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La nueva Corte Suprema: venganzas y pesadillas K

OPINIÓN 03/10/2021 Nicolás Wiñazki
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Cristina confía en Lorenzetti para enfrentar sus múltiples causas judiciales

La Corte Suprema de Justicia de la Nación eligió a su nuevo presidente, Horacio Rosatti. Asumió el 1 de octubre. Su antecesor en ese cargo, de enorme relevancia institucional, Carlos Rozenkratz, será ahora el vice del tribunal. Un tercer magistrado es el protagonista con perfil de ausente aunque haya actuado en sentido contrario, es decir, tuvo un rol crucial en este cambio que terminará por afectar, con modos variables, a toda la Justicia Nacional.

 
Se trata del magistrado Juan Carlos Maqueda. Durante meses, tal vez años, alimentó de a poco los vínculos que no eran del todo buenos con sus nuevos y firmes aliados en el tribunal, Rosatti y Rozenkratz. El cordobés Maqueda quebró así su alianza con el magistrado Ricardo Lorenzetti, quien presidió la Corte durante más de diez años, tras lograr obtener el poder, saber ejercerlo, mantenerlo por el más largo período que cualquier otro integrante en la historia del tribunal, pero que finalmente no pudo recuperar. Lorenzetti creyó que podía volver a ocupar el cargo de su enemigo Rosatti.

Inició desde su derrota una serie de acciones públicas y privadas que llamaron la atención en el máximo tribunal, siempre acostumbrado a susurrar y mantener en secreto a sus intrigas de Palacio, internas de poder feroces, que ahora se conocieron en parte tras declaraciones críticas a sus pares que hizo en los medios Lorenzetti.

Pero también en acciones privadas que alteran por estas horas a la Corte Suprema. Según fuentes inobjetables del máximo tribunal, Lorenzetti solicitó por escrito al resto de sus colegas, el jueves pasado, que todos debían impulsar una acción para darle transparencia a la Corte Suprema, para lo que propuso con énfasis que la Auditoria General de la Nación revise las finanzas y cómo administró el tribunal el anterior presidente y ahora vice, Carlos Rozenkratz.

La nueva mayoría no le habría respondido nada. Una versión indica que sí aceptó esa propuesta la doctor Highton de Nolasco, como se dijo, su aliada histórica. Habría sido por ese vacío, que Lorenzetti volvió a dejar asentado en las oficinas del resto de los ministros del tribunal que habían pasado veinticuatros horas sin conocer qué opinaba la nueva mayoría sobre su idea para despejar dudas sobre el accionar de la Corte Suprema, que maneja presupuestos anuales de miles de millones de pesos, y que solo Highton lo acompañaba en su proyecto mientras que ningún otro juez se había expresado al respecto.

En el tribunal consideran esta acción de Lorenzetti como una especie de revancha por haber sido derrotado en su intento de retomar el poder en el máximo tribunal. El silencio que más lo habría fastidiado es el de Maqueda. Él consideraría que los métodos de presión de Lorenzetti fueron el punto de quiebre para continuar una alianza que duró años. Y que acaba de tener nuevas consecuencias, siempre según fuentes de los tribunales.

“Es una venganza”, describieron integrantes del Poder Judicial a una denuncia que se realizó en el juzgado federal de Comodoro Py al mando de María Eugenia Capuchetti, respecto a la obra social de la Corte Suprema. El fiscal que instruye el caso es Carlos Rivolo. Éste último pidió a la Corte Suprema la documentación que necesitaba para saber si la denuncia tenía sustento. La obra social de la Corte Suprema, que maneja miles de millones de pesos, era un área que tenía bajo su control el juez Maqueda.

En el cuarto piso del Palacio de Justicia, donde se encuentran los despachos de los jueces de la Corte Suprema, esa acusación generó fastidió.

Aunque el denunciante no tiene vínculo directo con ninguno de los magistrados del máximo tribunal, las sospechas y las intrigas hicieron arder a los jueces.

Tras la elección de Rosatti, Lorenzetti hizo pública una carta en la que criticó de modo brutal el modo en que se realizó la elección interna.

A su carta, a la entrevista en el mismo tono, se le había sumado, aunque sin que trascendiera demasiado, la denuncia contra la administración de la obra social, aunque ya se conocerá si efectivamente esa acusación judicializada tiene ese sentido, aunque de ningún modo se pueda vincular a Lorenzetti con esa acción penal iniciada por Capuchetti.

Sí ocurrió una llamativa coincidencia entre la supuesta investigación respecto a la obra social -una cuestión que Maqueda sintió como una “operación” en su contra de acuerdo a fuentes judiciales-, con el primer consenso logrado por la Corte Suprema ya con nuevo presidente.

El martes pasado, la obra social del Poder Judicial cambió de administrador.

