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Cómo se autopercibe Alberto Fernández

POLÍTICA 15/05/2022 Nancy PAZOS
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Para algunos es una leyenda. Para otros un mito urbano. Real o no, el concepto “diario de Yrigoyen” se usa en Argentina como metáfora de realidad falsa. Se basa en la versión -nunca comprobada- de que los colaboradores de quien gobernó el país dos veces (1916-1922 y de 1928 hasta el golpe del 30) le escribían un diario especial a Hipólito Yrigoyen para que no se preocupara de más.

Redes sociales y teléfonos inteligentes de por medio, hoy ese pseudo diario inventado no podría existir. Sería tan absurdo como inútil. El problema hoy no es lo que le dan a leer a Alberto Fernández. Sino en lo que él mismo escribe.

 
Por su accionar político, por su maratón de declaraciones mediáticas en su gira por Europa de la última semana, y, sobre todo, por las charlas privadas que mantiene con políticos y empresarios, está claro que el Presidente tiene una visión condescendiente con su gestión y extremadamente optimista de la realidad y del futuro.

Hasta ahora esa manera de des-calificar la visión de Alberto se circunscribía a las cercanías de la vicepresidenta, al Instituto Patria o a los referentes de La Cámpora. Pero estos últimos días el “voluntarismo presidencial” (sic), que tuvo su punto cúlmine en el lanzamiento de su reelección a 10.400 kilómetros de distancia y sin ningún armado de contención local (solo recogieron el guante un legislador porteño, un gobernador y un solo integrante del gabinete) ha sido motivo de charlas entre gobernadores, dirigentes políticos varios del oficialismo y hasta entre ministros que, en la divisoria de bienes del Frente de Todos, responden al ala “albertista”.

En alguna época esa tendencia a ver el vaso siempre medio lleno en el gobierno fue endilgada a Matías Kulfas. Desde el acuerdo con el FMI a esta parte hubo quienes desconfiaron y desconfían de la información económica que le trasmite al Presidente el propio Martín Guzmán. Pero si algo no se puede negar de Alberto Fernández es que dialoga y whatsappea con todo el mundo, mucho más que cualquiera de sus antecesores. Esa permeabilidad hacia el afuera es incompatible con la unicidad de datos. Es decir, al Presidente le llegan tanto las lecturas más optimistas como las más pesimistas.

Hay que concluir entonces que la tendencia a negar lo malo y resaltar lo bueno es el método de supervivencia que eligió Alberto. Mecanismo de negación lo llaman los psicoanalistas. Y si bien Cristina no es adepta a los divanes, debería tomar nota de esta disciplina científica y saber que el paciente negador cuanto más jaqueado o tiroteado se siente, mas se encierra en sí mismo.

Esto siempre y cuando la vicepresidenta esté buscando resultados concretos y no sólo un reconocimiento histórico a futuro.

La preocupación del peronismo en general tiene su lógica: con este nivel de inflación y con los salarios que no alcanzan a recuperarse, no sólo está en peligro la continuidad del gobierno nacional y de muchas provincias —en especial de la de Buenos Aires— sino que empiezan a preocuparse los históricos intendentes del conurbano. Son ellos los que hoy perciben que si no hay un golpe de timón el peronismo puede quedar afuera hasta del balotaje el año que viene.

El temor a la derrota es hoy el principal motor de la unidad del oficialismo. Con una excepción: el propio Presidente quien trabaja sobre la hipótesis de victoria.

Hoy por hoy las elecciones futuras son las ordenadoras internas. No fue Alberto ni fue Cristina quienes lograron las dos primeras reuniones de ambos bandos para atenuar los enfrentamientos. Fueron las segundas líneas. Y en especial los “albertistas” con territorio. Quienes perciben mucho más la calle que aquellos que llegaron al poder sólo por ser amigos de Alberto y que, como él, nunca antes ganaron una elección.

El primer paso lo dio Gabriel Katopodis quien le pidió a “Wado” de Pedro una reunión con Máximo Kirchner. Alberto estuvo de acuerdo y se sumó al encuentro “Juanchi” Zabaleta.

