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La estrategia oficial para enfrentar la crisis en los mercados divide a la Casa Rosada, mientras Cristina Kirchner mantiene la reserva

POLÍTICA 25/07/2022 Brenda Struminger*
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El viernes por la mañana, mientras tomaba café durante una charla privada, un ministro cercano a Alberto Fernández lanzó, incontenible, una exclamación. Había interrumpido brevemente la charla para revisar su celular, y se sorprendió cuando la pantalla le devolvió que la jornada financiera se había inaugurado con el dólar a 350 pesos y que el riesgo país rozaba los 3000 puntos. Si bien las cifras bajaron levemente horas después, su reacción fue exactamente contraria al discurso de relativización esgrimido por el Gobierno puertas afuera hace semanas, y reflejó la fuerte preocupación generalizada en la primera plana del oficialismo.

Más allá de los intentos por minimizar el impacto de la corrida, el conjunto de funcionarios de la Casa Rosada y ministerios afines asumen su gravedad. Pero en los últimos días las miradas en el Gobierno quedaron divididas, en medio del caos, entre las de aquellos que creen que hay margen de maniobra, y los que piensan que es indispensable una señal política fuerte de parte de los principales actores del Frente de Todos para evitar una debacle.

El sector más preocupado le pide al Presidente que enfoque los esfuerzos, principalmente, en golpear el tablero a través de una reorganización ministerial. Creen que la amenaza a la institucionalidad es peor de lo que aparenta, y que no hay tiempo para esperar la efectividad de
nuevas medidas económicas.

“Lo que planteamos es algo así como reformular la frase de Clinton: “No es la economía, es la política, estúpido”, dijo un dirigente muy cercano al primer mandatario. Ese grupo no cree que la solución dependa de un nuevo programa, ni de anuncios económicos a diario, sino de establecer una arquitectura política diferente que ayude a recuperar la imagen del Gobierno. Apuntan al Presidente, pero también a Cristina Kirchner y Sergio Massa, y les exigen que se involucren de lleno en la crisis. Consideran que es imperativo trabajar en la interna palaciega para descartar el peor de los escenarios: la debilidad extrema del Presidente.

Incluso en el kirchnerismo, donde mantienen distancia de los vaivenes económicos, hicieron un impasse en las críticas contra el Presidente, y denunciaron un intento de “golpe de mercado”, como dijo ayer el soldado cristinista Oscar Parrilli, en Radio 10. En privado son más específicos, y apuntan como responsables al sistema financiero -en particular, ciertos bancos que supuestamente presionan sobre el Contado con liquidación-; a las empresas alimenticias, que remarcan precios por adelantado; y al sector agroexportador, que retiene millones de toneladas de granos en silobolsas. “Existe un intento de atentado destituyente”, dijeron a este medio desde un despacho cristinista del Senado.

Los ministros y dirigentes más pesimistas creen que la única esperanza es reflotar la gestión a través una reorganización del Gabinete y de una renovación de figuras. Es decir, seguir el plan que se tanteó tras la renuncia de Guzmán, según el cual Massa ingresaría al Gobierno como jefe de Gabinete y designaría funcionarios de su confianza y/o con “peso político” en áreas clave, como el Ministerio de Economía, el Banco Central, y la AFIP. Según pudo reconstruir Infobae, el planteo no surge solamente desde el Frente Renovador. Hay varios funcionarios que defienden al Presidente que no están vinculados al tigrense pero que, perturbados, ven en su figura cierta garantía de estabilidad.

La última carta

En el círculo más íntimo del Presidente creen que esa salida quedó descartada tras la autoeyección de Guzmán, por la “poca solidez” del plan de Massa y la falta de aval de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner. “Sergio se ofreció como salvador cuando ni siquiera tenía convencidos a los economistas que prometía para ocupar los lugares. Ya lo intentó, no lo dejaron, no va a pasar”, sentenció un jerarcas nacional.

Dos referentes fieles al Presidente leyeron en ese sentido el pasaje del último discurso de Cristina Kirchner en Ensenada, donde dijo: “Nadie habla por mí”. Se refería, interpretaron, a Máximo Kirchner, su hijo y titular de La Cámpora, que según los testimonios de los protagonistas de las conversaciones de los primeros días de julio, fue uno de los principales impulsores de un ingreso al Ejecutivo de Massa, su pareja del “tándem” oficialista en Diputados.

Si bien los funcionarios más optimistas también consideran que está en riesgo la institucionalidad nacional, creen que es posible sembrar confianza a través del plan Batakis, y consideran que su desembarco en Hacienda hace dos semanas es “la última carta” del Gobierno.

