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El nuevo esquema de poder detrás del gobierno del “Presidente” Massa

POLÍTICA 21/08/2022 Nancy PAZOS
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Hace exactamente un mes, para ser precisos el lunes 20 de julio, antes que Sergio Massa asumiera como ministro plenipotenciario, se reeditó de manera virtual y con menos integrantes, la mesa política que llevó al Frente de Todos a ganar las elecciones presidenciales de 2019. Detrás de sus respectivas pantallas estaban Cristina Kirchner, Máximo Kirchner, Eduardo “Wado” de Pedro y Sergio Tomás.

Silvina Batakis había asumido hacía dos semanas como ministra de Economía y ya estaba claro, al menos para ese cuarteto, que el parche a la huida irresponsable de Martín Guzmán duraría menos que un suspiro. Ese día se terminó de gestar un nuevo esquema de poder dentro de la coalición gobernante con un primer objetivo de mínima: que Alberto Fernández termine su mandato constitucional y el peronismo siga siendo el año que viene una opción o pueda tener, al menos, una derrota digna a nivel nacional.

 
Me contaron esa reunión y el contenido de la misma dos días después. El diagnóstico del cuarteto era lapidario: Alberto no tenía más autoridad ante los factores de poder ni ante la opinión pública. Pero era el Presidente y seguía teniendo la lapicera. Mi pregunta, entonces, fue la lógica. ¿Quién lo convencería para delegarle tanto poder a Massa? La respuesta de mi interlocutor de turno fue contundente: “La realidad”.

Por el devenir de los acontecimientos la “realidad” no tardó en llegar. Esa semana estalló el dólar paralelo, el riesgo país y el Banco Central siguió dilapidando reservas. AF se asustó a tal punto que llamó a CFK por primera vez en dos años y medio de gestión -como contamos en esta columna hace tres semanas- para consensuar una salida a la crisis. El resto es historia conocida. Al siguiente lunes en Olivos el Presidente y la Vice cenaron y empezó a cristalizarse el ingreso de Sergio Tomás al ministerio de Economía, Producción, Energía y otras yerbas.

Hace sólo 18 días que el ex Presidente de la Cámara de Diputados renunció a su banca para ocupar su nuevo cargo. Pero muchas cosas cambiaron en la dinámica del poder.

La primera y más obvia es la presencia de Cristina. Por más callada que esté queda claro que la vicepresidenta avala o concede cada una de las medidas tomadas por Massa. Las charlas personales y telefónicas entre ambos son cotidianas. Tanto con ella como con Máximo. Con el diputado, sobre todo, no siempre hay coincidencias. Pero las diferencias se dirimen en el terreno de la política con mucha más ductilidad y pragmatismo de lo esperado.

El kirchnerismo en esta etapa de inestabilidad aguantará todo con tal de ganarle la pulseada a los factores de poder que pujan por una devaluación. Esa es la piedra basal del sostenimiento de Massa. Y en eso no hay grietas ni con Alberto. Claro que en ese “aguantar todo” y con el atronador silencio de sus líderes (CFK, Máximo y hasta el Cuervo Larroque están calladísimos y el que habla es “Wado” pero en el Council Of Américas y ante empresarios️) las bases se confunden.

Por eso ayer, sábado, La Cámpora mandó pintar los paredones de todo el país al grito de “!Suma fija YA! 30 mil pesos para los trabajadores”. Más que reclamo (que en todo caso se lo estarían haciendo a sí mismos a esta altura) es casi un recordatorio de promesas para el propio Massa. ¿O una inteligente acción de marketing sabiendo que eso es lo que se viene? La famosa suma fija de aumento para los trabajadores en blanco está prevista para dentro de un mes. Cuando terminen las paritarias abiertas en unos 17 gremios que aún están negociando. Si la dieran antes las patronales podrían licuar la suma fija o pretender incorporarla en la discusión en desmedro del aumento que piden los sindicatos.

Pero volviendo al esquema de poder que se tejió en el Gobierno desde la llegada de Massa, hay un nuevo trípode en la gestión. Un pie es Sergio Tomás. El otro es Juan Manuel Olmos. Y el tercero es Vilma Ibarra. En el dialogo cotidiano entre ellos tres se asienta hoy la nueva dinámica del gobierno. Los roles están bien definidos.

Massa marca la línea política y los límites, tanto para sus subalternos como para sus pares (“finalmente hay alguien que nos dice a qué le decimos que sí y a qué le decimos que no”, describe un ministro que está en el cargo desde el día uno). Olmos jinetea todas las áreas que no están bajo la égida de Sergio. Y, obvio, mantiene informado al Presidente. Y Vilma es quien acelera los expedientes y la firma presidencial. También quien tiene el rol de ponerle el cascabel al gato.

La secretaria Legal y Técnica que en su momento fue cuestionada por CFK justamente por cajonear expedientes hoy comparte con ella el mismo objetivo: que Alberto termine el mandato. Y los objetivos comunes actúan de tamizadores instantáneos de diferencias pasadas. El trío además actúa como un anillo de contención para el Presidente.

Alberto, dicen los que lo frecuentan, está más tranquilo como quien se sacó un peso de encima. Es lo más lógico. Si las cosas salen bien espera poder capitalizar que lo que se logró fue bajo su gestión. Y si salen mal tiene un fusible de lujo, el propio Massa.

Mientras tanto el ministro se siente, por el momento, satisfecho. Antes del martes finalmente nombrará a su segundo (en una carrera inútil contra los medios pretende que no le pongan ni le saquen funcionarios), cree tener cerrado el orden fiscal tanto con el resto de los ministros como con la mayoría de las provincias, dice haber parado la emisión con el ordenamiento de la deuda en pesos y siente como un éxito personal el 27 % de suba de los mercados desde que llegó.

Claro que la lista de pendientes es eterna. El primero el dólar. A lo que se abocará nuevamente esta semana. Y el siguiente la inflación, la recomposición del poder adquisitivo y finalmente la deuda.

Sin duda para haber aceptado el hierro caliente de la economía en este momento hay que ser optimista nato y tener una dosis de locura. Massa parece tenerla. Claro que no come vidrio. A su medida más impopular no le puso la cara. Para anunciar los aumentos de los servicios públicos el gobierno se deconstruyó mágicamente y mandó a poner la cara a tres mujeres.

En fin. Es lo que hay.

Jorge Argūello respondía preguntas de los periodistas cuando en el Council of Americas habló del “gobierno del Presidente Massa” . Tan compenetrado estaba en su mensaje que volvió a cometer el furcio en una entrevista radial. El embajador es uno de los mejores amigos que le quedan en gestión a Alberto Fernández.

Fuente: Infobae

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