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La abogada argentina que es maestra en Suecia: luces y sombras del sistema educativo de vouchers

CIUDADANOS 04/09/2023 Mariano JASOVICH
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Todavía repercuten en la sociedad los ecos de la sorpresiva victoria de Javier Milei en las PASO del 13 de agosto. Tras ser el candidato más votado ese domingo, el postulante de la Libertad Avanza realizó un raid mediático en el cual explicó parte de sus propuestas para un futuro gobierno.

Consultado sobre el tema educativo, Milei explicó que podría implementar un sistema en el cual cada familia recibe un voucher para “pagar” el colegio que elige para sus hijos. Para reafirmar su propuesta citó los ejemplos de Suecia y Chile. Ante la confusión que generó, luego Ramiro Marra aclaró que este tipo de cambios no se realizarían de inmediato. El dirigente cercano a Milei sostuvo en la radio online Futurock que son “reformas de tercera generación”.

Igualdad educativa

Entonces, ¿cómo funciona el sistema de voucher en Suecia citado por Milei? Valeria Formia, de 41 años, es una argentina que vive en Haninge, una localidad a unos 30 minutos de Estocolmo desde hace 12 años, junto a su marido y dos hijos, Lautaro y Francesco, nacidos en ese país escandinavo. Mientras come bizcochitos de grasas y toma mate para demostrar su argentinidad al palo, lo primero que dice Valeria ante la consulta de Infobae es que “en Suecia no existen los vouchers tal como lo piensan los argentinos”.

Este modelo de asignación de recursos por alumno arrancó en Suecia en 1992. Así, las familias pueden elegir cualquier tipo de escuelas y el Estado dará el dinero que es el mismo para todos. No es que cada ciudadano entregue el voucher al colegio. Con la elección de la institución, luego el Estado transfiere el dinero destinado a ese chico.

La mujer trabaja como auxiliar docente con chicos de 2 y 3 años en un colegio cercano a su casa en las afueras de la capital sueca. “Acá ninguna familia recibe ningún voucher –resalta Formia, mientras de fondo se escucha el ruido de la bombilla como si estuviera en Buenos Aires-. Los colegios dependen de los estados municipales y cada administración le paga a cada escuela por alumno. Es la misma cantidad en todo el país. Así se logra igualdad de oportunidades. Es decir una escuela del centro de Estocolmo recibe la misma cantidad por un chico que asiste que otro establecimiento del interior del país”.

La educación primaria en Suecia va desde los 6 a los 16 años. Antes hay jardines para chicos desde los 2. Allí, en una de esas salas trabaja Valeria como auxiliar docente. Todas las escuelas son gratis y se financian con el aporte del estado por alumno. “Cada familia puede elegir colegios de gestión pública o privada –explica Formia-. El estado aporta lo mismo a los dos tipos de establecimientos y los ciudadanos no pagan nada de su bolsillo en ningún caso”.

Hacer la Europa

Valeria se fue a vivir a Europa en el 2009. “Estaba cansada de la inseguridad y la inflación”, recuerda la mujer. Vendió su departamento en Nuñez, esos dólares servirían de base para comprar su nueva casa en Suecia junto a una hipoteca, y dejó su trabajo de abogada en el Poder Judicial.

Primero pasó por España y allí conoció a su actual pareja. Cuando se complicó la situación en Madrid por una crisis económica decidieron poner rumbo a Suecia en busca de un destino de mayor estabilidad.

“La integración no es fácil y tampoco es para todos por igual. No es que te reciben y conseguís trabajo al toque. Mi pareja tuvo que trabajar de camarero al principio hasta que logramos estabilizar nuestra situación”, cuenta Valeria. Su marido es supervisor en una empresa de logística en la actualidad.

La clave para formar parte de la sociedad sueca es el idioma. “Podés hablar muy bien inglés y vas a poder comunicarte con todos. Recién sos parte de la comunidad cuando hablás su lengua”, resalta Formia a modo de consejo para futuros migrantes.