Eso fue hace 20 días sin que trascendiera en público. La segunda fue esta semana y tal como se publicitó fue en las oficinas de Martín Insaurralde, quien ofició de anfitrión y celestino. Allí se sentaron de un lado Máximo y el “Cuervo” Larroque con Katopodis y Zabaleta.

Una cámara Gesell en cualquiera de los dos encuentros hubiera sido una buena terapia para el Presidente. Podría haberse dado cuenta que sus propios aliados también están preocupados por el rumbo económico. Eso sí. Exigieron que para seguir transitando puentes internos se baje el tono de las críticas públicas.

En el medio algo se consiguió. El lunes Alberto por resolución se hizo eco del pedido del kirchnerismo para adelantar el aumento del salario mínimo vital y móvil.

El viernes Máximo agradeció en público al Presidente en el acto del PJ en Lanús: “Gracias a Dios el Presidente Alberto Fernández escuchó con buen tino y acompañó esa idea por lo cual no le agradezco yo en mi nombre sino en el nombre de trabajadoras y trabajadores”, dijo el diputado.

No fue lo único que dijo. Hizo un comparativo entre el mínimo vital y móvil desde el 19 hasta acá con la canasta básica alimentaria. “Y miren si no hay concentración. En diciembre del 19, el salario mínimo vital y móvil era de 16.875 pesos y la canasta básica alimentaria de una familia tipo, 15.584, un poquito arriba. Diciembre del 20, después de la pandemia y después de los esfuerzos que reconozco que se hicieron, el salario mínimo era de 20.588 pesos y la canasta básica de 22.681, dos mil pesos abajo. Diciembre del 21, el salario mínimo vital y móvil 32.000 pesos, la canasta básica 32.964, emparejamos un poquito. Palo y palo. Marzo del 22, el mínimo 33.000 pesos y la canasta 39.000 pesos, 6.000 pesos abajo. Por eso lo pedimos, no para lucirnos, no para ver quien corre por izquierda a quien. Nosotros creemos que la economía funciona cuando nuestro pueblo puede tener acceso a los bienes y a los servicios. Nada más”.

Los números sobre los que analiza la política actual y futura el kirchnerismo son claros. Del otro lado Alberto también tiene razón para ser optimista. El consumo se ha disparado con el crecimiento. Los restaurantes trabajan en doble turno. No hay autos en stock. Hay fervor por el consumo entre aquellos que mas tienen. Fenómeno que puede ser explicado como la recuperación post pandemia o post encierro y también porque la inflación genera mayor velocidad en la circulación del dinero y eso a su vez genera más inflación. A la gente la plata en pesos le quema. Quiere gastarla rápido porque sabe que todo sube.

Quizás otro punto pueda ser analizado ahora por el Presidente. Para el bono de 18 mil pesos se anotaron siete millones y medio de personas. Sólo un millón y medio menos que al IFE que se dio en medio de la pandemia cuando no había trabajo ni changas y estábamos todos encerrados.

El otro punto que podría ver AF es el desagregado de la inflación. Ese que dice que hubo productos de la canasta básica que aumentaron dos cifras. Como la harina, el aceite, el pan y el pollo. Todos por encima del 10%.

Otro punto de unión entre las segundas líneas albertistas y kirchneristas es la desconfianza hacia Guzmán. El ministro que sigue sin enviar el DNU con el nuevo presupuesto para su aprobación al Congreso (el plazo que se había propuesto con el Fondo era el 30 de abril, le recuerdan en la Cámara de Diputados), está subiendo su perfil mediático como método de defensa y por alguna razón que nadie entiende tampoco envía el proyecto de impuesto a la renta inesperada que anunció hace mas del un mes casi en sintonía intelectual con su archienemigo interno Máximo Kirchner.

Una semana de gira por el exterior seguramente le dio aire mental al Presidente. Mañana lo esperan en su despacho muchas decisiones por tomar. Puede ponerse al frente de las mismas o ser testigo privilegiado de cómo se alinean los planetas a pesar suyo.

Fuente: Infobae

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