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Crea anteojos con basura plástica, vende 8 mil unidades por mes y los clientes pueden pagar con botellas y envases

CIUDADANOS 04/10/2021 Camila HERNÁNDEZ OTAÑO
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Plástico por anteojos. Es lo que hace Bond eyewear, un emprendimiento de Malcolm Rendle capaz de producir 8 mil gafas a partir de plásticos reciclados de la basura. El joven de 30 años ideó, además, un sistema de promoción de la sustentabilidad: se puede pagar el anteojo directamente con plástico domiciliario. Un par de lentes sin cargo pueden llegar a costar cerca de cincuenta kilos de material reciclado.

El inicio del proyecto remite a 2017. Malcolm trabajaba en una agencia de marketing ubicada en Vicente López cuando lo alarmó una realidad amenazante. Se había criado en el barrio del bajo de San Isidro, cercano al río. Se confiesa amante del agua. Advirtió que la marea baja permitía distinguir desechos, entre la espuma y la tierra negra de la costa platense: “Salía a correr por el vial costero y veía la cantidad de residuos tanto en la orilla como en el agua del Río de la Plata. Volvía a mi casa bastante indignado. Eso me perturbaba”. Según estadísticas globales, se compran 20.000 botellas de plástico por segundo y solo el 7% se recicla. Hay suficientes restos de plástico en el mundo para cubrir un país entero del tamaño de Argentina (2,78 millones de kilómetros cuadrados). La contaminación plástica figura en la agenda de las Naciones Unidas desde 2012.


Lejos de quedarse quieto, hizo lo que hacen los emprendedores: pensar ideas y ejecutarlas. El disparador de todo fue la pregunta que se hacía: “¿Cómo les abro los ojos a las personas sobre lo que está pasando acá?”, recuerda.

Todo cobró sentido. El producto final serían marcos hechos a partir de plástico contaminante. Desde 2018 no solo se sumó a la moda sustentable de accesorios sino que trata de cambiar el paradigma: anteojos como símbolo del cambio de mirada. “El objetivo es hacer entender la forma en que pensamos los materiales plásticos una vez que han llegado al final de su ciclo de vida”, sostiene.
Generar valor a partir de un residuo

Este joven entusiasta hizo su camino solo y lento. Curioso, autodidacta y con empuje, leyó, investigó, analizó costos y factibilidad. Superado el análisis de mercado, las posibilidades y el potencial, había llegado el momento de llevarlo a la práctica. 2017 fue el año bisagra de prueba y error. Cada plástico tiene sus características propias, algo que desconocía. Primero intentó crearlos con una impresora 3D, que funcionaba pero no era eficiente. “En promedio, cada uno tardaba cuarenta minutos en imprimirse. El pico de la impresora se tapaba, la cama de la impresora no estaba lo suficientemente caliente”.

Finalmente, logró dar un método de producción eficiente a través de la inyección. “Todo empieza con una botella que se tritura, se convierte en escamas y se funde hasta obtener un filamento que luego se peletiza y da a las gafas”, explica. Eso le permite hacer casi 10.000 al mes. Para 2022, el objetivo es ambicioso: producir 35.000.


Cada pieza hecha por Bond puede volver a ser reciclada: cuando el usuario quiera renovar su look puede hacerlo sin generar sobras. “Nosotros le decimos al cliente: ‘trae tus anteojos bond te hacemos un 30% descuento en tu próxima compra’. El frente y el marco se derriten para obtener el filamento y se vuelve a empezar”.

Otra manera de incentivar el compromiso ambiental es pagando con desechos de plástico. La acción comercial “Pagá con plástico” tiene dos condiciones: que los residuos sean domiciliarios (botellas, envases de detergente, envases de shampoo, potes de yogurt) y no industriales, electrónicos o de obra; y que estén limpios y compactados. “Podés traer tus residuos, estos se pesan y por cada kilo se obtiene un 2% de descuento. Esto es acumulable y no tiene fecha de vencimiento”.


El último paso fue bautizar la marca: la nombró Bond, que se traduce al español como vínculo. Una manera de tejer una relación con los clientes. “Quiero que elijan el producto por lo que está hecho, no por lo que es”. Lo que pensó que se iba a vender en seis meses, se vendió en cuarenta días. En pandemia abrió su local de San Isidro, además de su tienda digital. También exporta a Uruguay, Chile, Costa Rica, y Panamá. Pronto llegará a Europa. Emplea a 17 personas y dispone de 160 modelos de lentes de sol y de lectura para la venta.

“Ofreciendo una nueva generación en diseño sustentable, queremos que con nuestras gafas abras los ojos y así mostrarte una nueva forma de ver el mundo -anuncian a través de su página web-. Tenemos un espíritu rebelde y creemos que entre todos es posible el cambio. Es desperdicio cuando no se aprovecha. Una economía circular y una sociedad sin desperdicios es posible, por eso nos esforzamos en construir lo que creemos que es el futuro de la fabricación”.

Fuente: Infobae

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