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La discusión con el FMI no es cómo pagar la deuda sino cómo financiar el déficit fiscal

ECONOMÍA 11/01/2022 Diana MONDINO
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La reciente presentación del Gobierno ante gobernadores, vinculada a la negociación con el FMI, mostró objetivos sin mostrar las herramientas con las cuales se lograrán. Dejo de lado eso por un momento y pregunto: si se prevé llegar a equilibrio fiscal recién en 2027, ¿cómo se financiará el gasto hasta ese momento? Más deuda será difícil tomar y si lo hiciéramos, cada vez deberíamos más, no menos. Tal vez se piensa en mayor emisión pero eso sólo aumentaría la inflación y el ya elevadísimo déficit cuasifiscal. En una palabra, cuanto más tardemos en llegar al superávit, tendremos más deuda, más déficit cuasifiscal, más emisión y más inflación. No entiendo cuál es la razón para ir lentamente.

El argumento que afirma que sólo se puede reducir gradualmente el déficit y que será en base a crecimiento es ingenuo. Macri realizó una reducción del déficit de 8% en 4 años, hubo crecimiento 2 años y mientras se financió con deuda, tan criticada. Ahora ya ni siquiera está esa posibilidad.

La presentación no mencionó al BCRA con su déficit cuasi fiscal y no entendí si incluía o no el pago de intereses. Si no lo hace, pues la bola de nieve será cada vez mayor. Al mismo tiempo que se hablaba de política fiscal expansiva, se mencionaba política monetaria restrictiva. Receta pa’ la desgracia, dirían en el campo. Es agua fría y caliente al mismo tiempo según los libros de texto. Pero no es nuestro caso. En otros países donde el sistema financiero mueve el crédito, puede ser cierto: la política monetaria restrictiva sólo aumenta el costo del pasivo del BCRA (el llamado déficit cuasi fiscal). Asimismo, la política fiscal no es expansiva como declama el gobierno, sino restrictiva porque quita recursos y oportunidades al sector privado. En resumen, nuestra experiencia es que las dos son agua caliente y nadie quiere quemarse.

La vía de crecimiento por el sector externo está limitada, ya que el aumento de exportaciones será muy lento con el cúmulo de restricciones actuales. Por supuesto siguen las retenciones a las cuales se han agregado diversas dificultades bajo el primitivo concepto que hay que favorecer el mercado interno. Si eso fuera normal, todos los italianos conducirían una Ferrari.

En general, se espera un mayor esfuerzo estatal en identificar sectores a los cuales apoyar o apuntalar. El tema ahí es conceptual, ya que se puede apoyar de dos maneras: con subsidios o con reducción de impuestos. El camino elegido ha sido –hasta ahora- el de subsidios. Eso tiene el inconveniente que no alcanza para todos, no es un sistema muy transparente y sobre todo, los incentivos están distorsionados: si funciona será un éxito para el empresario, si no funciona lo pagamos entre todos. A esto hay que agregar que el subsidio ha de salir de alguna parte y en la Argentina tenemos ya décadas de experiencia que es castigando al que puede producir. En cambio, una reducción de impuestos alcanza a todos por igual. No hay problemas de transparencia ni incentivos perversos.

La política de subsidios implica un gasto público que pudiera no existir. Es muy diferente lograr un equilibrio fiscal porque se redujo el gasto (con menos subsidios) o se aumentaron los impuestos.

Siendo optimista y asumiendo que la totalidad de las premisas del Gobierno fueran factibles, coherentes y deseables, queda pendiente el tema del empleo. ¿Cómo generar empleo con estas políticas? La principal premisa debiera ser un aumento de productividad para lo cual en Argentina no se cumple casi ninguna condición. Simplificando, esas condiciones son tres: incremento en la cantidad y calidad de capital disponible para cada trabajador (más y mejores máquinas y tecnología), educación de la fuerza laboral y mejoras en la adopción de tecnología (know how, clusters, etc.).

Los aumentos en productividad son indispensables para poder reducir desempleo y generar crecimiento. Con la brutal cantidad de desempleados, manteniendo un sistema medieval y negociaciones salariales centralizadas de Jujuy a Tierra del Fuego, es muy difícil esperar que haya mejoras en salario y empleo. Si no lo hay no puede haber crecimiento. Y si no hay crecimiento la propuesta del gobierno deja de tener sentido.

En los objetivos se incluyó el crecimiento del PBI y las exportaciones, con una mayor participación estatal en determinar prioridades. Para ello se debería decidir herramientas indispensables: regulaciones, restricciones y prohibiciones. Mucho mejor sería que además se reduzcan impuestos, y ni hablar si el gasto público fuera menor y eficiente.

Sin embargo, la presentación y la propuesta oficial se centró en que el gasto debe ser financiado, sin discutir cuál y para qué. No nos engañemos: la discusión con el FMI no es por el pago de la deuda sino por la financiación del déficit. No sólo no pagamos sino que pedimos más. Hubiera sido deseable una presentación en la que por fin en la Argentina se definieran prioridades y se desregulara, para que el sector privado pueda crecer y absorber la inexorable reducción de un gasto público imposible de financiar. Ahí sí que tendríamos claros los objetivos y las herramientas.

Fuente: Infobae

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