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Superávit comercial bajo aumenta la tensión cambiaria: ¿vuelve el fantasma de la escasez de dólares?

ECONOMÍA 21/05/2022 Fernando Gutiérrez*
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Aprimera vista, la balanza comercial de abril trae buenas noticias para un Gobierno urgido por acumular dólares: de acuerdo con los datos oficiales que acaba de publicar el Indec, dejó un saldo positivo de u$s1.444 millones, un número que multiplica por cinco el registrado el mes anterior. Sin embargo, cuando se miran las cifras "entrelíneas", queda en evidencia que los problemas de escasez de divisas siguen amenazando.

Abril es, por motivos estacionales, un mes de altos ingresos por exportación agrícola, ya que es el que da inicio al "trimestre dorado" en el que se vende la cosecha gruesa de la campaña cerealera. La liquidación informada por la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina y el Centro de Exportadores de Cereales para ese mes fue de u$s3.171 millones.

No resultó extraño, por eso, que se haya registrado el mayor superávit en seis meses. Sin embargo, es un superávit menor al que se había logrado en abril del año pasado. Y, peor aun, se confirma que mientras lo que hace crecer a las exportaciones es la suba de precios en el mercado internacional, lo que empuja las importaciones es un incremento en las cantidades.

Esto significa que cualquier cambio en el mercado de las commodities agrícolas podría poner una presión mayor sobre los números.

El Gobierno se entusiasma con una proyección de exportaciones para todo el año del orden de los u$s85.000 millones -un aumento de 9% respecto del obtenido en 2021-, una cifra que no parece inalcanzable, dado que el primer cuatrimestre ya acumula u$s27.681 y todavía faltan varios meses de entrada fuerte de "sojadólares".

Pero claro, el problema es que del otro lado de la cuenta también hay una suba acelerada. Las cifras son contundentes: mientras las ventas corren a una velocidad de 28% interanual, las importaciones lo hacen a un 42%.

El gas, la piedra en el zapato del modelo

Y el dato que -aun siendo esperado- nunca deja de impactar es el de los combustibles. A esta altura, ya representa casi un 13% del total de las importaciones, lo cual duplica la participación de hace un año.

A partir de la disparada de los precios de petróleo y gas, como consecuencia de la guerra en Ucrania, se aceleró la "fuga" de divisas por este rubro. Crece a una espectacular tasa de 203% interanual, por lejos el ítem de mayor crecimiento en la lista de importaciones.

Pero la situación es más preocupante de lo que parece. El informe de Indec señala que el rubro de combustibles tuvo un aumento de 73,8% en los precios y de un 72,6% en las cantidades compradas. Esto significa que el déficit por la importación de este rubro no se debe únicamente al impacto global causado por la guerra, sino también a los propios problemas estructurales de Argentina en su matriz energética: la dependencia del suministro del gas importado es cada vez más acentuada.

Es cierto que Argentina también está aprovechando el auge en el precio del petróleo para exportar, y que en el primer cuatrimestre las ventas de crudo dejaron en las arcas del Banco Central u$s2.587, pero la balanza tenderá a ser mucho más deficitaria en los próximos meses, cuando el rigor invernal haga incrementar las compras de gas licuado.

Este hecho es lo que lleva a los economistas más escépticos a pronosticar un sacrificio de divisas por u$s8.000 millones durante 2022.

¿Exportación primarizada?

En contraste, las exportaciones argentinas están subiendo no tanto por un incremento en las cantidades sino de los precios. Este fenómeno se observa sobre todo en los productos industriales -los precios aumentaron 26% y las cantidades 29%-, en los productos primarios -suba de 18% en precios contra 8% en cantidades- y en las manufacturas de origen agropecuario, donde directamente se produjo una disminución de 6,6% en la cantidad exportada, compensada por un aumento de precios de 24%.

Este último rubro es uno de los que motoriza la crítica de las agremiaciones rurales al Gobierno, por haber incrementado las retenciones de exportación de productos agroindustriales como el aceite y la harina de soja. Fue una medida controvertida, porque contradice el discurso oficial de incentivar la venta de productos industrializados, en oposición a la primarización de la exportación.

