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Nuevo récord de casos de COVID-19: sólo el 35% de las camas de terapia ocupadas

SALUD - CORONAVIRUS 31/12/2021 Joaquín MUGICA DÍAZ
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El 8 de octubre Alberto Fernández y Máximo Kirchner ingresaron al estadio de Chicago sin barbijos y dándoles abrazos y besos a la gente. Esa tarde, con un aforo al 100%, el Gobierno realizó un acto de campaña electoral organizado por el Movimiento Evita. Más allá del contenido político del evento, que sirvió para ordenar las diferencias internas en el Frente de Todos, ese día el Presidente dio por terminada la pandemia.

Para ese entonces en el Ministerio de Salud proyectaban el presente actual. Un rebrote de casos con menor letalidad y cantidad de internaciones. Anticipaban que los niveles de vacunación iban a aumentar a una gran velocidad y, en consecuencia, la pared inmunológica se iba a fortalecer. Fue lo que ocurrió.

Lo que está sucediendo hoy en día no los sorprendió. Era lo esperable. Incluso los 50.506 casos que generaron sorpresa y conmoción ayer por la tarde. ¿Por qué? Porque muchos de esos contagios se están dando en personas vacunadas que sufren síntomas leves. Este momento de zozobra es una oportunidad para el Gobierno de recalcar la necesidad de vacunarse. Sin excusas.

Más allá del aumento exponencial de casos de COVID-19, en la Casa Rosada hay una decisión tomada y es no cerrar actividades. La temporada de restricciones ya pasó. No es una opción, salvo que la atención de los hospitales se vea saturada, situación que, por el momento, está lejos de concretarse.

Por eso, más allá de la preocupación normal con la que las autoridades sanitarias siguen el rebrote, en Balcarce 50 existe tranquilidad respecto a lo que vaya a suceder con la tercera ola de coronavirus. El nivel de vacunación es alto y en la actualidad el foco está puesto en achicar los márgenes que quedan sin vacunar. Casa por casa y convenciendo a los jóvenes de poner el brazo para recibir una, dos, tres dosis.

Las vacunas son efectivas y ya no hay opinólogos ni políticos de turno que puedan cuestionarlo. Según sostuvo la ministra de Salud, Carla Vizzotti, en este fin de año hubo un cambio de paradigma y las autoridades sanitarias comenzaron a poner en el centro de la escena el porcentaje de internados en terapia intensiva y la cantidad de fallecimientos. Ambos son números bajos respecto a la cantidad de contagios que existen.

Los últimos datos de la cartera sanitaria indican que hay 35% de camas de terapia intensiva ocupadas en todo el país. Ese total incluye al sector público y privado, y a todas las patologías. En las últimas horas la atención está centrada en que no se rebalsen de gente los centros de testeo, debido a la enorme demanda que se produjo con el crecimiento de los contagios y la legada de las fiestas.

El Gobierno empezó el 2021 enfocado en vacunar, a la mayor velocidad posible, a toda la sociedad argentina. El primer escollo que tuvo en el camino fue obtener las dosis necesarias. Las primeras vacunas en llegar fueron las rusas Sputnik V. Resultaron ser un oasis en el desierto. Arribaron a cuentagotas mientras que desde la Casa Rosada intentaban agilizar las gestiones para obtener más dosis.

Como suele suceder en Argentina la gestión política quedó enmarañada en un chiquero de desconfianza y ataques entre el oficialismo y la oposición. Del “envenenamiento” de la vacuna rusa denunciado por Elisa Carrió hasta la omisión de Alberto Fernández de que las dosis rusas, a principio de año, no estaban recomendadas para aplicarles a los mayores de 60 años.

La oposición aprovechó la falta de datos publicados en las revistas especializadas para poner en duda la efectividad de las dosis rusas, lo que generó incertidumbre en un momento donde en la sociedad reinaba el temor, las dudas y la necesidad imperiosa de regresar, aunque sea lentamente, a la vida que los argentinos conocieron hasta el 19 de marzo del 2020.

Finalmente, las vacunas rusas, sobre todo las primeras dosis, empezaron a llegar con mayor frecuencia y robustecieron el stock nacional. En tanto, las primeras vacunas chinas de Sinopharm arribaron en febrero, mientras que las de Astrazeneca empezaron a llegar en marzo. Cuando Argentina estaba por entrar al invierno ya tenía las dosis suficientes para dar un salto en el volumen de vacunación y disminuir la circulación del virus.

Desde el inicio de la campaña de vacunación Argentina recibió 100.439.835 dosis.14.683.210 corresponden a Sputnik V (10.125.655 dosis del componente 1, y 4.557.555 del componente 2); 6.296.125 a Sputnik V producidas en Argentina por el laboratorio Richmond (1.634.875 dosis del primer componente, y 4.661.250 del segundo). Esa fue la injerencia rusa en el operativo de vacunación nacional.

