado por el gobierno chino, lo que aumenta la carga ambiental.
Los 12 “reefers” activos en el Pacífico en julio pasado mientras el Ocean Warrior patrullaba cerca tuvieron al menos 196 encuentros con barcos pesqueros durante ese período, según datos satelitales analizados por el Observatorio de la Pesca Global (Global Fishing Watch), un grupo con sede en los Estados Unidos que apoya la pesca sostenible.


Cerca del 11% de las importaciones total de Estados Unidos de productos del mar en 2019 tuvo un valor de 2.400 millones de dólares y provino de pesca ilegal, no reportada y no reglamentada, según la Comisión Internacional de Comercio de Estados Unidos, una agencia federal. Fuera de Estados Unidos, se estima que el problema es peor.


“No sabemos si las cosas han mejorado o empeorado”, dijo Boris Worm, biólogo marino de la Universidad de Dalhousie, en Halifax, Canadá. “Básicamente se reduce a quién le cree usted”.


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¿Negocio sospechoso?


En el paisaje de los oceános del mundo, Pingtan y sus filiales han dejado tras de sí acusaciones de pesca ilegal en lugares tan diversos como Sudáfrica, Timor Oriental, Ecuador e Indonesia.


Pero la empresa no es cualquiera. Cuenta con la segunda flota extranjera más grande de China, sus acciones cotizan en el Nasdaq de los Estados Unidos, y en su puerto base de Fuzhou, frente a Taiwán, ayuda a construir una de las procesadoras de pescado más grandes del mundo. Zhou Xinrong, presidente y director ejecutivo de la empresa, parece haber construido el imperio pesquero gracias a enormes préstamos estatales, generosos subsidios y conexiones con el Partido Comunista.


“No es sólo una empresa pesquera: es prácticamente un activo del gobierno chino”, dijo Susi Pudjiastuti, quien como ministra de pesca de Indonesia entre 2014 y 2019 fue elogiada por los conservacionistas por destruir cientos de barcos pesqueros extranjeros ilegales.


Cincuenta y siete de los barcos de Pingtan, incluidos tres buques refrigerados de transporte, todos de su propiedad directa o a través de una filial, fueron registrados en los últimos años para pescar en el Pacífico sur sin ningún problema, según el C4ADS, una organización de investigación con sede en Washington que el año pasado escribió un informe sobre la pesca ilegal.


Pingtan, en su último informe de ganancias hace casi un año, dijo que tenía 280 millones de dólares en préstamos pendientes del Banco de Desarrollo de China y otros prestamistas estatales. Uno de los fondos de inversión estatales más grandes del país posee una participación del 8% en una de sus subsidiarias. Mientras tanto, los subsidios estatales de China para que construya barcos pesqueros totalizaron 29 millones de dólares en los primeros nueve meses del año pasado —aproximadamente un tercio de todas sus compras de propiedades y equipos.
Como parte de las medidas enérgicas de Pudjiastuti, a los barcos operados por dos filiales de Pingtan en Indonesia les revocaron sus licencias por una serie de presuntos delitos que van desde la falsificación de informes de pesca, transbordos ilegales y contrabando de especies en peligro de extinción.


Esas afiliadas, PT Avona Mina Lestari y PT Dwikarya Reksa Abad, son administradas o parcialmente propiedad de miembros de la familia inmediata de Zhou, reveló Pingtan en documentos presentados ante la Comisión de Bolsa y Valores de los Estados Unidos (SEC, por sus siglas en inglés).


Los miembros de la tripulación de un barco describieron a funcionarios indonesios cómo sus supervisores chinos los azotaron en grupo, los sometieron a torturas y los golpearon en la cabeza con una pieza de acero, según el fallo de una corte ratificando la prohibición contra las filiales de Pingtan. Un buque de transporte con bandera de Panamá, el Hai Fa, cuyo propietario registrado es una filial diferente de Pingtan con sede en Hong Kong, fue incautado en 2014 con 900 toneladas de pescado capturado ilegalmente, incluidos tiburones en riesgo. Un tribunal indulgente liberó al barco de la custodia después de que pagó una multa de 15.000 dólares.
Una entidad controlada por la esposa de Zhou también es propietaria del Fu Yuan Yu Leng 999, que fue detenido en 2017 en tránsito por la Reserva Marina de las islas Galápagos con más de 6.000 tiburones muertos a bordo.


