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Ferraresi se va de la Casa (Rosada) y nadie quiere quedarse en el gobierno de Alberto

POLÍTICA 24/10/2022 Fernando GONZÁLEZ
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La única verdad es la realidad. El gobierno de Alberto Fernández es el auténtico reality show y la Casa Rosada compite en nivel de intensidad con el Gran Hermano de la televisión. Este domingo temprano, el ministro Jorge Ferraresi le avisó al Presidente que él también se iba. Dos semanas después de que se fueran Juan Zabaleta, Claudio Moroni y Elizabeth Gómez Alcorta. Y anticipó el camino que ya inició otro funcionario, el jefe de gabinete Juan Manzur, quien partirá en febrero para tratar de conservar un pedazo de poder en Tucumán. Allí competirá por la gobernación, junto a Osvaldo Jaldo. Nadie quiere quedarse en este gobierno.

No cuentan sus conflictos psicológicos, no se desnudan sabiendo que los filman ni denuncian coimas de décadas pasadas, pero la salida de funcionarios nominados no se detiene en el Gobierno. Ferraresi, como Zabaleta y como Manzur, se van para buscar una oportunidad de quedarse en el poder. Los dos primeros retornan a sus distritos (Avellaneda y Hurlingham) para intentar retener las intendencias. Un objetivo muy complicado si se tiene en cuanta que la imagen negativa de los dos máximos referentes del Frente de Todos, Alberto y Cristina Kirchner, supera fácil el 70%.

La decisión de los funcionarios que huyen de la Casa Rosada solo revela una certeza. Todos ellos ven como inevitable una derrota del Gobierno a nivel nacional. Y tratan de salvar la ropa en los distritos donde mantengan una chance de evitar el desastre.

El ejemplo de Ferraresi es un símbolo de estos tiempos peronistas. El ministro de Vivienda pensaba quedarse al menos hasta el Mundial de Fútbol de Qatar, que comienza el 20 de noviembre y que va a tener anestesiada a buena parte del país futbolero. Pero el “Alfagate” de Alberto le aceleró los tiempos. La imagen del Presidente debatiendo con un ignoto participante de Gran Hermano en medio de la inflación subiendo hacia el 100% y la pobreza cruzando el 40% fue demasiado. No esperó ni a terminar el fin de semana para cruzar el puente de Avellaneda.

Es que la provincia de Buenos Aires se ha vuelto una especie de Dunkerque para el kirchnerismo. Como aquel puerto francés que le sirvió de escape a las tropas aliadas en la Segunda Guerra Mundial para salvar 338.000 soldados y preservarse para las batallas que sobrevendrían, Axel Kicillof, Máximo Kirchner, los intendentes y los legisladores del peronismo buscan en el Gran Buenos Aires los salvavidas territoriales que sirvan como refugio.

Hasta hace pocos meses, Cristina tenía otros planes. Creía que la victoria arrasadora de Lula en Brasil en primera vuelta iba a fortalecer la ola regional de la izquierda en Latinoamérica y le iba a dar la posibilidad de volver a ser candidata presidencial como un escudo perfecto contra la eventual condena judicial que avanzaba en la causa Vialidad. El espejo regional le muestra ahora que el ex presidente brasileño tuvo una elección muy dura, que nadie está plenamente seguro de la victoria ante Jair Bolsonaro el próximo domingo en el ballotage y que el Tribunal podría convalidar una parte del pedido de 12 años de prisión que le hizo el fiscal Diego Luciani. Una pesadilla que se consolida.

Por eso, Cristina y La Cámpora, pero también los intendentes peronistas y hasta Sergio Massa, se aferran a la elección bonaerense para mantenerse a flote si las elecciones de 2023 se convierten en un naufragio de dimensión nacional. En ese esquema, Kicillof iría por su reelección; Cristina sería candidata a senadora para asegurarse los fueros parlamentarios y Massa (cuya candidatura presidencial empieza a ganar terreno en todo el peronismo) intentaría recuperar el municipio de Tigre a través de su esposa, la actual titular de AYSA, Malena Galmarini.

Lo que le falta al kirchnerismo es decidir si avanza finalmente para suspender las PASO. Cristina, Máximo y Kicillof son partidarios de anularlas porque creen que las primarias van a favorecer a Juntos por el Cambio, y es lo que van a proponer en un encuentro partidario el 5 de noviembre. Pero son varios los intendentes peronistas, y también los grupos piqueteros (sobre todo el Movimiento Evita y Barrios de Pie) que prefieren que haya internas obligatorias para enfrentar a La Cámpora en los distritos bonaerenses y evitar el dedo implacable de la Vicepresidenta en la conformación de las listas. Si se impone el criterio cristinista, irán por los votos de los bloques provinciales, los de la izquierda y los de Javier Milei para poder conseguirlo.

Argentina, decadencia de exportación
Madrid se ha convertido en una ciudad de moda y en un campo de batalla de las ideas. Quizás por el momento de España y porque su presidenta comunitaria, Isabel Díaz Ayuso, promueve el conflicto contra todas las propuestas políticas y económicas de la izquierda gobernante en ese país. No es casualidad que en la sede del gobierno madrileño, pegada a la Puerta del Sol, se hayan reunido los referentes de la Fundación Internacional de la Libertad, un foro liberal que preside el premio Nobel y escritor vivo más importante de América Latina, Mario Vargas Llosa.

