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Entrelíneas de la carta de Cristina Kirchner: una advertencia para Alberto, otra para Macri

POLÍTICA 29/11/2021 Fernando Gutiérrez*
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Cristina Kirchner sabe que cada uno de sus gestos es interpretado en clave política: tanto si interrumpe a Alberto Fernández en un discurso como si se mantiene parada a su lado en silencio y con gesto grave. Tanto si publica largos mensajes en las redes sociales denunciando una conspiración judicial como si mantiene un estratégico silencio tras ser sobreseída en una causa. Tanto si funcionarios afines a su línea critican al Presidente y amagan con renunciar como si hace elogios al Gobierno que, escondidos, conllevan una advertencia.

Esta vez, con la carta titulada "Los silencios y las curiosidades", tampoco fue la excepción, de manera que tras haberse corrido del centro de la escena y haberle dejado el protagonismo a Alberto Fernández luego de la "remontada" electoral que devolvió oxígeno político al peronismo, eligió el momento preciso para soltar una nueva "bomba".

Sus intervenciones, ahora más dosificadas, hacen que cada intervención se transforme en materia de análisis para todos. Y, con su reconocida habilidad retórica, la vicepresidente se las ingenia para enviar mensajes a varios públicos. Primero, claro, a su base militante, con la cual periódicamente renueva los lazos afectivos y provee de "línea política" para los debates públicos. Segundo, para la propia interna de la coalición gubernamental, empezando por el propio Alberto Fernández y el ministro de economía, Martín Guzmán. Tercero, para la oposición, tanto en su versión de "halcones" como de "palomas". Y, en esta ocasión, agregó otros destinatarios, como el Fondo Monetario Internacional y, de una forma más sutil, la corporación judicial.

Pero si hubiera que resumir el efecto de la carta de Cristina, se podría sintetizar en dos advertencias veladas, una que tiene como destinatario al Presidente, y la otra a Mauricio Macri.

Alberto: advertencias ocultas en los elogios

Cristina no deja nada librado al azar, y por eso no es casualidad que haya citado un discurso de Alberto Fernández en el acto del 9 de Julio, a modo de recordatorio sobre el compromiso que el mandatario asumió con su propia base electoral.

"Nunca esperen de mí que firme algo que arruine la vida del pueblo argentino, nunca, nunca. Y espero que me entiendan, porque si alguien espera que yo claudique ante los acreedores o que claudique ante un laboratorio, se equivoca. No lo voy a hacer. Antes me voy a mi casa", fue el párrafo citado por Cristina.

Lo curioso es que, en aquella ocasión, Alberto estaba hablándole al kirchnerismo, que cada vez con menos disimulo dejaba ver sus críticas y dudas. La alusión a "claudicar ante un laboratorio" estaba referida a una frase que Máximo Kirchner había pronunciado días antes en la cámara de Diputados, donde daba a entender que el Gobierno tenía una actitud débil y cedía ante la presión de Pfizer, en pleno debate sobre las vacunas contra el covid.

El hijo de Cristina advertía sobre la señal de debilidad que implicaba introducir cambios a la ley de vacunas, justo cuando el país tiene por delante la negociación con el Fondo Monetario Internacional.

También resulta sintomático que Cristina, a la hora de referirse a las condiciones de un acuerdo con el Fondo haya advertido que, de acuerdo a lo que se firme, se puede definir el si habrá crecimiento o un ajuste permanente. No es casual, como sabe cualquier usuario de las redes, que haya elegido las mayúsculas para recalcar que el país necesita crecimiento "CON INCLUSIÓN SOCIAL".

El mensaje implícito es muy claro. Y por si hiciera falta, otra vez fue Máximo Kirchner, quien en la mismísima campaña electoral legislativa puso en duda si el kirchnerismo apoyaría el proyecto de presupuesto de Martín Guzmán, donde se prevé una senda de disminución del déficit fiscal.

