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El bastón, la banda y la impunidad

OPINIÓN 16/04/2022 Mónica Gutiérrez*
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La llegada de un hijo es un momento único, mágico, pleno de sensaciones intransferibles. Nada acerca más a los misterios y vulnerabilidades de la condición humana que el deslumbramiento ante la llegada de un bebé.

Un recién nacido conecta con la trascendencia y la idea de futuro pero por sobre todo con la urgencia, con lo que no puede esperar, con lo apremiante. Un bebé es también presente absoluto.

El parto no admite esperas. El llanto de un neonato tampoco, es pura demanda. El bebé impone su estado de necesidad. Reclama ser atendido. Es pura emergencia.

No sabemos todavía qué impacto producirá en la impronta presidencial la llegada de Francisco, el segundo hijo de Alberto Fernández. No está claro cómo emergerá de la breve pausa puerperal que lo sustrajo por pocas horas del atolladero en el que está metido.

Del Otamendi a Olivos. De cambiar pañales a remover ministros y producir los cambios que de un lado y el otro se le exigen. O no.

Los que conocen la intimidad presidencial suelen expresarse con ironía. Dicen que para Alberto “lo urgente siempre puede esperar”. Esta condición de procrastinador sería desespera a los suyos.

La interna feroz que atraviesa al oficialismo y paraliza al gobierno acelera todos los reclamos. Los dramáticos números de la inflación conocidos este miércoles urgen a tomar medidas urgentes.

“No le queda margen alguno, es la última oportunidad, es ahora o nunca”. O hace cambios y define situaciones o entra en un proceso de galopante deterioro sin retorno. Al menos eso es lo que le hacen saber los que se le atreven.

“El Presidente es el único imprescindible”, dijo Santiago Cafiero esta semana. Error. Mal que nos pese, existe también una línea de sucesión presidencial. De una Asamblea Legislativa, mejor ni hablar.

De Martín Guzmán, que esta semana emergió empoderado asegurando que gestionará “con los que estén alineados con este plan económico”, dijo que “no ve para nada un ciclo cumplido, que todavía goza de la confianza presidencial” .

Toda una definición, en un momento en el que desde el kirchnerismo se reclama la cabeza del Ministro de Economía, un esperado trofeo de guerra para las huestes K.

El “ángel de la guarda” de Alberto Fernández dejó, no obstante, abierta la posibilidad de un recambio ministerial. “Ningún integrante del Frente de Todos está atornillado a su cargo”.

Se refirió de esta manera a los rumores de reestructuración del gabinete.

Atención a una sutileza. Cafiero no habla de ministros ni de carteras, sino de integrantes del Frente y de cargos. Deja todas las puertas abiertas. Cómo te digo una cosa, te digo lo otra.

Ocurre que nadie, ni aún los del círculo más estrecho se animan a asegurar hacia dónde saldrán disparadas las decisiones presidenciales en el supuesto caso de que Alberto tome alguna.

“Hablamos de poder cuando alguien toma una decisión y esa decisión es respetada por el conjunto”. “Que te pongan la banda y te den el bastón no significa que tengas el poder… y si no hacés lo que tenés que hacer, peor todavía”. Eso, exactamente eso, dijo Cristina Kirchner en su malhadado discurso de apertura del Eurolat.

Teléfono para Alberto fue la inmediata lectura de los más ácidos del entorno presidencial.

Hasta donde se sabe Alberto Fernández está enojadísimo con los desplantes de CFK y el demoledor desprecio que le prodigan los K. Dedica horas de su tiempo a hacer catarsis con los suyos describiendo penosos detalles de las humillaciones de la que lo hacen objeto. Se descarga buscando contención.

El Presidente convalida con sus relatos el implacable maltrato al que es sometido. Se siente rindiendo permanente examen frente a los K con la certeza de que nada los conforma. Lo cascotean en público y en privado, mañana, tarde y noche. Está agobiando por la situación.

Dicen que tiene un cierto grado de comprensión de la realidad pero que eso no significa que vaya a reaccionar en tiempo y forma. Fernández sabe que esta vez vienen por todo pero a la vez cree tener más tiempo y crédito por delante del que en realidad dispone.

