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Tuvieron maridos e hijos, descubrieron que son bisexuales y ahora se enamoraron entre ellas

CIUDADANOS 03/11/2021 Gisele SOUSA DIAS
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Hasta los treinta y pocos años, Noelia y Nathalia tuvieron vidas cien por ciento heterosexuales: el clásico novio de la adolescencia, “la primera vez” con un varón, maridos en la adultez, hijos. “Todo siempre dentro de la heteronorma, lo tradicional, el cuadrito familiar”, resume Nathalia. Hasta que llegó el día en el que el cuadrito se torció y se cayó y se hicieron -ya separadas y sin conocerse- preguntas similares: ¿qué es esto que me está pasando? ¿soy heterocuriosa y quiero probar una experiencia sexual o esta mujer me está gustando de otra manera?

Noelia Alperowicz tiene 35 años, es abogada, trabaja en una fiscalía y es madre de Santiago, de 10. Desde hace poco también se define como bisexual (la B de la sigla LGBT+), y si el dato entra en la enumeración es porque ahora su orientación sexual también es parte de su identidad.

Lo mismo corre para Nathalia Tullio, que tiene 39, es contratista, trabaja en construcciones y es madre de Santino, de 9. Juntas, del otro lado de la pantalla y en la semana del Orgullo, cuentan a Infobae los prejuicios que ellas mismas tuvieron cuando empezaron a sentir atracción por mujeres, su primera cita en un auto, las reacciones de sus ex maridos y cómo tomaron sus hijos esto de “mamá tiene novia”.

 

Una vida heterosexual

“Yo me crié con una lógica: ‘Si sos nena, te gustan los nenes’. En la adolescencia, cuando veía a una chica que le gustaba otra chica pensaba ‘pobre’, ‘la diferente’, ‘qué mal la debe estar pasando’. Como que yo estaba dentro de lo que estaría bien, lo normal. Nunca me replanteé mi orientación sexual”, arranca Noelia y hace comillas cuando dice “lo normal”. Tenía 22 años y ya era una buena estudiante de Derecho cuando conoció a un joven, se puso de novia, se fueron a vivir juntos y tuvieron, unos años después, a Santiago.


Nathalia atravesó un recorrido similar: “Nunca tuve la apertura mental de pensar ‘puede haber otra opción’. Al contrario: me acuerdo que en la adolescencia -los 90′- tuve una compañera que era lesbiana y se notaba, me mandó una carta y yo salí despavorida, tipo ‘ay, no que horror’”. También ella, después de un par de novios, conoció a un joven, se casó a los siete meses y tuvieron, unos años después, a Santino.

Casi ocho años en pareja una, una década la otra pero las dos, al final, se separaron. “Yo empecé a vivir mi soltería, a disfrutar”, dice Noelia, que estaba pisando los 30. “Me ponía una minifalda, me sentía la mina más sensual del mundo y salía a conquistar al tipo que me gustara. Nunca se me cruzó estar con una mujer, la única manera era pensando en hacer un trío, pero siempre desde la apertura sexual, de considerarme una mina amplia. El pensamiento era ‘bueno, listo, ya tuve a mi hijo, hice todo dentro de la estructura, ahora estoy para divertirme’”.


Nathalia, en cambio, sí comenzó tras su separación “un histeriqueo con una mujer. Y ahí empezó mi interrogante, onda ‘este jueguito me está gustando’. Era todo un jueguito erótico, de doble sentido. Hasta que en un momento dije: ‘No puede ser que a mí me esté pasando esto’, me explotaba la psiquis. Yo soy muy estructurada y eso me estaba desencajando”. Desconcertada y angustiada, hizo algo que ahora le da gracia: “Me metí en Google y busqué ‘¿cómo me doy cuenta si me está gustando una mujer?’”.

Sin conocerse estaban viviendo historias espejadas. Hace 3 años, Noelia finalmente se animó y organizó un trío sexual con una chica muy cercana y un conocido. “El tema es que él nunca podía, así que lo terminamos haciendo sin él”, se ríe.


“Y ahí se me dio vuelta el mundo: de creer que sólo quería estar con una mujer como un juego sexual del que podía entrar y salir cuando quisiera pasé a hacerme mil preguntas: ¿qué voy a hacer con esto? ¿por qué, si soy heterosexual, quiero seguir con este juego toda la vida?”.

Nathalia no concretó con “la chica del histeriqueo”, pero se bajó una aplicación, conoció a otra y empezó una relación, aunque con muchas dudas: “Yo pensaba ‘¿qué estoy haciendo? Tengo un hijo’. No me animaba a que se supiera, la única opción era tener una doble vida. Si salía con una mujer lo contaba como una aventura pero decía que había sido con un hombre”.