Por otra parte, llegaron 27.461.700 de AstraZeneca (580.000 dosis de AstraZeneca-Covishield; 1.944.000 dosis provistas por el mecanismo COVAX de la OMS; 22.185.300 de AstraZeneca y Oxford cuyo principio activo se produjo en la Argentina; 2.202.800 donadas por España y 549.600 por Canadá); y 31.672.800 de Sinopharm (30.000.000 dosis del contrato bilateral y 1.672.800 provistas por el mecanismo COVAX)

Por último, arribaron 3.500.000 de Moderna de la donación proveniente de Estados Unidos; 1.704.000 de CanSino y 11.393.460 de Pfizer. A un año de iniciada la campaña de vacunación el 83% de la población total inició su esquema y el 70% lo completó.

Respecto a la población mayor de 18 años, la cifra asciende a 93,3% con esquema iniciado y 82,8% con esquema completo. Además, el 79,7% de los adolescentes de entre 12 y 17 años inició su esquema y el 58,9% lo completó, mientras que el 61,8% de las niñas y los niños de entre 3 y 11 años se aplicó ya una dosis y el 36,9% recibió dos.

En este tiempo el operativo de vacunación está apuntado a aplicar las dosis de refuerzo, que según la última recomendación del ministerio de Salud se acortará de cinco a cuatro meses. Levantar la inmunidad de los que ya están vacunados es también una de las claves de esta nueva batalla que llevan adelante las autoridades sanitarias contra el virus. Todas las fichas a la tercera dosis.

La segunda mitad del año estuvo marcada por la proximidad de las elecciones, las dudas sobre la posibilidad de llevar los comicios adelante con cierta normalidad, las discusiones entre el Gobierno y la oposición para resolver si los comicios se suspendían, se postergaban o se unificaban, y el escándalo que generó una foto del cumpleaños de la pareja del Presidente, Fabiola Yáñez, festejando en la Quinta de Olivos cuando en el país regía una cuarentena estricta.

El Gobierno sobrellevó todos esos conflictos con resultados variables. La imagen del cumpleaños fue un golpe de gracia que quedó expuesto en la derrota consumada en las PASO. Previo a los comicios en la Casa Rosada subestimaron el impacto real del hecho y los votos adentro de la urna fueron la respuesta más exhaustiva que obtuvieron.

En el tramo final del 2021 las autoridades de Salud decidieron dar el paso final hacia la normalidad habilitando los eventos masivos, como la vuelta del público a los estadios de fútbol o los recitales con capacidad plena. En el último trimestre la Argentina volvió a ser la que era en marzo del 2020, salvo por la utilización del barbijo.

Pero en ese protocolo también hubo un punto de inflexión. El 19 de octubre la ministra de Salud comunicó que el tapabocas dejaba de ser obligatorio al aire libre y su uso quedaba reservado solo para lugares cerrados. La flexibilización fue parte de un proceso lógico de aperturas que parecen no tener retroceso. Se pueden reducir los aforos, pero no volver al cierre de las actividades sociales, deportivas, culturales y religiosas.

Frente al crecimiento de casos, que tuvo su pico ayer, el Gobierno decidió a avanzar con una serie de medidas en las últimas semanas. La primera fue la implementación de un protocolo de testeo y aislamiento a los viajeros provenientes del continente africano, donde nació la variante Ómicron, que aún no ha explotado en el país. La gran masa de casos actuales son de la cepa Delta.

Luego fue el anuncio del pasaporte sanitario, que entrará en vigencia este sábado 1 de enero y, finalmente, la decisión de achicar la cantidad de días de aislamiento a los contagiados y los contactos estrechos. Una muestra de que, más allá del rebrote, el Gobierno está actuando como si la pandemia estuviese llegando a su final. O, de mínima, generando menos daño.

Hubo 20 semanas de decrecimiento de casos que concluyeron hace apenas algunos días. En esa etapa la sociedad se relajó. El Gobierno también. Era el camino lógico después de un año y medio de aislamientos, cierres, restricciones y una vida social opaca. En las últimas 48 horas del año se registró el pico máximo de contagios de toda la pandemia. Así de sinuoso y cambiante fue el escenario sanitario.

Al Presidente la pandemia lo marcó. Le puso un sello a su gestión. Tuvo que llevar adelante un gobierno abrazado por el coronavirus y caminar, muchas veces, en medio de la oscuridad del desconocimiento y la incertidumbre.

Intentó capitalizar el resultado de ese desafío en las elecciones, pero erró el calculo. La gente ya no quería hablar de pandemia para cuando la Argentina eligió a una camada nueva de legisladores. Aún así siempre dejó en claro, en la gran mayoría de sus discursos, que el Covid-19 le dio vuelta la mesa cuando recién se acababa de sentar.

Argentina hoy tiene a la mayoría de su población vacunada. Un escenario impensado en el inicio del año. El 2022 empieza con el desafío de dominar el rebrote sin cierres estrictos. En ese camino el comportamiento social es determinante. Como lo dijo tantas veces el Papa Francisco, y lo ha repetido Alberto Fernández, nadie se salva solo. Absolutamente nadie.

Fuente: Infobae

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