"Oratoria por Gaza": Walter Martínez se niega a condenar al terrorismo de Hamás y al polémico flyer

Carlos ZIMERMAN
hoy

La Comisión Municipal para la Promoción de la Cultura (CMPC) al parecer no entiende nada, ni siquiera sabe lo que es el grupo terrosrista Hamas, por lo que poco se puede esperar de este rejunte de parasitos que viven exclusivamente del dinero de los rafaelinos. Hay que recordar, y este Martínez en el video del pie de la nota así lo ratifica, que a todos los rafaelinos se les cobra un tributo para que, como en este caso, se contrate pseudos artistas de afuera que vienen a manifestar su odio y la defensa de terroristas.

Resulta alarmante el silencio —y la tibieza— con que la Comisión Municipal para la Promoción de la Cultura (CMPC), dirigida por Walter Martínez, ha respondido ante la difusión de simbología vinculada a grupos armados y terroristas en el flyer de la actividad denominada “Oratoria x Gaza”.

Lejos de condenar de manera clara e inequívoca el uso de imágenes y referencias asociadas a Hamás, organización declarada terrorista por nuestra legislación y por buena parte de la comunidad internacional, la CMPC prefirió refugiarse en un comunicado genérico, plagado de eufemismos, en el que se limita a repudiar “expresiones de odio” y “acusaciones infundadas”. Un texto burocrático, desentendido, que elude el núcleo del problema: la banalización del terrorismo en nombre de la cultura.

El flyer en cuestión no deja lugar a interpretaciones inocentes. En él se exhiben símbolos cargados de significado violento y sectario: un kefiah verde, color distintivo de Hamás; una sandía, emblema de resistencia armada durante la primera intifada; un brazo con anémonas rojas, alusión al libro de la condenada terrorista Laila Khaled —recordada no por su palabra sino por los aviones civiles que secuestró—; y un pañuelo palestino como mapa "desde el río hasta el mar" borradondo de la existencia al Estado de Israel, un Estado soberano y aliado histórico de Argentina. Todo esto, acompañado por la consigna de denunciar supuestas “políticas de exterminio” de Israel, falacia reiterada por grupos extremistas que buscan manipular el lenguaje de los derechos humanos para justificar el odio.

Ante semejante contexto, la omisión de la CMPC equivale a complicidad simbólica. La cultura no puede ser coartada ni escudo para la difusión de mensajes que promuevan la violencia o legitimen a organizaciones terroristas. Y mucho menos puede una institución pública —sostenida con fondos de todos los ciudadanos— abstenerse de trazar límites éticos claros.

¿Acaso el director Walter Martínez ignora el significado de los símbolos que su propia comisión permitió difundir? ¿O simplemente decidió mirar hacia otro lado para no incomodar a ciertos sectores ideológicos? Ambas posibilidades son preocupantes.

¿Acaso la cúpula de la CMPC apoya las ideas de Hamás?. Quizá no sepan que este grupo armado tiene como objetivo declarado el exterminio de todo el pueblo judío, su línea ideológica no se mueve un ápice de la línea de pensamiento del nazismo. Quiza Martinez desconoce esta cuestión.

El verdadero compromiso con la cultura exige defender la libertad, la paz y la verdad histórica, no permitir que el arte o la palabra se transformen en vehículos de odio. Cuando una institución cultural se niega a condenar la apología del terrorismo, no solo traiciona su misión: renuncia a su autoridad moral.

Por eso, más que comunicados evasivos, la sociedad espera de la CMPC una declaración clara, contundente y coherente: ¿están o no en contra de Hamás y de cualquier grupo que promueva el terror?, ¿están o no en contra del flyer de Estación Esperanza?.


Mientras esa respuesta no llegue, el silencio de la Comisión seguirá hablando —y lo hará muy mal— de quienes dicen representar la cultura.

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