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La policía del pensamiento

OPINIÓN 18/04/2022 Bertie Benegas Lynch*
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Entre terapias de grupo, demonizaciones y las distintas arremetidas que el gobierno viene impulsando para terminar de colapsar los marcos institucionales y la seguridad jurídica, se sumaron ahora otras nuevas manifestaciones. Una de ellas fue la preocupante declaración vertida durante el llamado Consejo Económico y Social. Dicho consejo, que presume de un rancio y arrogante dirigismo de antecedentes de la Italia mussoliniana, cree que la solución a los problemas que genera el dirigismo, se resuelve con más dirigismo. Las soluciones propuestas, se circunscriben a los ya conocidos consensos multisectoriales donde se pretende la construcción de la “Argentina del pacto social y la inteligencia colectiva”, siempre dentro del espectro de la quimera estatal.

Desde la política, no parece jamás considerarse el valor del interés personal, principio que estos círculos desprecian a pesar de ser parte de la naturaleza del hombre y el elemento innato de toda acción humana. Solo a través del interés individual se logra el máximo potencial de la cooperación social y la división del trabajo. No se comprende que, los arreglos libres y voluntarios, son los que permiten maximizar el bienestar a través del ahorro, la inversión, el crecimiento y llevar al trabajo a los resultados exponenciales que anticipara Adam Smith.

Estos consensos políticos siempre tendrán protagonistas privilegiados, oscuros acuerdos bajo la mesa y la limitación que significa generar ideas acotadas a un pequeño comité, el cual pretende determinar qué camino tomará la industria, la innovación y la generación de trabajo. Aún cuando quienes integraran estas mesas capitaneadas desde el gobierno sean personas que generan trabajo, arriesgan su propio capital en un emprendimiento o han participado de la aventura y las contingencias que implican los caminos de la innovación, fracasarán una y otra vez porque, como dice Adrián Martínez, conocido como el Dipy, “no se trata de cambiar el chef si la receta está mal”. Y la receta, en los últimos 90 años, ha sido el dirigismo.

El crecimiento siempre dependerá del oxígeno de libertad que se respire en todas las actividades de los individuos. A veces me pregunto quién en su sano juicio se propone la agotadora y quijotesca tarea de dirigir las vidas de todos los argentinos cuando, en realidad, los mejores resultados se logran en climas de libertad y la filosofía de laissez faire. La tarea de gobernar debería ser mucho más fácil limitando esa actividad a velar por la igualdad ante la ley y proteger los derechos a la vida, la libertad y la propiedad.

De la misma forma que no existe verdadero respeto a la propiedad cuando nuestras posesiones están sujetas a la voluntad de los gobernantes, no se concibe la libertad cuando no está garantizada la absoluta libertad de expresión. Esta indivisible y vital manifestación de la libertad, no es precisamente para exhibir acuerdos ni para mostrar fotos de nuestras vacaciones, es para decir cosas muy discutibles y controvertidas. Sin embargo, la libertad tiene como contrapartida la responsabilidad. Todo obrar (que, claro está, incluye nuestras expresiones), tiene siempre consecuencias por las que el sujeto actuante debe responder en el contexto de las relaciones con terceros.

En el marco de la reunión que mencionamos, el Secretario de Asuntos Estratégicos y Presidente del Consejo Económico y Social, Gustavo Béliz, entre otras cosas, anunció que se trabajará para velar por el “buen uso de las redes sociales”, asegurarse que se manejen dentro de los parámetros del “bien común” y para que “dejen de intoxicar el espíritu de nuestra democracia”. Esta alarmante declaración demostró gravísimas intenciones a pesar de que ahora, ante el repudio generalizado, el gobierno insista que no quisieron decir lo que dijeron.

Detrás del concepto del bien común siempre se esconde el asalto a la propiedad o restricciones a las libertades individuales, tal como es el caso de esta intención de mordaza fascista a efectos de definir y regular qué se puede decir y qué “intoxica” la democracia desde los parámetros del vértice político.

Para darle mayor alcance a la diatriba, Béliz anticipó que 40 universidades participarán en la generación de ideas para lograr su cometido. Es triste ver partícipes de esto a ciertas universidades, supuestos reductos sagrados de “universalidad”, disenso, debate, pensamiento libre y estímulo del criterio independiente. Espero que sus autoridades se aparten de esta afrenta inmediatamente ya que deja, a quienes creen en el verdadero valor de la educación, un muy decepcionante sentimiento.

El caso de las redes sociales, está comprendido a entornos privados que, en la actualidad, dan la posibilidad de opinar en el anonimato. Personalmente no adhiero a la cobardía de hacer comentarios agraviantes escudándose en el anonimato pero, en caso de que usuarios no se sientan cómodos con ese régimen de uso, tiene la libertad de no participar en ellas o tomar la iniciativa de constituir una red propia que valide la identificación de los usuarios u otras reglas que los dueños consideren pertinente. No obstante esto, los amantes del bozal autoritario dirán que el hecho de no participar en la red social, no impide que otras personas se expresen anónimamente en su contra con tonos impropios. Pero ocurre que el público también puede manifestarse del mismo modo ante sus amigos en una asado o en un grupo de Whatsapp. ¿De qué depende iniciar una cacería de brujas? ¿Acaso depende de superar determinado número de gente reunida? ¿Se deberían poner cámaras en todos los lugares que alberguen reuniones sociales?

La libertad tiene sus riesgos, lo cual no es óbice para que, si se superan ciertos límites, se recurra a la justicia para iniciar procedimientos de investigación y resolución en el caso que corresponda. Pero hay que señalar que, ante la posibilidad de, por ejemplo, recibir amenazas telefónicas anónimas, no debe convocarse al aparato de la fuerza para grabar todas las comunicaciones y que acceda a ellas con la excusa de la seguridad. En referencia a esto, viene a la mente la vergüenza ocurrida en Estados Unidos con su Patriotic Act como consecuencia de aquel horroroso ataque del 11 de Septiembre.

Después de tantas décadas de decadencia donde los gobiernos han tomado inaceptables caminos hacia la tiranía gradual, es hora que tomemos el toro por las astas y recordemos a Thomas Jefferson cuando se preguntaba: “¿Qué país puede preservar sus libertades, si los gobernantes no son advertidos de vez en cuando de que el pueblo conserva el espíritu de resistencia?”.

 

 

* Para www.infobae.com

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