Otro barco de otra afiliada de Poingtan, el Fu Yuan Yu 7880 y detectado por la AP, fue detenido por Sudáfrica en 2016 después de que intentara huir de una patrulla naval que sospechaba que pescaba calamares ilegalmente. Los oficiales del barco fueron declarados culpables de poseer equipo ilegal y desobedecer a una autoridad marítima, pero fueron liberados tras pagar una multa.


“Cuanto más aprendes sobre estos barcos y equipos, más difícil es dormir por la noche”, dijo Pudjiastuti. “Estos sudamericanos deberían despertar lo más pronto posible”.


Pingtan no respondió a una lista detallada de preguntas. “Pingtan no responde a las preguntas planteadas por los medios de comunicación”, dijo la compañía en un correo electrónico.


A medida que el escándalo ha seguido a Pingtan y sus afiliadas en todo el mundo, los inversores han vendido en masa las acciones de la compañía.


En junio, Nasdaq envió un aviso de que eliminaría la cotización de la compañía a menos que el precio de sus acciones, que ha caído casi un 80% en los últimos dos años, vuelva pronto por encima del umbral mínimo de un dólar. La amenaza siguió a la abrupta renuncia del auditor independiente de la compañía, quien advirtió sobre la capacidad de la empresa para seguir haciendo negocios. Pingtan le dijo a la SEC que su incapacidad para presentar informes trimestrales durante casi un año se debió a una “debilidad material” en su capacidad para cumplir con las prácticas contables de Estados Unidos.


Una decisión sobre la que Pingtan tampoco ha comentado es la sorpresiva sanción de Estados Unidos a sus principales ejecutivos. Dos funcionarios estadounidenses dijeron que el director ejecutivo, Zhou Xinrong y su esposa se encontraban entre los 15 individuos a quienes se les revocó la visa el año pasado por ser “cómplices” en la pesca ilegal y el tráfico de personas. La decisión, tomada en los últimos días de la administración Trump, fue la primera de su tipo dirigida específicamente al abuso en la industria pesquera, dijeron los dos funcionarios bajo condición de anonimato para discutir las deliberaciones internas.


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¿Acosar a China?


Las críticas a la flota pesquera de aguas distantes de China han impulsado algunas reformas.


El año pasado, China impuso sanciones más estrictas a las empresas que son sorprendidas incumpliendo las reglas, incluida la manipulación de sus transpondedores. También ha reforzado los requisitos para las declaraciones de transbordos de mercancía en altamar, prohibido que los barcos incluidos en la lista negra ingresen a los puertos chinos y ordenado moratorias fuera de temporada en la pesca de calamar en altamar cerca de Argentina y Ecuador.


Aunque las medidas estén lejos de ser una panacea, marcan un gran salto para el mayor consumidor y productor de productos pesqueros del mundo.


“Solía ir a la conferencia y los funcionarios estaban en una negación total”, dijo Tabitha Mallory, una académica de China en la Universidad de Washington, quien se especializa en las políticas pesqueras del país. “Al menos ahora están reconociendo que su pesca es insostenible, incluso si es sólo para contrarrestar todas las críticas negativas que están recibiendo en todo el mundo”.


El Ministerio de Relaciones Exteriores de China, la Oficina de Pesca y la Asociación de Pesquerías de Ultramar de China, un grupo industrial, no respondieron a múltiples solicitudes para una entrevista ni a una lista detallada de preguntas.


La flota pesquera de aguas distantes de China se lanzó en la década de 1980 como respuesta al agotamiento de las poblaciones de peces en su país y la necesidad de alimentar a su población en rápido crecimiento. Pero ha evolucionado hasta convertirse en una industria próspera y en una parte importante del impulso geopolítico de China para asegurar el acceso a los cada vez menores recursos naturales del mundo, dice Mallory.


