La laicidad en las escuelas públicas es sagrada, en Rafaela esa consigna se violó

OPINIÓN Juan Palos, exclusivo para R24N
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Juan de los PalotesPor Juan Palos, exclusivo para R24N

"La laicidad en las escuelas públicas es sagrada. En Rafaela, esa consigna se ha violado y no debe quedar impune la transgresión. Hay responsables: promotores y quienes ayudaron a que ello ocurriera. Si tienen que "rodar cabezas", que así sea."

La semana pasada, Rafaela se vio envuelta en una controversia de gran envergadura en el ámbito educativo que ha generado un profundo malestar en varias secciones de la comunidad. El ingreso de activistas evangélicos, vinculados al Festival Palau, a algunas escuelas públicas de la ciudad ha suscitado un debate intenso sobre la separación entre la educación y la religión. Durante esta actividad, se distribuyeron Biblias y se impartieron consignas religiosas, lo que ha llevado a muchos a cuestionar la ética y la idoneidad de permitir tales acciones en un entorno destinado a la educación pública.

La educación pública, como pilar de una sociedad pluralista, debe ser un espacio donde se fomente el pensamiento crítico y la diversidad, no un foro para la propaganda religios.

Los informes preliminares sugieren que este evento se llevó a cabo con el consentimiento de la Regional de Educación, lo que plantea interrogantes sobre la política educativa de la región y el nivel de control que tienen las autoridades sobre lo que ocurre dentro de las aulas. Lo que agrava la situación es "la posibilidad" de que este permiso haya sido facilitado por gestiones de la Municipalidad de Rafaela, aunque actualmente esta conexión no ha sido confirmada. Las vías administrativas y políticas que permitieron el ingreso de estos divulgadores religiosos requieren un examen minucioso.

Por otro lado, la responsabilidad no recae únicamente en las autoridades superiores. Los directores de las escuelas que permitieron tal ingreso también juegan un papel crucial. Deberían actuar como guardianes del principio de laicidad de la educación pública, asegurándose de que el espacio educativo se mantenga libre de influencias externas que puedan comprometer su integridad. La educación debe ser un refugio para todos, independientemente de sus creencias personales.

Ya hay voces que se han alzado en defensa de una educación neutral y objetiva, y han pedido una investigación rigurosa sobre las circunstancias que llevaron a esta situación. Se argumenta que es fundamental establecer protocolos claros que definan lo que está y no está permitido dentro de las instituciones educativas, y para garantizar que las decisiones en este ámbito se tomen de manera transparente y en el interés de todos los estudiantes.


Es evidente que, si se determina que hubo violaciones a las normativas educativas o falta de criterio por parte de las autoridades, deberían tomarse las riendas del asunto y, en caso necesario, tomar las medidas disciplinarias adecuadas. La confianza de la comunidad en el sistema educativo depende de la capacidad de estas instituciones para operar con integridad y respeto hacia la diversidad.

Por último, este episodio sirve como un llamado a la reflexión sobre el papel de la educación pública en la promoción de valores democráticos y en el fomento del respeto hacia todas las creencias, asegurando que los jóvenes se conviertan en ciudadanos informados y críticos capaces de discernir en un mundo lleno de dogmas y prejuicios.

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