En aquel momento, Máximo había advertido que "los números tienen que cerrar, pero con la gente adentro". Y la frase venía apenas semanas después de los reproches públicos de Cristina a Guzmán por no haber ejecutado en su totalidad las partidas presupuestarias habilitadas.

El diagnóstico del kirchnerismo es que la debacle electoral de las PASO se debieron al insuficiente gasto público y a la mala gestión de la asistencia social, que hizo que los segmentos de mayores ingresos no se enteraran de que la economía se está recuperando a una "tasa china" del 9%.

En definitiva, el mensaje de la vice es un refuerzo de sus posturas previas, justo en un momento en el que "la" pregunta del ámbito político es si el kirchnerismo acompañará a Alberto en su nuevo plan económico y asumirá el inevitable costo político de un ajuste fiscal.

Lo que Alberto está decodificando es que "la lapicera la tiene él". Es decir, que Cristina le cederá la iniciativa y que, en caso de el nuevo plan se parezca demasiado a un ajuste, habrá una ruptura, pero que no será achacable a ella sino al desvío presidencial de sus propias promesas. No por casualidad, en los últimos días se desbordó una polémica interna entre un kirchnerista puro, como Roberto Feletti, que está insinuando más medidas intervencionistas contra el campo, para preocupación de los funcionarios más moderados.

Profundizando la fisura en la oposición

Pero el mensaje de Cristina tuvo también un claro destinatario en la oposición y hasta en el propio FMI. Había resultado muy sugestivo en los últimos días que los voceros del organismo reclamaran que el nuevo programa plurianual que envíe Alberto al Congreso –y que será la base para el acuerdo con el organismo- "debe contar con un amplio apoyo político y social". Y todos entendieron a qué se refería el FMI: no le importaba tanto el apoyo de Horacio Rodríguez Larreta sino el de Cristina Kirchner, la única persona con capacidad real de hacer que el plan económico fracase si no acompaña las medidas.

Fue por eso que Cristina hizo una jugada astuta: minimizando su propia influencia política, recordó que, por ley, todo acuerdo con el FMI deberá ser refrendado por el Congreso. Es decir, por el conjunto de la representación política del país.

Y esa frase, a primera vista obvia, tiene efectos ocultos, porque llega justo después de la victoria opositora que le otorga mayoría en el Senado.

Es decir, Cristina le avisa al Fondo que ella no tiene la fuerza política que ellos creen, al punto de ser capaz de sabotear un acuerdo. Y, de paso, le recuerda a la oposición que su victoria electoral conlleva la responsabilidad de tener que compartir un costo político en los dos años que vienen.

La estrategia de Cristina es clara: si el acuerdo con el FMI efectivamente libera las trabas para el crecimiento del país, buscará capitalizar esos logros como parte de su política de inclusión social. Y si lo que viene es un período de ajuste, ya avisó quiénes serán los culpables, por acción u omisión.

El "timing" elegido por la ex presidente es estratégico, porque en la oposición se está produciendo un debate, cada vez menos disimulado, entre el ala "dialoguista" de Rodríguez Larreta, Diego Santilli, María Eugenia Vidal y parte de la UCR, enfrentado al sector "duro" de Mauricio Macri, Patricia Bullrich y Miguel Pichetto.

Macri, ya desde la misma noche de la elección legislativa, está advirtiendo sobre la "trampa" que puede ser acudir al diálogo social al que convoca el Presidente.

"Hay que entender qué significa ese llamado, quién lo hace, quién va a gobernar en los próximos dos años en Argentina. ¿Lo hace el presidente? ¿Tiene el apoyo de la vicepresidenta, de La Cámpora, de Massa, o es sólo él?", planteó el ex presidente, que puso como condición que hubiera una "profunda autocrítica" por parte del Frente de Todos.

Pero, sobre todo, su preocupación principal es no caer en una trampa política: teme que se pueda resquebrajar la unidad de la oposición y que, además, se le haga compartir el costo político de medidas impopulares.

