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La mochila judicial de Cristina, una piedra en el camino de Massa

OPINIÓN 02/08/2022 Fernando GONZÁLEZ
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Este lunes 1º de agosto no fue un gran día para Cristina Kirchner. Y la cosa empeoró mucho cuando escuchó el siguiente diálogo.

—¿Quién le presentó a Lázaro Báez?

 
—“Néstor (Kirchner) estaba terminando de hacer su casa y lo conocí a (Lázaro) Báez en el parque, porque estaba haciendo alguna obra allí en Calafate. El se acercó a saludar y ocurrió el único diálogo que comenté: `Buenos días, mucho gusto´. Nunca más le hablé. Y nunca más lo vi. Nunca más lo crucé”.

El diálogo había ocurrido el 15 de febrero pasado en audiencia judicial. El que preguntaba era el fiscal Diego Luciani. Y el que respondió fue el presidente Alberto Fernández. “¿Néstor fue el que se lo presentó?”, repreguntó el funcionario judicial para que el balbuciante Alberto confirmara la versión. Fue suficiente.

Luciani no solo incluyó el diálogo entre los alegatos contra Cristina Kirchner por la causa Vialidad, que comenzó a desarrollar este lunes, sino que llevó el video para que todos lo pudieran ver. Los abogados defensores de todos los acusados y también la Vicepresidenta, que seguía el discurso del fiscal desde su despacho en el Senado, acompañada de la bandera argentina, armando una puesta en escena como para que quedara claro que se trataba de un conflicto de poderes. Cristina tuvo que observar como la principal prueba de la amistad entre su familia y el emprendedor Lázaro Báez la aportaba Alberto Fernández.

Una complicada manera de empezar el día de los alegatos de la causa Vialidad, una de las dos que más complica a Cristina Kirchner. La otra es el caso Hotesur, el de los hoteles que tienen los Kirchner en Santa Cruz. Pero en el primero están procesados, además de ella, Julio De Vido, José López (el lanzador olímpico de bolsos con dólares en conventos bonaerenses) y el visionario Lázaro Báez, el hombre que supo que el negocio del futuro era poner una empresa constructora en Santa Cruz nueve días antes de que los Kirchner asumieran el poder total en la Argentina.

No van a ser fáciles los próximos meses para Cristina Kirchner. El lunes quedó perfectamente claro que el fiscal Luciani se preparó durante mucho tiempo para acusarla y exponer los argumentos del caso Vialidad. “Néstor y Cristina instalaron una de las matrices más extraordinarias de corrupción”, explicó en el comienzo de su discurso, siguiendo la estrategia de hacer una exposición de altísimo impacto en el primer día de los alegatos.

La palabra matriz y la idea de un plan sistemático para quedarse con dinero del Estado sobrevuela toda la acusación. Y, aunque el fiscal no lo dice expresamente, plantea un esquema de espejo con aquel plan sistemático de represión, desapariciones y muertes por el que se condenó a la última dictadura militar. Una explicación similar para casos que son muy diferentes. Habrá que ver si el fiscal Luciani consigue que haya una condena ejemplar como sí lo consiguió en 1985 el fiscal Julio César Strassera.

Las antecedentes judiciales de Diego Luciani no deberían dejar muy tranquilos al equipo legal que defiende a la Vicepresidenta. El fiscal de 49 años logró las condenas de un grupo de traficantes de efedrina vinculados a peligrosos carteles mexicanos; condenó por corrupción a Armando Gostanian, el pintoresco presidente de la Casa de Moneda que le proveía las camisas a Carlos Menem. También llegó a condenar al juez federal Carlos Liporace, por coimas en una causa de las Curtiembres Yoma, y condenó por utilizar fondos públicos en beneficio propio a Romina Picolotti, quien fue secretaria de Medio Ambiente con el kirchnerismo bajo la protección política de Alberto Fernández.

Las evaluaciones de distintas fuentes de Tribunales indican que el fiscal podría pedir entre seis y ocho años de prisión efectiva para Cristina Kirchner. Después, posiblemente entre octubre y noviembre, el Tribunal Oral Federal 2 daría a conocer su veredicto. Hay muchos pronósticos sobre cuánto le podría corresponder a la Vicepresidenta, pero la versión más repetida es que podrían condenarla a entre tres y cuatro año de prisión.

¿Podría darse la imagen de Cristina presa, como ya le sucedió a Carlos Menem en el 2000? Casi nadie en Comodoro Py lo cree factible. Si son tres años, la pena de prisión queda en suspenso. Y, si fueran más, la Vicepresidenta cumplirá 70 años en febrero próximo. Y en ese caso, le correspondería prisión domiciliaria, una instancia sobre la que Cristina no quiere ni oír hablar.

En esta columna ya se ha dicho que la Vicepresidenta ha puesto en marcha una estrategia de defensa que consiste en calificar la eventual condena en la causa Vialidad como un intento de proscripción a una candidatura que hasta ahora no explicitó. Desde hace un par de semanas, los dirigentes más cercanos y algunos activistas de prensa trabajan en esa campaña. En un video reciente, Cristina ensalza la figura de Juan Domingo Perón y trata de hacer un paralelismo entre el 17 de octubre de 1945 con la situación que ella podría vivir ella si es ahora condenada. Al peronismo se lo podrá acusar de muchas cosas, pero jamás se le podrá achacar falta de imaginación.

