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No se va nadie

OPINIÓN 26/03/2022 Mónica Gutiérrez*
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No se hagan la película. Bajense de las fantasías recurrentes. Ella no se va y él tampoco. No se va nadie. Nadie rompe. Se quedan todos. Nadie quiere soltar y el que quisiera no puede. Como de las peores tramas delincuenciales de esta sólo se sale con esposas o con los pies para adelante.

La unidad es imposible pero el poder es indiviso. Está todo roto pero no queda otra que lamerse las heridas y seguir amontonados. A tragarse los sapos crudos y sobrellevar humillaciones. De eso se trata.

La Cámpora aprovechó la sacrosanta fecha del 24 de marzo para ocupar la calle y plantarle una contundente señal a Alberto Fernández. Máximo Kirchner emergió del portazo legislativo reconvertido en el “patrón de la vereda”.

“En este día estamos más unidos que nunca”, dijo el Presidente en una jornada en que no hubiera podido pisar la Plaza de Mayo sin arriesgarse a pasar un momento sin retorno. Con la ñata contra la valla, la tuvo que mirar de adentro. Mal que le pese.

La Cámpora desplegó su fuerza de choque. Copó la parada con su militancia organizada. Fue una dura respuesta al pretendido empoderamiento del albertismo. Escoltado por “los pibis para la liberación” el retoño K ostentó su pretendido poder de fuego.

No hubo discurso ni escenario. No hizo falta. Llenó las avenidas de la ciudad con miles de manifestantes ordenados por una logística impecable. No estaban allí los de siempre, los más vulnerables, los pauperizados, los que suelen llegar a la rastra de las organizaciones sociales. Esto fue militancia pura y dura. Con banderas, pecheras y consignas bien aprendidas. Muchos jóvenes, casi todos exponentes de una clase media y media baja castigada por la adversidad del momento.

Máximo fue lapidario. Pintó la grieta interna con una crueldad socarrona. “Estás en los medios o en la calle”. No se refería a la oposición, claro, sino al mismísimo Alberto Fernández. Tampoco a los “medios hegemónicos”.

El Presidente que con tanta frecuencia se despatarra en los medios afines se va quedando solo de kirchnerismo aunque no lo dejen ir. Ni los Navarro, ni los Gato no tan sylvestres, ni las “Cinthia García de la vida” le ofrecen ya la cálida comodidad de sus espacios. Hasta El cohete a la luna, que tantas veces los anfitrionó, ya lo eyectó del planeta K.

Los que se sienten dueños de la pelota le salieron a marcar la cancha. Y lo hicieron con deliberada crudeza. “No nos podemos ir de algo que nosotros gestamos”. Eso aseguró Andrés “el Cuervo” Larroque absolutamente explícito. Le recordó al Jefe de Estado quien lo colocó dónde está y a quién se debe a la hora de tomar decisiones.

Le salieron a marcar la cancha. No se van. Llegaron para quedarse y van a administrar el juego. No van a soltar nada. Larroque, uno de los más componedores referentes de La Cámpora, está vez fue feroz. Recordó que Alberto Fernández fue jefe de campaña de un espacio Cumplir (el de Florencio Randazzo en 2017) y que sacó 4,14 puntos en la Provincia de Buenos Aires.

Ese es el magro porcentaje que le corresponde a Alberto de la torta del poder. Una migaja. La cuota parte que se le atribuye. Un accionista de poca monta de acuerdo a esta mirada. Apenas un gerente general convocado para ejecutar un mandato.

“No hay gobierno colegiado”. “Las decisiones las tomo yo”. Nadie se toma en serio las sobreactuaciones con las que el Jefe de Estado pretende contentar a sus más cercanos que le piden gestos de autonomía y fortaleza. Alberto luce atrapado por los mismos que le habilitaron Olivos. La plegaria de la unidad no le funciona. Ya lo desalojaron del reino. Lo sacaron a empujones hasta de su propio CV. Ahora Máximo Kirchner le prohíbe hasta mencionar el nombre de su padre. Son despiadados. Más se humilla, más lo maltratan. Como te ven te tratan.

No se engañen. No quieren que se vaya. Lo quieren entregado pero presente. Necesitan un gestor, un administrador de la decadencia, alguien que haga el trabajo sucio. Necesitan un nuevo responsable, alguien a quien hacer cargo de todo lo malo, del fracaso. Un nuevo chivo expiatorio, un titular de “la herencia a recibir” para el caso de que tengan sobrevida política más allá del 23.

Apenas después de una larga, cariñosa y distendida charla con Cristian Kirchner, Hebe de Bonafini, se esmeró en calificar al Presidente. “Alberto Fernández no tiene nada que ver con el kirchnerismo”. La emblemática Madre de la Plaza devenida en una vocera oficiosa de la vicepresidenta, hizo también su aporte a la tarea de demolición.

