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Cierren los ojos y recen: un Presidente dormido y una Vice con relato futbolero

OPINIÓN 14/08/2022 Jorge GRISPO
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“Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: ‘Cierren los ojos y recen’. Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros la Biblia”. En una sola frase Eduardo Galeano (periodista y escritor uruguayo, 1940-2015) resume a la perfección el pensamiento de una época respecto de la colonización española. Esas mismas palabras al releerlas, me recuerdan la campaña electoral en 2003, cuando Néstor Kirchner se terminó imponiendo. Como siempre, con cantos de sirena incluidos, nos prometieron el futuro mejor que nunca llegó, pero se quedaron con el botín.

Pasaron 19 años. Estamos peor que antes, sin moneda, con más pobres, con más inflación, corrupción y el narcotráfico que avanza sin parar frente a la inexplicable inacción del Estado. Los que “llegaron” para ser mejores, se terminaron quedando con miles de millones que sustrajeron al pueblo argentino, a ese mismo que le hicieron cerrar los ojos y rezar. Algunos, menos ya, siguen creyendo. ¿Por qué? Porque los relatos son poderosos, captan la mente ingenua de los que se entregan genuinamente al credo. Y otros porque fueron cooptados desde el bolsillo, esclavizados por unas monedas que le aseguran al “clan” colonizador una fidelidad absoluta.

 
El relato tuitero de Cristina Kirchner, devenida en comentarista de fútbol amateur, no hace más que poner en evidencia que se encuentra arrinconada; sin respuesta para las graves acusaciones que enfrenta, arremete directamente contra los acusadores. Si Cristina es culpable o no, lo determinarán los jueces. Pero sí podemos afirmar que sus tuits futboleros denotan una mezcla de preocupación, miedo e impotencia. Una lástima que jamás haya dedicado un tuit a los actos de corrupción que se perpetraron durante sus años como presidenta. Ni siquiera cuando los bolsos de José López volaban por el muro de un convento, o sobre las propiedades de Daniel Muñoz, o de su propio ex secretario privado hasta 2010, Fabián Gutiérrez, que en 2018 declaró en su contra en una causa por corrupción y murió asesinado por asfixia mecánica, tras ser torturado, golpeado y apuñalado en reiteradas oportunidades.

Lo que estamos padeciendo del peor gobierno de la democracia argentina es consecuencia directa de todo lo que hizo la Vicepresidenta y sus pésimas decisiones, tanto al haber ungido como candidato a quien no estaba preparado para serlo, como posteriormente dedicarse a esmerilarlo y acorralarlo hasta que finalmente le sacó el volante. Es público y notorio que Alberto Fernández no tiene hoy poder alguno, solo el institucional residual que le da la manoseada lapicera presidencial, por más discursos impostados que intente, nadie le cree. Lo veremos sentado ahora -algo que no hizo antes- en las reuniones de gabinete, haciendo algún que otro anuncio rimbombante como ya nos tiene acostumbrados, inaugurando una calle asfaltada o durmiendo en un acto, como en la asunción de Gustavo Petro, el nuevo presidente de Colombia.

Mientras el país sigue a la deriva intentando encontrar un rumbo, el Andrés “Cuervo” Larroque nos advierte: “Sin Cristina no hay peronismo, sin peronismo no hay país”. ¿No es demasiado? ¿No están llegando muy lejos? Hubo un país antes del peronismo, incluso llegamos a ser una potencia mundial, un país que era la envidia del mundo. Luego de eso nos desplomamos. Del 2003 a la fecha cumplimos a la perfección con la letra de Juan y José (una magnífica canción de Joan Manuel Serrat): “Tanto rodar y estamos otra vez en donde lo dejamos”. Sería bueno que Larroque repase la letra, mientras mira el índice de inflación y sus proyecciones.