Todavía creía que ser heterosexual había sido una elección por lo que no concebía la idea de mantener una relación de pareja con una mujer. “Yo quería tener otro hijo, tampoco concebía la idea de tenerlo sola o con otra mujer”. Hasta que llegó un momento en el que la situación se le fue de las manos y pensó: “Tengo que empezar a ver qué me está pasando y aceptar quién soy”.

 

Una cita en un auto

En septiembre de 2020, cuando las vacunas todavía eran una ilusión, Noelia y Nathalia abrieron Tinder, cargaron sus datos y agregaron una opción en sus intereses: hombres y mujeres.

Dicen que ninguna vio en la otra el estereotipo que tenían en mente de una lesbiana o una bisexual, sí de una “heterocuriosa”, el modo en que se suelen llamar a las mujeres que en algún momento pueden sentirse atraídas hacia otras aunque su gusto por los hombres es lo que predomina.

“Nos empezamos a escribir y me pregunta: ‘¿Sos heterocuriosa?’”, dice Noelia. “Claro -sigue Nathalia-. Yo pensaba: ‘Es divina, me encanta, pero no estoy para alguien que busque probar, o un trío”. Una en Capital y la otra en Canning empezaron a hablar sin descanso mientras Nathalia, que acababa de enterarse de que tenía que mudarse con urgencia, embalaba.

“A los tres días me dio un ultimátum y me dijo: ‘Mirá, no voy a esperar a que esté la vacuna para conocerte’”, dice Nathalia, que pensó “esta mina está loca”. Noelia fue a verla y tuvieron la primera cita en el auto.
Fueron cuatro mini citas en el auto de las que Nathalia regresaba con un semblante nuevo: “Mi hijo me empezó a ver siempre sonriente y con el celular en la mano hasta que me preguntó: ‘Mamá, ¿es tu novia?’. Fue antes de conocerla, el pibe lo sabía antes que yo”, se ríe.

Tuvieron después una cita formal, a solas, mientras los chicos ya interactuaban a través de la playstation. Un mes después, vivían los cuatro juntos.

“Esta vez no tuve ningún tipo de interrogante, esta vez sentí”, dice Nathalia.

¿Les dijeron a los chicos que eran qué? ¿Amigas que se abrazan y se besan en la cocina? Noelia, que durante una relación anterior le había hablado a su hijo de una “compañera”, esta vez dijo “novia”. Nathalia le confirmó lo que Santino había preguntado -“Mamá, ¿es tu novia?”-: “Es hasta donde él pregunta. Él sabe que lo importante es que sea un amor sano, no importa cual sea el envase”.

Las dos también hablaron con su ex, los padres de sus hijos. “En mi caso, dijo que lo único que le preocupaba era que al nene le hicieran bullying, cosa que no pasó porque nunca fue un secreto. Tampoco fuimos por la vida avisando, nadie heterosexual anda avisando que es heterosexual. La respuesta de él fue ‘mientras el nene esté bien, está bien’”.

Y así es, porque el ex de Noelia y Nathalia se ven en los partidos de fútbol de Santiago, en cumpleaños, conversan; lo mismo con sus ex suegros. Pasó algo similar con el ex marido de Nathalia, que le costó pero al final dijo: “Mientras vos estés feliz mi hijo va a estar feliz”.

La decisión no fue que cada una se ocupara de su hijo biológico sino “ensamblar maternidades”. “Poder hacer la transición, la transformación de la familia que fuimos con los papás de los nenes a la familia que estamos armando, con nuestras reglas, nuestros códigos”, explica Noelia, que cada tanto dice “uno de mis nenes”, en vez de “mi hijo”.


Sin que nadie se los pidiera, Santino y Santiago empezaron a llamarse “hermanos”, a compartir colegio, amigos, a llamarlas “mamá 1″ y “mamá 2″, a gritarles “madreees, ¿dónde están?”.

Por su propio recorrido, Noelia y Nathalia están seguras de que existen muchas otras personas que jamás se preguntaron si eran heterosexuales porque lo habían elegido o por default. Por eso armaron una cuenta de Instagram en la que animan a otras mujeres a romper con los prejuicios propios y ajenos “y mostrarles que tienen la libertad de elegir otra cosa”.


Los comentarios que reciben cada vez que hacen un vivo son la muestra de que, para muchas personas, “si la sociedad hubiera dado la posibilidad de elegir, habrían elegido otra cosa”: “Qué bien se las ve, ojalá yo me pueda animar algún día”, “yo ya tengo 5 hijos, no voy a poder”, ‘estoy con mi novio de siempre y me está pasando lo mismo con una mujer: lo quiero dejar, tengo el mismo interrogante que tuvieron ustedes porque…¿por qué no?”.

Fuente: Infobae

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