Cristina Fernández, entretanto, sigue administrando sus silencios. En medio de un festival de cartas abiertas, la anunciada misiva de Fernández de Kirchner se hace esperar. Puede que no le haga falta sentarse a escribir. Ya está casi todo dicho. Otros lo hicieron por ella. El “nosotros y ellos” es ahora interior. Por eso el realineamiento tiene a muchos confundidos. No logran comprender de qué lado de la nueva grieta les conviene estar.

María Seoane, una periodista tan prestigiosa como multipremiada, termina la semana firmando dos cartas abiertas. Una a favor y otra en contra. No sabe donde ponerse. Otros navegan en la ubicuidad. Ni hablar de los que se jugaron duro por la moderación albertista y sobre los que tarde o temprano caerá el correctivo.

Gabriela Cerruti posó en amorosa selfie con Máximo Kirchner y la subió a sus redes. Todos unidxs triunfaremos. La vocera del Frente no se la quiso perder. Por las dudas. Ansiolíticos para todes. Los medios o la calle. Como nunca antes el poder demanda para ser comprendido del concurso de psiquiatras y/o psicoanalistas.

Vapuleado hasta el ultraje, Alberto Fernández resiste. Complace a los albertistas ilusionados con frases que suenan lindo. A Roberto Navarro le dijo que él “no tiene porqué hacer un gobierno colegiado”. “Yo soy el que manda, yo soy el que decide”...”No podemos darnos el lujo de desunirnos por narcisismo o egoísmo”, repite en modo de jaculatoria. La referencia a categorías no necesariamente políticas tiene una clara destinataria. Pagará caro el desatino.

Este jueves le cortaron el paso a tanta autosuficiencia. Desde este 24 le queda bien claro que la reclamada “unidad”, aunque sea muy pour la galerie, tiene un costo que se mide en sumisión, subordinación y valor. “El gobierno es con la gente adentro”. El hijo de la Vice habló y dijo. La frase tomada del manual nestorista está en línea con la carta abierta de los “intelectuales” que lleva el pomposo título de “Moderación o Pueblo”.

El documento rechaza la idea de la unidad sin sustancia, vacía de contenido y recrimina a la carta que la precede firmada por intelectuales del albertismo, por no incluir los términos “Macri”, “macrismo”, “concentración” ‚'’precarización”. Vocablos básicos en el léxico K, Por no definir un oponente concreto. Lo que dicen es que desde el Ejecutivo deciden bajarle la intensidad a la política. “Todo lo que se presenta moderado termina siendo débil y sin capacidad transformadora”. Consideran que no hay proyecto propio sin una clara diferenciación con el programa neoliberal. “El problema es la orientación de las políticas”.

“¿Unidad para qué política? ¿Unidad que garantice la transferencia de recursos de los trabajadores hacia el capital? O sea no hay unidad posible si Alberto Fernández no se subordina a las políticas que propone el ideario K. La guerra contra la inflación arrancó con el ministro de Economía, Martín Guzmán, en París y en el de la Producción en Washington. En Buenos Aires el secretario de Comercio, Roberto Feletti, demoniza a los productores de alimentos. “Recargan precios porque quieren comprarse más departamentos en Miami”. Más leña al fuego. Es lo que se viene. El Presidente propone y la vice dispone.

Axel Kiciloff no quiso ser menos ni quedarse afuera. El gobernador, que se veía alineado con Alberto Fernández, reapareció en la marcha para decir: “Al que no le interese pelearse con nadie no lo necesitamos”. Al que le quepa el sayo que se lo ponga. “Hablan de un gobierno con la gente adentro y hay un 50% de pobreza”, contesta Florencio Randazzo desde el más allá. Patalea en el aire.

Un capítulo aparte merecen las declaraciones de Máximo Kirchner en relación a CABA en particular y los vecinos de la ciudad en general. Tan ofensivo como sectario, el arrogante retoño presidencial se jactó de ocupar las calles capitalinas con encendidas columnas camporistas en orden a “sensibilizar” a los porteños a los que señaló como “con tendencia votar a aquellos que quieren ocultar la dictadura”. Una declaración que, por lo malhadada, habla de la intolerancia y el resentimiento que domina la perspectiva política de quién pretende liderar la facción mayoritaria del oficialismo.

Horacio Rodríguez Larreta no tardó en responderle. “Pasó un límite que ningún argentino puede aceptar”. Pero la alusión al electorado de CABA fue agraviante pero incidental. El blanco de todos los misiles fue Alberto.

El Presidente y su circunstancia. La pandemia Albertista. El agente encubierto del neoliberalismo, el hombre de Clarín y Magnetto, socio amigo de los que se fugaron la guita y la hacen metro cuadrado en Miami. Nadie le tiene ni siquiera un poco de compasión.

Si alguien abrigaba alguna ilusión de que ella se vaya o Alberto se recorte solo que se olvide. De aquí no se va nadie. La encerrona recuerda la admonición que en su momento CFK supo bajar a alguno de los suyos: o preso o muerto. Si algo quedó claro este jueves memorioso es que de esta tragedia nadie se va antes de que le llegue la hora.

 

 

* Para www.infobae.com

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