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A pesar de los condicionamientos del kirchnerismo, Alberto Fernández aún apuesta al consenso para aprobar un acuerdo con el FMI en el Congreso

POLÍTICA 24/01/2022 Brenda Struminger*
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Las críticas cruzadas por la fallida reunión entre el Gobierno y los líderes provinciales y parlamentarios de la oposición dieron lugar a una seguidilla de encontronazos, instigados por el kirchnerismo, en torno a temas diversos que elevaron la temperatura en la tensa relación entre el Frente de Todos y Juntos por el Cambio y abarcaron desde el caso de Milagro Sala, a la causa “Gestapo”, a la propia deuda por el FMI. Sin embargo, Alberto Fernández se mantuvo al margen, con la mirada enfocada casi exclusivamente en el cierre de un acuerdo. A pesar de los cruces, apuesta a retomar las conversaciones de cara al tratamiento del proyecto en el Congreso y confía en que obtendrá los votos.

Con argumentos que giraron en torno a cuestiones menores como el lugar y el momento, el oficialismo y oposición se responsabilizaron mutuamente por el naufragio del anunciado y nunca concretado encuentro. Lo que siguió fue una serie de discusiones por otros temas, que ya estaban circulando en la agenda pública, y que prosperaron a instancias de los principales líderes del kirchnerismo. Los días siguientes al naufragio del diálogo se transformaron en el terreno para una confrontación abierta y descarnada.

La muestra más acabada del fin de la incipiente tregua fue la visita del ministro del Interior y referente de La Cámpora, Eduardo “Wado” de Pedro, a Jujuy, para apoyar a la dirigente social Milagro Sala, detenida desde 2016, desde donde deslizó una nueva crítica contra el gobierno local, a través de Twitter. Fue un claro desafío contra el gobernador, Gerardo Morales, quien se venía presentando como un “puente” entre JxC y el Ejecutivo, entre charlas telefónicas con Alberto Fernández y Sergio Massa. El jujeño reaccionó: “Es inaceptable que los funcionarios defiendan delincuentes”, le dijo sobre la referente de la Tupac Amaru. El ministro le respondió: “Precisamente, porque soy Ministro de la Nación, me preocupan las denuncias y el pedido de intervención al Poder Judicial de Jujuy presentado por un senador jujeño”.

El Presidente evitó realizar declaraciones ese día, aunque la semana anterior había caldeado las aguas al adjudicar la permanencia de Milagro Sala bajo arresto domiciliario a que “hay algo que está funcionando mal”. En la Casa Rosada le bajaron el tono a esas palabras. “Es su postura de siempre y se cumplían seis años de arresto”, lo excusaron.

Después, no casualmente, se sumó a la disputa el ex presidente de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni, con estruendosos y directos calificativos contra el caudillo provincial opositor. Lo llamó “el estiércol de la política con sus cloacas más hediondas”-. Morales, esta vez, permaneció en silencio.

La carta de Cristina Kirchner, quien comparó la crisis del COVID-19 con la gestión de Mauricio Macri fue el pico más alto del tono polarizante que buscó imprimirle el ala dura del Gobierno a la dinámica política. El ex presidente salió a responderle. “Resulta que la culpa es del que quiere ordenar el descalabro”, se defendió. Mientras tanto, en redes sociales se empezó a extender por impulso de la militancia digital el uso del hashtag #PandemiaMacrista. También el gobernador bonaerense, Axel Kicillof, y su antecesora, María Eugenia Vidal, protagonizaron una pelea pública por la deuda, que comenzó el ex ministro de Cristina Kirchner a partir de una defensa que ensayó Vidal sobre el préstamo de 2018.

En paralelo, se enconaron las embestidas contra el gobierno de Vidal -y de Juntos por el Cambio en general- por el video que mostró a su ministro de Trabajo, Marcelo Villegas, hablando sobre perseguir gremialistas a través de una comparación del cuerpo de vigilancia política del nazismo, la Gestapo. Se sumó estos días a la discusión, inclusive, la diputada nacional cercana a Alberto Fernández, Victoria Tolosa Paz, quien calificó a Vidal como “la jefa de la banda”.

Con todo, Alberto Fernández rehuyó del tono que le imprimió el ala dura de su gobierno a la discusión política. Durante su visita a San Juan, que coincidió con el momento exacto en el que estaba prevista la reunión con Juntos por el Cambio, obvió el estilo que se podría haber esperado en ese contexto, y acotó su discurso a la reivindicación de las energías renovables. El resto de la semana mantuvo reuniones con su círculo íntimo, que publicitó a través de fotos con detalles sobre el contenido, pero sin hacer declaraciones públicas.

Inclusive eludió responder los cuestionamientos de la oposición respecto del escándalo por la presencia del embajador en Nicaragua, Daniel Capitanich, en el acto de asunción de Daniel Ortega junto al terrorista iraní acusado en la Justicia argentina por el atentado a la AMIA y actual funcionario del gobierno de Irán, Mohsen Rezai.