El Estado sueco le ofrece a cadaextranjero la chance de estudiar el idioma gratis. “Yo tengo hasta nivel 8 lo que me permitiría ir a la universidad en Estocolmo”, cuenta Formia.

Valeria habla perfecto sueco, pero confiesa que aún sigue soñando en castellano. “Mis dos hijos también hablan en español. En el colegio tienen un par de horas semanales en las que le enseñan a leer y escribir en el idioma original de la familia”, explica.

Tras tener a sus dos hijos, por cada uno tuvo un poco más de un año de licencia para cuidarlos, Valeria hizo un curso de dos años para poder trabajar de auxiliar docente en los primeros niveles de la escuela. Durante esa etapa, cobró una ayuda estudiantil que la comprometía a aprobar las materias en tiempo y forma. Eso la ayudó a pagar los libros y el abono mensual de transporte.

“No fue fácil, recién a principios de este año me hicieron el primer contrato de trabajo - admite Formia-. Terminé de estudiar en diciembre y para febrero ya estaba en el trabajo, cerca de mi casa por suerte”.

La reinvención de la abogada

El cambio fue fuerte para Formia. Pasó de trabajar de abogada en el fuero penal del Poder Judicial de la Nación a estar con chicos muy chicos en una sala que sería como un jardín de infantes argentino. “Siempre estaba en mis planes ser docente. Pero lo pensaba más a nivel universitario. Nunca pensé que lo iba a hacer con alumnos tan chicos”, explica la mujer.

Respecto a las escuelas públicas o privadas, la mujer que ya habla castellano con acento sueco explica: “No hay diferencias. Cada familia tiene en cuenta la cercanía o la comodidad para elegir el colegio de los hijos. En general los establecimientos privados son más chicos y sólo tienen los primeros grados. Para la etapa final del ciclo casi todos se vuelcan a la pública”, relata Valeria.

Formia conoce desde adentro el sistema educativo sueco y lo define con dos palabras: “Es perfecto”. La mujer, al principio sorprendida y ahora ya acostumbrada, cuenta que no tuvo que comprar ningún elemento todo se lo dan en la escuela. Además, dentro de los edificios desayunan, almuerzan y cena. “Los chicos tienen poca tarea. Si están atentos en la clase ya con eso les alcanza para aprender”, resalta la argentina.

Pese a los elogios de la maestra argentina, los resultados de los chicos suecos en las pruebas PISA cayó desde la implementación a principios de la década del 90. Se dio el caso de que mejoraron las calificaciones nacionales, pero cayeron las internacionales. Esto podría ser por una mayor indulgencia de los docentes para mantener a los alumnos en la escuela y cobrar el subsidio.

Formia está al tanto de ese debate y aclara su posición. “Mis dos hijos van a una escuela pública y yo no veo que le regalen la nota para mantenerlos en el establecimiento. Puede que ocurra en alguna zona con poca oferta y algún colegio lo haga para mantener el financiamiento. Pero a mí no me consta”, aclara la mujer.

Una vez que los chicos terminan la educación primaria a los 16 años, pueden elegir seguir la secundaria. Los colegios mantienen el mismo sistema gratuito. En este caso, la suma de más puntos en su carrera le dará la chance de elegir escuela. Las más requeridas son las de arte, música o deportes. “Igual, con un puntaje promedio los chicos pueden concurrir a una de orientación comercial de muy buena calidad”, cuenta Formia.

Luego, también con el sistema de puntaje podrán elegir una universidad gratuita para estudiar o algún curso que le dará la posibilidad de tener un oficio para insertarse en el mundo laboral sueco.

Mientras disfrutan los últimos días del fresco verano sueco, Valeria le inculca a sus hijos todo lo que puede de la cultura argentina. Los chicos toman mate, se pelean por el paquete de los clásicos bizcochitos de grasa nacionales y festejaron con todo el título de la Scaloneta en Qatar.

Fuente: Infobae

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