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El Gobierno corre a la inflación de atrás, con fórmulas repetidas y poco efectivas

ECONOMÍA 19/03/2022 Pablo WENDE
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El discurso de 18 minutos del presidente Alberto Fernández alcanzó para dejar bien en claro que no hay nada demasiado novedoso para combatir la escalada de precios. El único anuncio concreto fue la creación del Fondo de Estabilización del trigo, pero después describió todo el abanico de medidas disponibles para obtener algún resultado: desde el freno a de la emisión monetaria negociada con el FMI hasta la amenaza de aplicar la obsoleta ley de abastecimiento para castigar a los productores que remarcan en forma desmedida.

El Presidente se mostró como un boxeador contra las cuerdas que tira todos los golpes al mismo tiempo para salir del asedio. Ayer ya no habló de “guerra” pero sí de “pelea”. Pero se trata de una lucha muy desigual, donde el Gobierno viene corriendo claramente de atrás y sin haber acertado con una fórmula que le dé resultados, aunque probó de todo. Nada indica que ahora vaya a obtener resultados muy diferentes, es decir malos.

La inflación de febrero encendió todas las alarmas. En un mes donde el dólar se comportó con tranquilidad e incluso bajó la brecha cambiaria, el índice fue de casi 4,7% y la canasta alimentaria aumentó nada menos 9%. La invasión de Rusia a Ucrania prácticamente no tuvo efecto en esa medición, porque se produjo a fin de mes. Por eso, marzo vendrá con datos mucho peores. Es muy probable que la suba de alimentos se ubique en dos dígitos. No hay bolsillo que aguante semejantes remarcaciones, que en el caso de los supermercados, autoservicios y carnicerías ya se realizan en forma semanal.

La suba de retenciones de 31% a 33% a los derivados de la soja aportará poco más de USD 400 millones y servirá para subsidiar el precio local de la harina. Así se busca ponerle un freno a los fuertes incrementos en productos básicos como el pan o los fideos. La medida provocará un enfrentamiento con el campo, que seguramente volverá a las protestas y medidas de fuerza.

Un informe del IERAL, de la Fundación Mediterránea, advirtió con claridad la visión cortoplacista de esta medida: “El aumento de las retenciones, supuestamente para beneficiar a los consumidores, es un error basado en un diagnóstico que sólo mira la “foto”, y no tiene en cuenta la dinámica. Al tener Argentina el potencial de producir alimentos y energía, en un escenario en el que se eviten las crónicas distorsiones de precios relativos y aun con alimentos y energía más caros, los habitantes contarían con mayores ingresos, tal como ocurre en Canadá, Australia y Estados Unidos”

El escenario inflacionario significa una “tormenta perfecta” para la economía argentina. Ya antes de la guerra el pronóstico de las consultoras era de una suba del 55%, producto de la necesidad de subir tarifas tras el virtual congelamiento de los últimos dos años, los ajustes del combustible y la suba del dólar oficial para evitar atrasos como ya sucedió durante 2021. Además, la mayoría de los precios de los alimentos también venía con subas demoradas por la aplicación de Precios Máximos desde la pandemia. La olla a presión se destapó en el arranque de 2022.

Dentro de todo, la “buena noticia” es que el pico de inflación de marzo probablemente marque un valor máximo a partir del cual se empiece a ver un descenso gradual del índice. Es lo que sucedió justamente en marzo del año pasado, cuando marcó 4,7% y a partir de allí descendió pero muy gradualmente y con altibajos.

Viejos conocidos

Entre los anuncios que se preparan y que serán desplegados en los próximos días aparecen viejos conocidos: extensión del listado de Precios Cuidados, congelamiento de una cantidad de productos de la canasta básica de alimentos que se negociará con empresas productoras y mesas de diálogo para llegar un acuerdo de precios y salarios. Por supuesto, también se involucrará a los municipios para ver que se cumpla con las listas de precios y evitar supuestos abusos. Haciendo más de lo mismo difícilmente se obtengan resultados distintos.

Sin embargo, ninguna de estas medidas fracasadas en el pasado reemplazan las bondades de un programa económico serio y que permita recuperar la confianza de empresarios y consumidores. No se trata de una tarea fácil en el contexto de un gobierno debilitado, que enfrenta una fuerte crisis interna. La decisión del kirchnerismo duro de votar en contra del acuerdo con el Fondo en el Congreso habla por sí sola.

Paradójicamente, el Presidente utilizó buena parte del discurso de ayer el arreglo alcanzado con el FMI, indicando que lo ayudará a recomponer reservas internacionales, alejar el peligro de una devaluación brusca y reducir la emisión monetaria. Fue un claro tiro por elevación a la vicepresidenta, Cristina Kirchner, quien públicamente advirtió que el ajuste propuesto por el organismo sólo traería más pobreza.

Sin embargo, el propio programa acordado con el FMI tendría resultados muy modestos a la hora de combatir la inflación. Los mercados desconfían que efectivamente se pueda cumplir con el frenó de la emisión monetaria del 3,7% a 1% propuesta para este año. Pero además se aleja la reducción del déficit del 3% a 2,5% que parecía una meta fácil para este año, ante los mayores gastos que demandará la importación de energía en el invierno.

En semejante contexto, el mejor escenario para el Gobierno sería que la inflación no se dispare más allá del rango del 55% al 60% que se proyecta para el año. Si le va relativamente bien, los resulados podrían empezar a percibirse recién en el segundo semestre.

Fuente: Infobae

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