En la Casa Rosada aseguran que el foco principal, casi excluyente, del Presidente, es el cierre del capítulo de la deuda. Pero admiten que un consenso con la oposición, en lo inmediato, es poco probable, a pesar del intento de Alberto Fernández de mantenerse por fuera del clima de combate azuzado por el kirchnerismo a contramano de su estrategia.

Los recientes enfrentamientos “van a incidir” en la negociación con el Fondo, que desde un comienzo exigió una muestra de consenso doméstico, reconocieron. Pero no lo consideran como lo más importante. Creen que priman, para el organismo, las cuestiones técnicas -por ellas vinculadas al sendero fiscal- y el aval político internacional. Las recientes declaraciones a favor de una salida al conflicto de parte de representantes del gobierno de Estados Unidos, principal accionista en el organismo, los envalentonaron. “Hay un clima donde todo indica, en contra lo que dicen algunos diarios, que le fue bien a Santiago. Estamos en carrera”, sostuvieron.

En la Casa Rosada auguran que, de todas formas, tendrán apoyo en el Congreso para aprobar el eventual -e incierto- proyecto que el Ejecutivo enviará en una fecha que, por razones obvias, aún no está pautada. “Es difícil que la oposición no nos dé los votos en el Congreso”, dijo una alta fuente con despacho en Balcarce 50. El Gobierno especula con que Juntos apoyaría para evitar el costo político de rechazar un pacto que “arregle” lo que ellos mismos produjeron. Pero los moderados de Juntos por el Cambio consideran que la decisión de Macri fue unilateral y que no los condiciona.

El próximo escenario de vínculo con Juntos por el Cambio será esta semana durante el debate sobre el temario para las sesiones extraordinarias que el Gobierno convocará formalmente el martes, para que comiencen recién el 1ro de febrero. Desde Juntos en Cambio dejaron traslucir su malestar previo y asentaron que, hasta ahora, no hubo acercamientos de parte del oficialismo. También reclamaron más diálogo. Adelantaron, de esa forma, que el ritmo del vínculo continuará siendo espinoso.

Internas

Aunque el foco del Presidente está en el Fondo, las internas con La Cámpora a partir del viaje de la titular del PAMI, Luana Volnovich, al caribe mexicano lo obligaron a desviar la atención durante varias jornadas.

En el Gobierno dieron el tema por “terminado”, según dijo la portavoz, Gabriela Cerruti. Pero, por lo bajo, aseguraban que el Presidente ve con malos ojos la relación con el segundo funcionario al mando de la obra social de los jubilados y pensionados. Aún cree que eso debe terminarse, “en algún momento”. “¿De qué manera?”, consultó este medio a una fuente oficial. “Eventualmente él será designado en otra área”, dijeron. Aunque esto no ocurrirá por el momento: ambos recibieron el aval de permanencia en La Cámpora, la organización de la que forman parte y a través de la cual fueron designados en 2019.

Por lo bajo, el comentario en la Casa Rosada era que Alberto Fernández “no pudo” echar a Rodríguez y lo comparaban con el caso del subsecretario de Energía Eléctrica de Martín Guzmán, Federico Basualdo, que permaneció en su cargo por la resistencia de Máximo y Cristina Kirchner, a pesar de los insistentes intentos del ministro de Economía para desplazarlo en medio de la puja por los ajustes tarifarios, el año pasado. Desde la oposición sostenían la misma postura. La diputada de JxC, Graciela Ocaña, dijo que “la situación en el PAMI muestra que el Presidente no tiene poder”.

Mientras tanto, había preocupación en el Gobierno por la marcha que prevén realizar organizaciones sociales propias contra el acuerdo con el FMI, que se suma a las señales críticas y preventivas sobre un posible ajuste que deslizaron en las últimas semanas desde el sector más duro del oficialismo. La más reciente se escuchó en la voz de Axel Kicillof durante la reunión con gobernadores. Antes se había manifestado de manera similar Cristina Kirchner, en su discurso conjunto con Alberto Fernández en la Plaza de Mayo, en diciembre.

En este contexto, en los últimos días el Presidente buscó mostrarse activo y rodeado de su círculo íntimo. Alberto Fernández dialoga a diario con Guzmán y para los próximos días se esperan reuniones para evaluar puertas adentro el resultado de las últimas discusiones con el staff del FMI. Aunque fueron tirantes, en el Gobierno se animan a decir que inclusive podría firmarse un pacto esta misma semana.

El dato clave en la agenda inmediata de la puja es el vencimiento del pago de 731 millones de dólares, fijado para el 28 de enero. Desde el Ejecutivo amenazan con no pagar y se escudan en la cláusula del documento de préstamo que indica que se pueden evitar las cancelaciones durante la renegociación. “Ahora viene un pago de la Argentina que por ahora no queremos hacer. Lo que decimos es que si no cerramos, no pagamos nada”, explicaron muy cerca del primer mandatario.

 

 

* Para www.infobae.com

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