"Si hoy la gente siente esperanza porque Juntos por el Cambio ha mostrado madurez. Entonces cuidemos eso, y también les digo a ustedes los periodistas, no empujen a cosas artificiales", pidió en su primera entrevista tras el resultado electoral. Pero quedó la sensación de que no sólo les hablaba a los medios sino, sobre todo, a sus socios de la coalición opositora.

El propio Alberto Fernández demostró que muchos temores de Macri son fundados: la convocatoria presidencial al diálogo ya arrancó con acusaciones a la gestión macrista por las consecuencias de la toma de deuda. Y, explícitamente, el mandatario intentó provocar una fisura opositora al decir que no le interesaba dialogar con Macri sino con la "oposición responsable".

Es por eso que el mensaje de Cristina hacia Macri fue muy claro: no hay escapatoria. Si realmente quiere la reducción del déficit fiscal, la suba de tarifas y la disminución en la financiación monetaria del gasto público, tendrá que asumir un costo político en el Congreso.

En la estrategia política de Cristina, lo mejor que podría pasar es que esta situación derivara en una fisura interna de la oposición, lo cual debilitaría las chances electorales en 2023.

Un sugestivo silencio sobre el "lawfare"

Hubo, finalmente, un tema al que Cristina no se refirió. Y, justamente por eso, constituyó el hecho más llamativo. Algo así como "el elefante en el living" del cual nadie habla: la carta se publicó apenas un día después de que el tribunal federal haya sobreseído a la ex mandataria en la causa judicial Hotesur/Los Sauces.

El hecho de que Cristina se haya mantenido en silencio tanto tiempo y que, justo cuando hace su reaparición en la escena política, no haga mención al tema que causó un shock en el ámbito político, ya implica un mensaje en sí mismo.

Luego de haber militado con intensidad y elocuencia durante años la denuncia sobre el "lawfare" -es decir, la persecución a los líderes "populares" por la vía de armar causas judiciales, en una connivencia entre el poder judicial, los medios de la oposición, las grandes empresas y políticos opositores-, ahora Cristina prefirió no hacer mención alguna.

Podría interpretarse que, después de haber sido sobreseída en las causas "dólar futuro" y "memorándum con Irán", Cristina quiere hacer ver este tercer fallo a su favor ya como un hecho natural. Una "no-noticia", en el sentido de que las acusaciones en su contra son tan endebles que lo esperable es que sobrevenga una seguidilla de decisiones judiciales en el mismo sentido.

De hecho, su alegato público cuando se defendió por el acuerdo con Irán dejó en claro que su estrategia era teñir de sospecha de "lawfare" a la totalidad de las causas en su contra, más allá de las pruebas que se puedan haber acumulado en su contra.

Ahora, si bien ella no habló, fueron muy elocuentes dos personas de su entorno.

"Cuando no hay una Mesa Judicial con funcionarios apretando jueces, los hechos y las pruebas pesan más que las tapas de Clarín o La Nación... ¡y las causas armadas se caen a pedazos!", escribió el ministro de Justicia, Martín Soria, en un mensaje donde reproduce tapas de los diarios.

Más explícito aun, su abogado, Gregorio Dalbón, dejó en claro que no se contentará con que su clienta se haya liberado de la instancia del juicio, sino que buscará una reparación pública.

"No alcanza el sobreseimiento de Cristina Kirchner. Tienen que pagar muchos con sus cargos por lo que armaron judicialmente y los periodistas por lo que la difamaron durante años a la vicepresidenta y sus hijos. No es gratis", advirtió.

De manera que, también en este caso, el mensaje es claro, y el destinatario es el poder judicial: Cristina espera que las próximas causas judiciales -como, por ejemplo, la de los "cuadernos de las coimas"- corran la misma suerte que las que acaban de "caerse a pedazos".

 

 

* Para www.iprofesional.com

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