En voto esta vez sí unánime, todos los jueces de la Corte Suprema decidieron que el organismo con presupuesto multimillonario dependa de la llamada secretaría General de la Administración, a cargo de Daniel Marchi. Éste último empleado con alta jerarquía en el máximo tribunal supo ser leal a Lorenzetti durante sus períodos como presidente de la Corte. Inició su nueva gestión a cargo de la obra social anunciando que hará un diagnóstico de como funcionó durante el tiempo en el que la controló desde el punto de vista burocrático el doctor Maqueda.

Maqueda hace silencio. Conoce como se manejan las revanchas en el máximo tribunal. Es él quien se transformó en el constructor de la mayoría de votos y del consenso del funcionamiento más colegiado que tendrá la Corte Suprema bajo el mandato de Rosatti y con la vicepresidencia de Rozenkratz.

La elección de Rosatti en la Corte Suprema supondrá un cambio en todo el funcionamiento del Poder Judicial. Rozenkratz sufrió de cierta soledad aunque ejercía el máximo puesto del tribunal.

Con los años, y quizás debido a renuncias que empezaron en el 2018 de secretarios del tribunal, es decir, responsables experimentados que colaboraban con los magistrados para redactar sus escritos, el trato entre los miembros de la Corte Suprema pasó a ser más frontal, cara a cara, diálogo más fluido.

Fuentes que conocen cómo se trabaja en el tribunal aseguraron a Clarín que tal vez por ese proceso se terminó de consensuar y afianzar un vínculo entre Rozenkratz, Maqueda, y Rosatti.

El nuevo presidente de la Corte Suprema es el peor de los posibles si es que la Casa Rosada hubiese podido elegirlo. Así lo afirman fuentes oficiales del Gobierno. El preferido del poder político K, también de dirigentes de la oposición, de empresarios, legisladores y otros actores de la vida pública nacional, era Lorenzetti.

Rosatti no solo es un jurista reconocido al que criticó el presidente que lo designó, Mauricio Macri. Fue un importante dirigente del PJ de Santa Fe. Intendente de la ciudad capital de esa provincia. Luego Procurador del Tesoro de la gestión de Néstor Kirchner. Y también ministro de Justicia en esa misma presidencia.

Conoce a los Kirchner lo suficiente, y ellos a él, como para entender que jamás le perdonarán que dimitió a su puesto de ministro cuando detectó que debía firmar documentos oficiales para construir cárceles demasiado caras en un presupuesto que se denunció abultado. Nunca le perdonaron ese gesto.

Rosatti no recibió llamados oficiales, tras su designación, ni del Presidente de la Nación ni del ministro de Justicia, Martin Soria. Sí fue criticado por una de las manos derecha jurídicas de la vicepresidenta, Cristina Kirchner, la doctora Graciana Peñafort. Lo mismo hizo Raúl Zaffaroni. Y tras la polémica desatada por el propio Lorenzetti el siempre perspicaz ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, también criticó al tribunal: el oficialismo quiere ampliarlo para que sean más de cinco sus miembros. Debería, para eso, contar con los dos tercios de los votos en el Senado.

Tras la derrota en las PASO, ese número parece alejarse.

Se podría decir que a la vicepresidenta Cristina Kirchner le corren las “generales de la ley” para expresarse sobre la Corte Suprema. Sobre la nueva mayoría. Ocurre que el máximo tribunal debe decidir sobre diferentes medidas con las que sus abogados esperan o hacer caer juicios orales que la tienen a la vice como principal acusada en causas de corrupción. O al menos retrasarlos lo más posible en el tiempo.

Lorenzetti está enojado, aunque hizo declaraciones tras su primera cólera contra sus colegas en un tono más conciliador.

Más allá de esos dichos, insiste con auditar la gestión de la Corte Suprema al mando de Rosenkrantz. La obra social que se cuestionó en la Justicia, aunque en una denuncia sin demasiado sustento, de acuerdo a fuentes judiciales, ahora es manejada por un hombre que supo ser de su confianza.

Hay una nueva Corte Suprema, aunque sus jueces sean los mismos que antes. Suele pasar. Cinco magistrados de alta jerarquía pelean, también, por el poder, aunque con métodos diferentes.

Maqueda ha dejado el espacio común en el que coincidía con Lorenzetti. Tenía muchas diferencias en sus modos de liderar o manejarse en los tribunales.

El poder es ahora de Rosatti. Durante tres años. Dejará de ser el titular de la Corte un año después de la elección presidencial del 2023.

Nueva era en la Corte. Nueva era en el poder de la Argentina. Aunque esas intrigas no preocupen a las mayorías populares de la sociedad, muchos de sus derechos dependen de lo que ocurre en los silentes pasillos, salones y despachos del cuarto piso del Palacio de los Tribunales.

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