Un entrerriano ministro de Agricultura

En el frondoso manantial de hechos políticos que genera el peronismo, las complicaciones judiciales de Cristina conviven en estas horas con el risorgimiento de Sergio Massa. El ministro de Economía que quiere ser super intenta darle un poco de glamour a las carteras de Agricultura y Ganadería, y de Industria y Producción. Pero al toparse con las negativas de Gabriel Delgado para lidiar con el campo, y la de Miguel Peirano para intermediar con los empresarios, debe extremar la creatividad para que sus elecciones no se vuelvan un punto en contra. No resulta fácil.

Por eso, crecieron las chances de un histórico del massismo y de los momentos críticos como el Vasco José de Mendiguren para volver al área de producción que ya conoce desde los días en llamas de 2002. En el ministerio de Agricultura y Ganadería el elegido de Massa es el diputado nacional por Entre Ríos Juan José Bahillo, quien tiene vinculación directa con el sector productivo porque es productor agropecuario y explota un tambo. Su familia se dedicó muchos años a producir postres helados. Como su segundo quedará Jorge Solmi, quien cumplía la misma función con Julián Domínguez.

Massa sigue teniendo una bocanada de aliento desde el área financiera. El dólar blue llegó a tocar el piso de los $ 280 (el dólar Sergio, como lo llaman en la City), y el riesgo país continúa ubicado apenas por debajo de los 2.400 puntos básicos. Dicen en los mercados que ambas variables no se moverán mucho de esos márgenes hasta que se sepa fehacientemente la dirección y la profundidad de las medidas económicas de la etapa post Batakis.

El nuevo ministro ya ha dado señales sobre los dos ejes que va a priorizar para contener las crisis financiera y cambiaria del último mes. Subir las tasas de interés todo lo que sea necesario para sostener la viabilidad de los bonos en pesos, y darle al campo un dólar soja “más generoso” para que aceleren la liquidación de divisas y Massa pueda atravesar el Rubicón de septiembre, un río con renovación de paritarias y más de dos billones de pesos que deben renovarse. Y ese es solo el primer desafío de la gestión.

Más difícil es el milagro que Massa debería intentar con la inflación. El cálculo que hacen en su equipo es que, si logran detener el alza de los alimentos a partir de agosto, podrían tener un declive de la suba del costo de vida desde septiembre. El objetivo es llevar la inflación proyectada del año del 90% actual que vaticinan todas las consultoras a un 75%. La Argentina ha llegado a un grado de paroxismo tal que ese índice monstruoso de inflación, que la mantendría en el top 3 del récord mundial 2022, sería celebrado como un pase de fase de grupo en el Mundial de Qatar. “Peor sería quedarse afuera en primera ronda”, dicen los massistas, que prefieren ser realistas.

Para aspirar a todos estos objetivos módicos, Massa sigue intentando quedarse con el control del Banco Central y su estratégica mesa de dinero. Pero el bloqueo de Cristina Kirchner no se lo permitió. Es casi seguro que el resistente Miguel Pesce seguirá en la presidencia, y que el vicepresidente será el financista Lisandro Cleri, el massista que era subdirector del Fondo de Garantía Sustentable del Anses. En los bancos locales, creen que habrá un juego de desgaste sobre Pesce, y que Cleri terminará presidiendo la entidad antes de fin de año.

En su intento por ofrecer una imagen más confiable que la de sus antecesores, Massa logró convencer al economista Daniel Marx para que se sumara a un comité de seguimiento de la deuda externa. La figura de Marx, y sus conocimientos, siguen siendo una garantía para los desconcertados jugadores del mercado financiero internacional. Los que se reunieron con Batakis en Washington, sin sospechar que ya había sido reemplazada.

La señal que seguramente no esperaban los mercados era que Cristina dejará a un lado sus penurias judiciales para sacarse una foto con Massa en su despacho del Senado, y ordenarle a su gente que la distribuyera de inmediato. Al mejor estilo de su amigo Vladimir Putin, la Vicepresidenta luce sonriendo pero en el extremo más alejado de la extensa mesa que preside la oficina. Al menos, no aparecen esas botoneras misteriosas del Kremlin.

No se olviden que también estoy yo, parece decir Cristina en la foto. Con cara de circunstancia, Massa cruza sus manos sobre la mesa y admite facialmente que su batalla fundamental será lidiar con esta Vicepresidenta a la que la Justicia acusa de liderar una organización dedicada a quedarse con los dineros públicos. Hay quienes creen, y lo dicen, que la situación podría beneficiarlo.

Entonces la baja del dólar blue, la promesa del dólar soja generoso, la presencia de Marx como asesor de deuda. Todas las señales de racionalidad y la ilusión del freno a la crisis extrema que Massa representa para algunos sectores del establishment deben pasar por el filtro de la presencia de Cristina en la foto que se preocupó en difundir. Una muestra de respaldo que también es una amenaza. Y que habrá que ver si se repite si las cosas se ponen bravas cuando pasen las sonrisas de la primera semana.

El nuevo ministro de Economía tiene una contradicción de esas que complican a cualquiera. Su imagen fue la mejor en el pasado cuando se alejó y hasta enfrentó a Cristina. Y se derrumbó a la par de la de ella y la del Presidente cuando se hundió en la debacle del Frente de Todos. Tarde o temprano, deberá enfrentarse a la Vicepresidenta si quiere imponer en serio su voluntad política. Alberto jamás lo hizo. Y así ha quedado. Como un ánima en pena que ya nadie reconoce en los pasillos de la Casa Rosada.

Fuente: Infobae

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