En la ciudad oriental de Zhoushan, hogar de la flota de aguas distantes más grande de China, este año se inauguró un ultramoderno “Museo del calamar” que permite a los visitantes seguir al calamar en un viaje en 3D lleno de aventuras desde las profundidades del océano hasta los barcos calamareros gigantes y su eventual procesamiento en casa para convertirlo en anillos de calamar.
El investigador Pauly cree que gran parte de las críticas a la pesca de la flota china cerca de las islas Galápagos se atribuye al creciente sentimiento anti-China en los Estados Unidos y la sensibilidad sobre la creciente presencia de Beijing en el que ha sido calificado como el patio trasero de Washington.


Dijo que imponer restricciones a la pesca en altamar, algo que podría ser discutido como parte de las negociaciones para un tratado de altamar, sería una forma más efectiva de restringir las actividades de China que acosarla.


“China no hace nada que Europa no haya hecho exactamente de la misma manera”, dice Pauly. “La diferencia es que todo lo que hace China es enorme, así que usted lo ve”.


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Las evasivas de China


Las empresas de productos del mar en los Estados Unidos han comenzado a tomar nota de los riesgos que plantea la expansión de China y buscan aprovechar su poder de mercado para brindar más transparencia al origen del calamar.


Este año, un grupo de 16 importadores y productores se unieron para diseñar una estrategia común que erradicara el abuso. Gran parte de su atención está en China, que es responsable de alrededor de la mitad de los 314 millones de dólares en calamares que los Estados Unidos importaron en 2019, la mayor parte servida como calamares fritos en restaurantes.


La iniciativa abre una especie de caja de Pandora para una industria que hasta ahora ha prosperado en las sombras sin mucha atención centrada en sus cadenas de suministro. La mayor parte de la pesca de calamar de China proviene de altamar, donde hay pocos controles comparado con los que hay en muchas aguas costeras.


“En este momento, es la situación perfecta” para los posibles infractores, dijo Alfonso Miranda, director ejecutivo de CALAMASUR, un grupo formado por representantes de la industria del calamar de México, Chile, Perú y Ecuador. “Puedes hacer lo que quieras, incluso trabajos forzados, y nadie dice nada; y todavía tiene un mercado para su producto”.


Una alternativa es desplegar tecnología, como datos de seguimiento AIS, disponibles públicamente para permitir que los consumidores eventualmente identifiquen con precisión cuál barco —su propietario, historial de pesca y ubicación precisa— capturó al pez. De esa forma, la industria pesquera puede ponerse al día con otros fabricantes, desde los productores de carne hasta el comercio de prendas de vestir, donde esas prácticas son más comunes.


“La palabra clave es el rastreo”, dijo la embajadora Jean Manes, la civil de más alto rango del Comando Sur de Estados Unidos en Miami. “Cuando los consumidores insisten en el rastreo, el mercado responde”.


Sin embargo, impulsar la transparencia es un desafío con el que la industria ha luchado durante décadas.


Nadie sabe con certeza cuánto pesca China en altamar. Mientras tanto, los críticos dicen que las organizaciones regionales de gerencia pesquera que operan sobre la base del consenso son incapaces de impedir que China registre barcos con vínculos a la pesca ilegal y el abuso.


Esta es una muestra: el Hua Li 8 recibió luz verde para pescar en 2018 —dos años después de que fue objeto de una persecución internacional cuando huyó de los disparos de advertencia de un buque de la armada argentina que lo atrapó mientras pescaba ilegalmente—. Cuatro de los miembros de la tripulación del Hua Li 8 fueron tratados como “esclavos”, dijeron funcionarios indonesios en el momento del arresto del barco en sus aguas de conformidad con un “Aviso Púrpura” de la Interpol.


El barco nuevamente estuvo involucrado en una actividad pesquera sospechosa en 2019, esta vez en el hemisferio occidental, cuando se “oscureció” durante 80 horas mientras pescaba en el borde de la zona económica exclusiva de Perú. Al mismo tiempo que el barco estaba fuera de línea, se detectaron movimientos dentro de las aguas de Perú, según muestran los datos satelitales nocturnos analizados por Global Fishing Watch.


Craig Loveridge, secretario ejecutivo de la SPRFMO, rechazó reiteradas solicitudes de entrevistas. Pero en un correo electrónico, señaló que depende de cada miembro tener en cuenta el historial de los operadores pesqueros cuando deciden autorizar o no a un barco a enarbolar su bandera.