El jueves pasado, el autor de “La ciudad y los perros” se mostró junto a los dirigentes iberoamericanos más relevantes para discutir el modo de enfrentar no solo a las izquierdas, sino también a los populismos, la tendencia que avanza en el mundo por derecha o por izquierda, pero siempre con métodos autoritarios: de Vladimir Putin al chavismo venezolano, y del exótico Bolsonaro a la novedad de la italiana Giorgia Meloni.

Hablaron dos presidentes: el uruguayo Luis Lacalle Pou y el ecuatoriano Guillermo Lasso. Y se sumaron tres ex mandatarios: el español José María Aznar; y los mexicanos Ernesto Zedillo y Felipe Calderón, además del ex juez brasileño, Sergio Moro, ahora senador por el estado de Paraná, al presentarse y ser elegido como candidato independiente entre Lula y Bolsonaro.

Pese a tanto glamour político y a tantos nombres destacados, los dos conceptos más atractivos los plantearon el periodista y escritor Alvaro Vargas Llosa, y la diputada española (con ascendencia argentina) Cayetana Alvarez de Toledo. El hijo del Premio Nobel alertó sobre el “Estado identitario, que es peor que Putin y Xi Jinping juntos porque pretende que las posturas de ciertas minorías se impongan desde las estructuras estatales”.

Y Cayetana, con su estilo vehemente y parecido al de Díaz Ayuso, advirtió sobre el “apocalipsis cognitivo” en estos tiempos de “políticos que son ticktokers, periodistas que son tuiteros y votantes emocionales” que se dejan llevar por los vientos del populismo. La diputada por Barcelona, que ha llegado a (des)calificar a Alberto Fernández por “pelele” y a Cristina por ser “una tragedia”, diferenció con claridad a los gobiernos liberales de los populistas y les puso además nombres y apellidos a sus preferencias: despegó al liberalismo de los izquierdistas como el chileno Gabriel Boric y el peruano Pedro Castillo, pero también metió en la bolsa oscura del populismo a Bolsonaro, a la ultraderechista Meloni, a sus compatriotas ultras de Vox y al libertario argentino Javier Milei. Toda una definición.

En uno de los paneles de la Fundación Libertad, que nació en Rosario de la mano del economista Gerardo Bongiovanni y que en Madrid dirige el ex secretario de Cultura porteño, Darío Lopérfido, estuvo el senador argentino Alfredo Cornejo. Es cierto que los radicales han tenido más participación en la socialdemocracia europea (Raúl Alfonsín activó siempre esa relación), pero también alimentaron el vínculo con el liberalismo a través de la Fundación Fiedrich Naumann. Cornejo se encargó en este escenario internacional de describir los riesgos que enfrenta la Argentina de congelarse en el populismo de origen kirchnerista, e incluso de caer en la tentación de la anti política que representan Milei y compañía. El populismo libertario.

En este, y en otros eventos internacionales de debate político, la Argentina consolida una imagen de decadencia económica y arrastra una tendencia al suicidio con las mismas recetas equivocadas que no encuentra explicación ni en la sociología ni en la psicología. En los últimos diez días, la madrileña Díaz Ayuso le apuntó en dos oportunidades al peronismo como ejemplo de fracaso institucional. En la segunda de ellas, echó sal en una herida de este tiempo. “Por eso, son cada vez más los argentinos que vienen a Madrid a encontrar oportunidades”, disparó.

Díaz Ayuso no se detuvo un segundo en responder a las funcionas argentinas que reaccionaron (la vocera Gabriela Cerruti y la diputada Juliana Di Tulio). Su objetivo real era criticar al gobierno socialista de Pedro Sánchez y asustar a los españoles con que las políticas populistas del kirchnerismo terminen exportando la decadencia argentina al otro lado del Atlántico.

Todos estos dirigentes del centroderecha liberal se preguntan sobre las reales posibilidades de Juntos por el Cambio de regresar al poder. Los contactos son permanentes. Además de Cornejo, en Madrid estaba el diputado Gerardo Milman, uno de los más estrechos referentes de Patricia Bullrich, reforzando los vínculos internacionales de la presidenta del PRO. Rodríguez Larreta ya se ha reunido con Díaz Ayuso y también con el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. Y todos se han cruzado además en varias ocasiones con Mauricio Macri.

Lo que aún no queda claro es el programa político y, sobre todo, las recetas económicas que la coalición opositora le ofrecerá al electorado argentino para tratar de ganar las elecciones del año próximo. ¿Se repetirá el gradualismo, con el que Macri fracasó en 2015, o habrá una terapia de shock para combatir la inflación y evitar otro crack financiero? ¿Se bajarán los impuestos o se mantendrán los actuales? ¿Y qué es lo que harán con el dólar si vuelven al Gobierno? ¿Devaluar?, ¿Mantener o quitar el cepo? Por ahora, todo es incógnita.

Mientras estas definiciones siguen pendientes, los candidatos de Juntos por el Cambio encabezan la mayoría de las encuestas. Esto sucede porque, aunque crece, Milei todavía no aparece en condiciones de meterse en la pelea presidencial. Y, sobre todo, porque las equivocaciones del Gobierno son tan groseras que le dejan a la oposición un margen suficiente hasta como para demorar la definición de sus liderazgos. No será para siempre.

En poco tiempo, la oposición tendrá que delinear el país que propone para salir del subsuelo que estamos perforando.

Por ahora, el Presidente discute con un desconocido de Gran Hermano y pierde el tiempo con un programa que ven dos millones de personas. Un despropósito y una falta de respeto para el resto: los más de cuarenta millones de argentinos que sufren la inflación y el tránsito cada vez más acelerado hacia la pobreza. Por eso se van yendo los ministros. El último que apague la luz.

Fuente: Infobae

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