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2023: ¿Coaliciones en desborde y elecciones inertes?

OPINIÓN 19/10/2022 Javier Adrián Cubillas**
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Las principales coaliciones personalistas que hoy se mantienen difusamente en dos espacios ideológicos o de visiones contrapuestas han dejado en evidencia que sus ejes estratégicos y tácticos no están precisamente claros.

Cada eje o punto de equilibrio articulador de las mayores coaliciones hoy se encuentra internamente en discusión. Tanto sus centros de consenso histórico e institucional como cuáles son sus reales límites movimientistas y ambientales o contextuales están puestos en duda.

La teoría de coaliciones más básica se plantea justamente este dilema conservador: un integrante más que se sume y se identifique con un extremo que extienda los límites antes enunciados o la expone a una ruptura o a un retiro de un integrante del extremo opuesto que la debilite. Es decir, no soportan todo ni a todos ni aún en épocas de política líquida. 

En las últimas décadas, sólo los populismos y en situaciones de crisis de régimen político nos han permitido ver coaliciones extremas o coaliciones de oportunidad, pero por tanto, limitadas en el tiempo hasta que la crisis se supere y el poder y la gestión se vuelvan rutinarios nuevamente. Y estos ensayos, son más propios observarlos en regímenes parlamentarios que en los presidencialistas, tanto que cuando tuvieron que superar estos test de gobernabilidad los procesos los han hibridizado pocos poco hasta incluso reformularlos constitucionalmente

Los desbordes entonces hoy se visibilizan de múltiples formas. Una de ellas mediante relatos o discursos dirigenciales incoherentes o desalineados a sus orígenes políticos electorales o de gestión.

Los desbordes se denuncian exponiendo a propios integrantes de la coalición por hechos bajo sospecha política o aún en procesos abiertos con investigación judicial.

Los desbordes también se muestran en discursos que alientan la división de la coalición por diferencias en políticas públicas implementadas.

Los desbordes además se expresan en discursos elocuentes que plantean desafíos mediante exabruptos o reflexiones que afectan la reputación e historia de sus propios dirigentes.

Los desbordes inclusive dejan expuestos a los dirigentes encumbrados de cada coalición que decidieron resguardarse y no emitir opinión sobre asuntos públicos críticos por temor e inseguridad minimizando su exposición en apariciones televisivas, radiales, digitales o recorriendo territorio con un referente local. Los desbordes los han retirado tácticamente de la arena pública para no pagar costos personales y preservar su reputación.

Finalmente, los desbordes hoy no se exasperan y quedan aún más al descubierto dado que el Congreso de la Nación no se encuentra trabajando de modo rutinario y sólo acuerda trabajo de comisiones para temas de máxima urgencia o importancia como la ley de presupuesto de la nación. Los poderes legislativos son la gran caja de resonancia de las disidencias que hoy no tienen agenda parlamentaria para que estás se multipliquen exponencialmente.

Por esto, las coaliciones que actuaron en las últimas elecciones legislativas y que todavía hoy conforman los bloques mayoritarios en el Congreso de la Nación no resultan pétreos continentes ni vehículos ordenadores de alianzas y acuerdos temáticos futuros.

Para tenerlo claro, los dos aspectos que alientan los desbordes dirigenciales son claros: la real posibilidad del cambio de la conformación en los futuros gobiernos en sus tres niveles y el temor latente a una crisis de escalas históricas que vuelva a editar una crisis de representatividad.

En este contexto, los desbordes sociales son los que no emergieron hasta la fecha. Los datos estadísticos de todas las dimensiones de desarrollo social que se miden, oficiales y no oficiales, dan lugar a pensar con incredulidad hasta cuando la actual situación es tolerable para muchos sectores sociales.

Por esto, los desbordes de las coaliciones hay que analizarlas como lo que son: un estado de beligerancia política en relación al contexto social que pende de un hilo. Así, nos encontramos ante una tendencia de continuo corrimiento del estado natural de deliberación plural propio del régimen constitucional hacia uno de mayor beligerancia política sin recursos institucionales a la vista o previsibles para su contención social.

Si todo esto no es prudentemente percibido por las dirigencias de las coaliciones es posible que la campaña electoral del 2023 sea un año de múltiples campañas negativas con egocentrismo constante y débiles campañas permanentes versus las de las oposiciones atomizadas con foco en el poder a secas y lejos de una real posibilidad de oxigenación y renovación de la legitimidad de origen.

La sucesión de posibles desbordes, de no cambiar está tendencia, nos marcará entonces el grado de temperatura y la tensión social venidera que reclama una agenda institucional de consensos básicos para un desarrollo que baje los índices de pobreza y eleve la calidad de vida en Argentina. 

Para este desafío, las elecciones internas y generales deben dar orden y legitimidad de origen a nuevas coaliciones, sólidas y sostenibles en el tiempo, no colaborando con simulacros y seudo eventos electorales y de conformación de gabinetes que se desarticularán ante el primer conflicto o potencial crisis de gobierno en el año 2023.

*Javier Cubillas. Analista de Asuntos Públicos.

** Para www.perfil.com

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