Para abordar las preocupaciones, varios gobiernos de Sudamérica propusieron en la reunión de la SPRFMO de este año una serie de medidas de conservación que ya están en vigor en otros lugares.


Las ideas incluyeron prohibir los transbordos de mercancía en el mar, permitir que los países aborden los barcos de otros estados miembros y crear una zona de amortiguación para que los estados costeros sean alertados automáticamente cada vez que un barco extranjero se acerque a 12 millas náuticas de sus aguas territoriales.


Pero cada propuesta fue rechazada por China.


“China no parece realmente interesada en expandir la protección”, dijo Mallory. “Siguen la letra de la ley, pero no el espíritu”.


Más aún, una vez que la captura se desembarca en China —o en un almacén en cualquier lugar—, es imposible distinguir entre la pesca capturada legal e ilegalmente.


“Este es el hoyo negro y tener claridad ahí es verdaderamente complejo”, dijo Miranda. “Hay muchas cosas que se pueden hacer, pero usted necesita confiar en datos creíbles, que en este momento no existen”.


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Solo en el mar


En ausencia de un monitoreo más robusto, el Ocean Warrior es lo más parecido a un sheriff de altamar que hace responsables a los malos actores. Pero está rodeado por decenas de barcos chinos acostumbrados a operar con poco miedo a las represalias.
Mientras el sol se prepara para ponerse y la flota calamarera china se despierta a tiempo para otra noche de pesca, la tripulación del Ocean Warrior se prepara en un bote para inspeccionar de cerca el Chang Tai 802. El barco es uno de los 39 navíos sospechosos de que allí se realizan trabajos forzados según un informe de mayo de 2021 de Greenpeace, con base en quejas de los trabajadores a las autoridades indonesias.


Seis hombres sin camisa, todos ellos indonesios, se reúnen en la popa del Chang Tai, gesticulan amigablemente y parecen reconfortados al ver a otro ser humano tan lejos de tierra.


Pero su estado de ánimo cambia rápidamente cuando un hombre, a quien la AP no identifica por su nombre debido a la preocupación por su seguridad, grita por encima del motor que su jefe “no es agradable” y pregunta, sólo con la más mínima comprensión, si la pandemia por el nuevo coronavirus que ha devastado al mundo ha llegado a los Estados Unidos.


“Estoy atrapado aquí”, dice con una mirada taciturna antes de que aparezca un supervisor chino visiblemente irritado y ordene a los hombres que vuelvan a trabajar. “Quiero ir a casa”.


Un día después, cuando el Ocean Warrior regresa con un megáfono para facilitar el intercambio en aguas abiertas, el supervisor chino se mueve rápidamente para bloquear cualquier conversación con los extraños de habla inglesa. Pero cuando el Chang Tai se aleja, el hombre tira por la borda una botella de plástico con el número de teléfono de su hermano garabateado en una hoja de papel.


Localizado en su casa en Indonesia, el familiar confiesa saber muy poco sobre cómo fue reclutado su hermano o las condiciones de su empleo. Desde que dejó su hogar hace tres años, después de graduarse de una escuela vocacional con pocas perspectivas laborales, se ha comunicado con su familia sólo de manera esporádica.


Sin embargo, le preocupa el bienestar de su hermano hasta el punto de que recientemente presionó a la agencia que lo contrató para que lo traiga de regreso. El informe de Greenpeace cita una denuncia de otro marinero indonesio anónimo en el mismo barco, quien mientras padecía dolor de riñón debido a beber agua de mar mal tratada, fue forzado a firmar un documento o arriesgarse a ser abandonado en Perú sin documentos de viaje.


“Espero que pueda volver pronto”, dice el hermano del hombre, reacio a revelar demasiado por temor a que pueda comprometer la seguridad de alguien. “Y espero que siempre esté sano”.


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Contribuyeron con este reportaje Joe McDonald, periodista de la AP, y Yu Bing, investigador de la AP en Beijing; Roselyn Romero, pasante del equipo de investigación global de la AP en San Luis Obispo, California; y Edna Tarigan y Nini Karmini, periodistas de la AP en Yakarta.


Con información de AP

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