El punto de inflexión donde se generó cierta confianza interna, al menos entre los “albertistas”, fue la reunión del Gabinete económico del jueves, de la cual los presentes salieron algo más esperanzados. Si bien la ministra pintó un panorama “terrible” para los próximos dos meses, según el relato de los presentes también mostró que tenía “los pies sobre la tierra” y “mucho conocimiento técnico”. “Sabe. Tiene en cuenta algo que la mayoría no ve, que es cómo cada variable que nombramos a la ligera puede incidir sobre todo el esquema y romperlo en pedazos”, dijo un altísimo funcionario nacional.

Ayer, la nueva ministra terminaba de delinear, a contrarreloj, las próximas medidas económicas, que en principio iban a anunciarse esta noche a través de un mensaje grabado del Presidente, pero que fueron postergadas cuando se fijó la agenda de la titular de Hacienda en Washington para empezar los diálogos en pos de una reformulación de las metas del acuerdo con el FMI.

Las medidas

Alberto Fernández se inclina por la postura más conservadora. En diálogo permanente con Batakis, apuesta a incentivar la liquidación del sector agroexportador a través de un tipo de cambio diferencial; a una renegociación con el FMI; a nuevos acuerdos sector por sector; y a garantizar la disponibilidad de dólares para importaciones calificadas como indispensables para la industria.

A pesar de las declaraciones altisonantes y confrontativas del Presidente en los últimos días contra los “especuladores” del sector agropecuario, en Hacienda aseguran que la voluntad de la ministra es que las medidas para incentivar la venta de granos se promuevan en consenso con empresarios y productores. En modo dialoguista, y dedicados a evitar los conflictos, les transmitieron a los jerarcas del área que no condenan su accionar, sino que lo consideran “racional”. Aunque en el sector responden, por lo menos en público, con desconfianza.

En lugar de obligarlos, Batakis quiere “incentivar” a los dueños de los silobolsas. Primero, porque forzarlos implicaría pagar un alto costo político. Segundo, señalan los cerebros jurídicos del Gobierno, porque derivaría, indefectiblemente, en una serie de presentaciones cautelares ante la Justicia, lo cual haría “impracticable” la medida. “Hay que jugar con todos para que se pueda hacer algo que convenga a todos, sin que nadie pierda”, resumió un importante funcionario. Todas las medidas, aclararon, serán ejecutadas vía resoluciones, y ninguna por decreto.

Piensan, también, en pulir el esquema de restricciones a las importaciones que impusieron hace más de un mes Pesce y Guzmán a las apuradas tras la condena de CFK al “festival de importaciones”. Hoy, en el Ministerio de Economía admiten que aquellas medidas, que alarmaron al sector industrial, fueron ejecutadas de manera “improvisada”, y aseguran que se necesita “pulirlas” para que no sigan afectando la compra de insumos clave y, en consecuencia, empeorando el estancamiento de la economía.

El Gobierno apuesta, en igual medida, a la renegociación de las metas del acuerdo con el FMI. Frustrado el viaje de Alberto Fernández a Estados Unidos para su bilateral con Joseph Biden, que contrajo Covid, la encargada de gestionar una revisión de las metas será Silvina Batakis, que llevará argumentos centrados en situación excepcional en los mercados internacionales por la guerra en Ucrania.

En Balcarce 50 necesitan tiempo, dicen, y sólo piensan en la forma de “aguantar” dos meses y medio hasta que mejore el clima, en septiembre, y el Banco Central deje de verse obligado a gastar millones de dólares en energía. Pero en el interín, aunque reina el desaliento, descartan implementar cambios de fondo en el Gabinete como señal política. Además, perdieron las esperanzas de que Cristina Kirchner los respalde. Tras la asunción de Batakis había surgido cierta esperanza, e incluso se hicieron gestiones para que la vicepresidenta asistiera al acto de Alberto Fernández junto a Jorge Ferraresi en Avellaneda, el miércoles pasado. Pero esos intentos, finalmente, se frustraron.

Más allá de que ayer hubo una nueva cumbre entre el Presidente y la vice después de 10 días de incertidumbre, para los alfiles de Olivos la frialdad del cristinismo dejó de ser un tema central. En cambio, creen que la escalada de la crisis de confianza en el Gobierno llegó a un punto de no retorno. “Mañana Cristina y Alberto se pueden enamorar, casarse, y tener hijos, pero el dólar va a seguir subiendo. Nada va a ser suficiente”, ilustró un ministro.

En los próximos días, además de aguardar un efecto de las medidas económicas, el Presidente observará de cerca la evolución de la relación del Gobierno con el FMI. Batakis viajó este domingo rumbo a Washington para encontrarse, hoy, con autoridades del organismo, de la Secretaría del Tesoro de Estados Unidos, y del Banco Mundial, entre reuniones con empresarios y lobbistas norteamericanos. Si este lunes el dólar se mantiene estable, o sube, será la evidencia final de que se necesita implementar cambios políticos profundos. Si la divisa baja, habrá triunfado la postura moderada en el manejo de la crisis, por la que Alberto Fernández se inclinaba en las últimas horas.

 

 

* Para www.infobae.com

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