Para peor, la justificación de esta medida fue la implementación de un fideicomiso para subsidiar la elaboración de productos farináceos, pero a dos meses de haber sido creado, el fondo estabilizador del trigo no termina de arrancar, en medio de acusaciones de boicot entre los integrantes de la cadena industrializadora.

Un superávit que no alcanza

Lo cierto es que, con las perspectivas que se abren para las importaciones, la mayoría de los consultores creen que habrá que resignarse a un saldo comercial sustancialmente menor al que espera el Gobierno.

La reciente encuesta Focus Economics, en la que participan analistas de los mayores bancos y firmas de consultoría, cree que en el año quedará un superávit de u$s10.700 millones, lo que implica una drástica reducción de 28% respecto del saldo de u$s14.750 que se había conseguido en 2021.

Claro que el hecho de tener superávit no deja de ser una buena noticia, pero el Gobierno teme que no resulte suficiente para compensar la salida de divisas por otros rubros, como la demanda de los ahorristas, que entre los gastos por turismo y las compras en modalidad de e-commerce ya se están llevando unos u$s600 millones al mes, con tendencia a incrementar la cifra.

Y, además, está el tema que Cristina Kirchner se encargó de poner en primer plano tras su último discurso pronunciado en Chaco: la demanda de divisas que realizan las empresas endeudadas en dólares.

¿De cuántos dólares, exactamente, está hablando Cristina? En el informe cambiario del Banco Central, durante 2021, el rubro del déficit del sector privado no financiero -es decir, las empresas industriales y comerciales- marcó un déficit de u$s5,132 millones, un promedio de u$s427 millones por mes. Y, en marzo pasado, cuando ya se sintió en el balance el ingreso del refuerzo aportado por el FMI a las reservas, ese rubro tuvo un déficit de u$s586 millones, de los cuales u$s252 millones correspondieron al saldo de deudas mientras que u$s314 se explican por el pago de tarjetas de crédito con proveedores del exterior.

Más allá de la controversia por la insinuación de Cristina Kirchner en el sentido de que se debería restringir el acceso de las empresas para el pago de sus deudas dolarizadas, lo que quedó en evidencia fue la gran preocupación del Gobierno: no alcanza con los dólares que entran por la exportación, no porque sean pocos, sino porque hay una extrema dificultad para retenerlos.

Y esto lleva a que los economistas consideren casi incumplible una de las metas que parecían más fáciles en el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional: el incremento de u$s5.800 millones en las reservas del Banco Central.

Un error de diagnóstico

A esta altura, también quedó en evidencia que hubo un error de diagnóstico por parte de Miguel Pesce, el presidente del Banco Central. El funcionario había adelantado que este año las importaciones no implicarían un problema, porque se rompería la maldición del "tres a uno", esa relación histórica que implica que, por cada dólar que crezca el PBI, las importaciones deben hacerlo en tres dólares.

Pesce había estimado que esa relación no se mantendría este año, dado que en 2021 muchos importadores habían adelantado compras para incrementar sus stocks.

Su argumento era que, en un año en el que la economía había crecido 10%, las importaciones habían saltado un 50%, algo que no se justificaba por las necesidades comerciales ni productivas, y que había sido provocada por una actitud especulativa. Pero se mostraba confiado en que, este año, ese fenómeno se revertiría, de forma que el crecimiento importador fuera menor.

Pero los números están mostrando otra realidad: las importaciones crecen a casi el doble de velocidad que las exportaciones. Y, cuando se considera la proyección oficial de crecimiento del PBI, esa velocidad a la que aumentan las compras es más del triple de lo que los funcionarios esperaban.

Lo que se percibe en el mercado es que, lejos de haber terminado el fenómeno del "sobre-stockeo" motivado por la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo, se está acentuando.

Así, se producen a diario cuellos de botella y protestas de sectores que reclaman ser considerados prioritarios a la hora de asignar los dólares escasos.

Esto fue lo que llevó a que se intentara paliar el problema con préstamos desde las casas matrices a las filiales, sobre todo en la industria automotriz, una de las más amenazadas por la escasez de divisas para importar autopartes.

Pero, más allá de la búsqueda de soluciones sectoriales, lo que los economistas están señalando es que los números de la balanza comercial dejan en evidencia los efectos de un atraso cambiario que se profundiza.

 

 

* Para www.iprofesional.com

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