Entre Cristina, que se dedica a relatar partidos de fútbol por Twitter y el Presidente que se duerme y no gobierna, nos imponen una realidad asfixiante. Mientras asistimos a las sesiones de un juicio histórico. Seguramente va a marcar un cambio de época. Se ventila a la luz del día la matriz de corrupción del clan Kirchner de manera cruda y certera, ocasionando que las dudas que intentan plantear los que aún defienden el “credo” quedan hundidas en el pantano de la hipocresía más profunda. Tanto que para los relatores del relato vale más conjeturar sobre las inocuas fotos de lo que no es, que alegar, demostrar y probar la inocencia de su jefa. Es un final sin final por ahora, pero como todo en la vida, el final siempre llega.

Cristina intenta futilmente desviar la discusión hacia las fotos que documentan un partido de fútbol, que son la prueba de la nada misma. Esas fotos son una excusa baladí para victimizarse, hablar de lawfare, del partido judicial y cuantos cantos de sirena se le ocurra el ingenio negacionista de la matriz de corrupción que esquilmó las arcas públicas por dos décadas. Sí son útiles para sostener el relato de una dirigente política que tuvo todo para hacer historia y la terminó dilapidando en un mar de corrupción. ¿Vale más una foto que otra? La de Lázaro Báez con el clan Kirchner en pleno gobierno de la ahora vicepresidenta, pareciera, a sus ojos, no existir.

Son contradicciones propias de quien se siente acorralada por la fuerza argumental y probatoria del fiscal Luciani que a poco de aparecer en la escena nacional mostró una impronta como nunca antes habíamos visto. Deberíamos quizás remontarnos a la actuación del fiscal Julio Strassera en el juicio a las Juntas Militares, pero claramente no podemos comparar hechos de lesa humanidad con los actuales. Si, es dable afirmar que en ambos casos se marcó un cambio de época, por la actuación de un fiscal de la Nación que tiene lo que hay que tener para llevar adelante una tarea impecable.

Hoy, en circunstancias diferentes, donde ya no se discute la democracia, estamos presenciando un proceso donde se juzga la actuación de autoridades democráticas. Corresponde ahora a la Justicia, el Poder del Estado que constitucionalmente tiene el deber de controlar a los otros poderes, decidir en base a las constancias de la causa si la Vicepresidenta de la Nación fue o no la responsable del desfalco más grande al Estado Nacional que nuestra historia tenga memoria. El fiscal tiene la obligación legal de acusar cuando lo entiende procedente y probar la culpabilidad de los imputados en su caso. El defensor, el deber legal de aplicar todo su saber para argumentar y probar la inocencia de su/s defendido/s. Y los jueces tienen la carga constitucional de decidir a quién le asiste razón y a quién no. Así funcionan la Justicia. Los carpetazos son la mugre que sale de las cloacas, básicamente para que la verdad “jurídica” se termine ensuciando.

La hipocresía del relato futbolero queda al descubierto con un simple ejercicio, repasar la entrevista que Cristina Kirchner en 2017 le concedió a Luis Novaresio en Infobae. Todo lo que dijo allí públicamente como críticas al gobierno de Mauricio Macri, resultan ahora perfectamente aplicables a su propio gobierno. Haz lo que digo, pero no lo que hago, sería un buen título de su nuevo libro. De otra manera no se explica tanta plasticidad moral y ética para profesar su credo sobre los problemas que padecemos todos los argentinos en la actualidad. Tuitea contra la Justicia, pero no contra la inflación de la cuál ella es una de las principales causantes a consecuencia de la inestabilidad política que generó en su propio gobierno, demostrando que poco o nada le importan los problemas de los que dice defender, solo atiende sus propios intereses.

La misma que ahora busca victimizarse frente a la sociedad, es la que la daba instrucciones de apretar jueces a Oscar Parrilli, como todos pudimos escuchar en audios que tomaron estado público: “Hay que salir a apretar a los jueces”. Tampoco dedicó tuit alguno a explicar a la sociedad y a sus propios votantes, el porqué de esa frase, y como sabemos, el que calla otorga. W. Somerset Maugham (escritor británico) dijo: “La hipocresía es el vicio más difícil y desgarrador que cualquiera puede perseguir, necesita de una vigilancia incesante y un extraño desprendimiento del espíritu. No puede, como el adúltero o la gula, practicarse en los momentos libres, es un trabajo a tiempo completo”.

Fuente: Infobae

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