Sus interlocutores lo reconocen ubicado en tiempo y espacio y con plena conciencia de la gravedad del momento pero aguardan impacientes una reacción que no termina de llegar.

Alberto Fernández arde de ira pero no atina a reaccionar. Eso dicen los que lo frecuentan.

De hecho, luego de mandar al frente a varios de los suyos, con declaraciones autodefensivas en algo que llegó a entender como un abroquelamiento frente a la embestida del kirchnerismo, este miércoles, desde el Ejecutivo volvieron a aplicar paños fríos.

Está atrapado en un fuego cruzado.

Desde el frente K apuestan a minar su integridad y autoestima. Ya no se trata sólo de sostener el relato, de preservar el capital simbólico, para tomar el control de los ministerios clave. Quieren llevarse puestos a “los funcionarios que no funcionan”. Pretenden evitar que ejecuten medidas impopulares que hagan imposible sostener la narrativa. Necesitan controlar la economía.

Martín Guzmán está en el ojo del huracán. Alberto resiste entregarlo. La discusión sobre el incremento de las tarifas eléctricas es probablemente el más urgente y sensible con el que le tocará lidiar. No la tiene fácil. La Secretaría de Energía está en manos de funcionarios del cristinismo que resisten las órdenes y optan por desacatar.

No son pocos los que le piden que de manera urgente que aplique correctivos, que tome el control de la situación separando a La Cámpora y el Instituto Patria de los cargos clave. Que reformule el Gabinete pero con tropa propia. Que la corte de una buena y santa vez con CFK y haga la suya.

Dentro del espacio Albertista están los que creen que aún hay espacio para una “tregua de gobernabilidad consensuada”. Y los que, por oposición, sostienen que no hay margen para consenso alguno. Para estos últimos el consenso es rendición. También hay diferencias profundas acerca de cómo salir de esta situación dentro del Albertismo. La interna dentro de la interna.

Para poder sostener el acuerdo con el FMI el Ejecutivo necesita el apoyo de su fuerza política. Las medidas que necesita tomar para poner en orden la macroeconomía son muy duras y de imposible implementación en medio de esta refriega. Por el momento solo encuentra obstrucción.

Máximo Kirchner le ha dicho a Alberto Fernández que en ningún caso puede hacer lugar a lo acordado con el FMI por “una cuestión de piel”. Fin de la conversación.

En la Provincia de Buenos Aires cada cual atiende su juego. Algunos referentes del peronismo miran con perplejidad el escenario político. Sostienen que Axel Kicillof está superado por la situación, que la Provincia funciona en piloto automático. Aseguran que el Gobernador está pintado, que es un mandatario virtual.

Alineado con Máximo Kirchner, Martín Insaurralde ejecuta políticas y sostiene la gestión. Funciona como una suerte de operador del heredero K.

Cristina Fernández de Kirchner no solo quiere inmunidad judicial para ella y los suyos, también apunta a retener poder para Máximo, en el enclave del conurbano. Un territorio que sienten y viven como propio y en el cual el kirchnerismo mantiene un fuerte poder residual que se abroquela en el corredor Sur, en la Tercera Sección Electoral, y la parte Oeste de la Primera.

“Las desigualdades son productos de decisiones políticas o de falta de decisiones políticas”.

Vale la pena detenerse en esta frase de CFK en el discurso de esta semana. A confesión de parte relevo de prueba. Con 14 años de kirchnerismo en el poder en lo que va del nuevo milenio nadie puede hacerse el desentendido.

“Tener poder es tener impunidad”, sostenía Alfredo Yabrán en los lejanos 90. Puede que CFK esté comprendiendo que esta vez, a ella también, el poder se le está yendo inexorablemente de las manos.

Alberto Fernández habla con muchos pero está solo, absolutamente solo, lidiando con sus fantasmas. Él y solo él tiene la llave para destrabar la anomia en la que está atrapado. A algunos de los suyos les aseguró que habrá novedades después del Domingo de Pascuas. A otros les anunció un relanzamiento de su Gobierno en la Semana de Mayo. Nadie sabe exactamente qué está pasando, ni qué pasará.

 

 

* Para www.infobae.com

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