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Ni el Congreso, ni los sindicatos ni las empresas creen en el 33% de inflación: ¿por qué Guzmán insiste?

ECONOMÍA 15/12/2021 Fernando Gutiérrez*
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La primera vez, la estrategia le dio resultado a Martín Guzmán. La segunda, ya arrancó mal: al mismo tiempo que argumentaba su proyección de una inflación de 33% frente a los diputados que -tanto en el oficialismo como en la oposición- lo escuchaban con indisimulable incredulidad, se conocían noticias sobre negociaciones salariales que prácticamente duplicaban la pauta del ministro.

Los docentes de la provincia de Buenos Aires acababan de firmar un acuerdo por 54%, que tendrá cláusulas de revisión durante el año. Y los empleados de la AFIP anunciaron un acuerdo del 60%.

Ya previamente otros gremios grandes como los ferroviarios y los metalúrgicos habían acordado cláusulas que llevarían hasta marzo sus aumentos por encima del 50%, mientras la gran tanda de gremios que habían acordado a mediados de año en torno al 40% están negociando revisiones.

Es decir, uno de los principales objetivos que expresamente Guzmán dijo que se proponía con el presupuesto, que es que sus proyecciones sirvan como guía y referente para el resto de las variables económicas, nació con falla de origen. El año pasado, en cambio, el ministro había logrado su objetivo: con su meta del 29%, les había pedido a los gremios y a los empresarios que tuvieran en cuenta esa cifra a la hora de fijar precios y salarios.

Y, efectivamente, la primera reacción fue positiva, porque gremios que el Gobierno toma como referentes para el resto del mercado -los bancarios, por ejemplo- habían acordado en torno al 33%, lo cual permitía a Guzmán ratificar su compromiso de que habría una recomposición salarial en términos reales.

Pero cuando la inflación se escapó ya en el primer cuatrimestre -con un récord de 4,8% en marzo- todo el mercado interpretó que ese referente de Guzmán había perdido vigencia. La comprobación oficial al respecto ocurrió en junio, cuando la propia Cristina Kirchner convalidó un nuevo "piso" salarial del 40% para los empleados del Congreso, con lo cual el resto del mercado interpretó que se abría una nueva fase de negociaciones.

En aquel momento, en una admisión tácita de que las proyecciones de Guzmán habían perdido contacto con la realidad, su colega de la cartera de Trabajo, Claudio Moroni, afirmaba que no había que mirar los indicadores en el largo plazo sino en el corto, y que los salarios, gracias a las revisiones periódicas, le terminarían ganando a la inflación.

Descreimiento total en el mercado

En los días previos a la presentación de Guzmán ante el Congreso habían circulado rumores en el sentido de que, dada la aceleración inflacionaria de los últimos meses y las nuevas expectativas del mercado, era probable que el ministro corrigiera al alza sus proyecciones, llevando la inflación del 2022 a un nivel más cercano a un 40%.

Sin embargo, no ocurrió eso, aun cuando confirmó que habrá dos factores que en 2021 oficiaron como "anclas" de los precios y que el año próximo no ayudarán: el dólar y las tarifas de servicios públicos.

La divisa, según el ministro, aumentará un 28%, lo que implica una inflación en dólares de apenas 4% -siempre que se cumpla su pronóstico de IPC, claro-, lo cual es una cifra menor, dada la inflación internacional. Y también sería una cifra pequeña en comparación con la inflación en dólares con la que terminará el 2021: marcará un preocupante 34% por la política de ancla cambiaria -con el dólar subiendo a un ritmo de 1% mensual mientras los precios lo hacían a un 3%-.

Guzmán tomó nota de que ese indicador implica una pérdida de competitividad de la economía y que además no será aceptado por el Fondo Monetario Internacional, y es por eso que se modificó la concepción de la política cambiaria.

Lo cierto es que el dólar ya empezó a acelerar: por un lado, era una medida reclamada por el mercado para corregir distorsiones, pero también es cierto que muchos analistas ven al "crawling peg" como un factor inflacionario en sí mismo, dado que un mayor deslizamiento de la divisa tiene un inevitable componente de traslado a precios.

Por otra parte, la senda de ajuste del déficit fiscal que plantea el ministro tiene, como explicación fundamental, la caída en el rubro de subsidio estatal a la energía, dado que no se recortará en otros renglones como la obra pública. No está claro qué tan fuerte será en impacto en las facturas, pero los expertos del mercado hablan de no menos de un 30%, lo cual también implica un traslado casi automático a precios.

No sorprende, por lo tanto, que el divorcio entre los números que presenta Guzmán y que el mercado está esperando sea cada vez mayor. La última encuesta REM del Banco Central es contundente al respecto: ministro espera una inflación del 33%, el promedio del mercado cree que será de un 52%, y los más pesimistas empiezan a hablar de un 60%.

Por caso, un informe de la Fundación Mediterránea, basándose en las proyecciones oficiales del presupuesto 2022, estimó que el año que viene, la emisión monetaria neta sería de 4,1% del PBI -compuesto por el déficit primario de 3,3% más 0,3% por el pago de intereses de letras del Banco Central y 0,5% intereses de deuda pública no refinanciada-. Así, se estaría expandiendo un 62% la base monetaria, que actualmente se ubica en 6,6% del PBI.

Con esos números, deja una advertencia inquietante: "El riesgo de la aceleración inflacionaria ha dejado de ser una cuestión de mediano plazo".

Según la mayoría de los economistas, la proyección de Guzmán caerá en descrédito ya en el mismo arranque del año: se prevé un 3,8% para enero, un 4% para febrero, un 4,3% para marzo, un 3,9% para abril y un 3,6% para mayo. El acumulado de esos cinco meses da 21%. De manera que, para que el pronóstico anual de Guzmán diera resultado, la inflación acumulada tendría que ser de menos de 10% en todo el segundo semestre, lo que equivale a un promedio de 1,3% mensual-.

Algo que, como están dejando en claro todos los sindicatos y las empresas a la hora de renegociar salarios y contratos de provisión de mercadería, está fuera de todas las previsiones de la economía argentina.

Las ventajas de una inflación subestimada

¿Por qué Guzmán incurre nuevamente en hacer una proyección de inflación con bajísimas probabilidades de ocurrencia, sabiendo, por otra parte, que ahora ya no tiene credibilidad de los actores de la economía? Es la pregunta que intentan responderse todos, aunque la respuesta real la tiene solamente el ministro.

Guzmán argumenta que el 33% se logrará gracias a que el Tesoro necesitará una menor dependencia de la "maquinita del Banco Central". Afirma que eso ocurrirá por dos motivos, uno es que habrá un menor déficit fiscal, del 3,3%, pero que además la financiación de ese agujero se hará con una mayor porción de crédito del mercado y no con emisión monetaria.

Hablando en números, se espera que la asistencia del BCRA se limite a 1,7% del PBI -el equivalente a unos u$s7.650 millones-. Esto implica una promesa de menor expansión monetaria -luego de un año en el que la asistencia del Central al Tesoro fue de $1,5 billón -unos 4,3 puntos del PBI-.

Es una argumentación peligrosa para el ministro, porque lo expone a críticas "por derecha y por izquierda".

A su propia bancada legislativa la pone en una situación incómoda, porque esa explicación de Guzmán implica asumir tácitamente eso que tanto irrita a los economistas heterodoxos del kirchnerismo: que la inflación tiene su origen principal en la emisión monetaria y no en la "puja distributiva".

 

 

* Para www.iprofesional.com

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