ECONOMÍA Julián Guarino*

Dólar atrasado vs. brecha más corta: colchonismo semanal, blanqueo y la visita del FMI a Luis Caputo

Tres inconsistencias que se buscan esconder debajo de la alfombra y una apuesta a bajar la brecha cambiaria. Así recorrerá el Gobierno esta semana, de la que derivará la estrategia del dólar.

Dispuesto a ignorar los peligros latentes que inscribe una dinámica defectuosa del programa económico, el ministro Luis Caputo está dispuesto a jugar con las pocas cartas que tiene. Es un escape hacia adelante, en la hipótesis nada extraña, de que no existe auxilio de corto plazo que pueda asistir al presidente Javier Milei, al menos en el plano económico y financiero. Prueba de ello es la voluntad -ratificada por dos fuentes distintas, una del Palacio de Hacienda y otra del BCRA- de transitar las próximas jornadas sin modificaciones de magnitud, es decir, arrastrando las tres principales inconsistencias que destacan con fuerza. Al final, se concluirá que la apuesta, una vez más, será achicar la brecha cambiaria, llevarla a la zona del 25% en la que solía ubicarse antes que la última “corrida” lo llevara al 40% actual, en la porfía de lograr un ticket “acorde” para, eventualmente, tener la chance a tiro de unificar el tipo de cambio, aunque aquí y ahora suene lejana esa posibilidad.

Sin novedad en el frente: cargando las tintas del dólar, dos inconsistencias

El primero, el frente cambiario, ha lanzado sus señales de alarma. El tipo de cambio oficial viene de perder competitividad de forma veloz, redundando en un flujo de divisas provenientes de la exportación que no logró forjar un mayor nivel de reservas. En rigor, se está a solo algunas jornadas de haber regresado al punto cero, es decir, a los niveles predevaluación del presidente Milei. ¿Esto implica que el Gobierno volverá a deslizar de forma abrupta el tipo de cambio? No necesariamente. En rigor, para los consultados, implica que habrá que desarrollar “otras habilidades” para “financiar” ese tipo de cambio. En criollo, significa que habrá que convivir con esas presiones devaluatorias de diversa forma.

Por ejemplo, el Gobierno apuesta a volcar mayor intensidad en la apuesta a evidenciar una disciplina fiscal, la segunda inconsistencia. Piensa que, de esa forma, las tentaciones del establishment con la presión devaluatoria irán a menor, toda vez que la ecuación queda clara: si la Casa Rosada cede en una devaluación, la presión inflacionaria podría deslegitimarlo sensiblemente y dejar a Javier Milei sin chances reales de hacer una elección decente el año próximo. De todas formas, hay que mencionar que esa “ancla” fiscal está a punto de encontrarse de frente con una pared de erogaciones, una especie de final anticipado de la época del superávit. Esto es así porque la recesión -verdadera meta del programa económico- ha erosionado la recaudación. A la vez, si se lo piensa en detalle, como el BCRA le ha cargado al Tesoro una parte fenomenal de la deuda que arrastraba la entidad monetaria, una potencial suba de la tasa de interés producto de un rebrote inflacionario redundaría en un aumento de la deuda y, por consiguiente, en un esfuerzo adicional para sostener el superávit.

Nada por aquí. Más pesos y la apuesta a reducir la brecha

Con todos los cañones apuntando a las cuentas públicas, la tercera de las inconsistencias es que el Gobierno pareciera no haber logrado la resolución de los pasivos del BCRA, con el consiguiente aumento de los agregados monetarios.

En síntesis, si tanto en el frente cambiario, fiscal y monetario, el Gobierno bascula sus debilidades, las fuentes sostienen que un elemento que sí podría acreditar es el de la reducción de la brecha cambiaria.

Aún a costa de convivir con fuertes presiones devaluatorias, con una precaria evolución en el problema de los agregados monetarios, las reservas brutas y los diferentes tipos de cambio, la novedad es que el ministro Caputo irá detrás de una nueva baja en la brecha cambiaria, lo que implica sumar la oferta de dólares en el mercado financiero. Lograría así reducir los daños colaterales de una eventual salida del cepo cambiario. De hecho, en el BCRA piensan que sólo de esa forma, podría ir desandándose el cepo en forma gradual. Es decir que el Gobierno buscaría en los próximos días achicar la brecha para sumar decisiones en este sentido.

FMI, préstamo sindicado, RIGI y blanqueo

No exento de pensamiento mágico, las ideas vinculadas a la lluvia de dólares dan vueltas por todos lados. En las sagradas escrituras de Milei, los recursos llegarían de una excepcional negociación con el FMI, de un préstamo sindicado con bancos internacionales, de una fuerte apuesta al sector exportador. Incluso se ha sumado, en este ecosistema de fantasías, la posibilidad de que comience a verse algún impacto de las inversiones que promociona el RIGI o incluso el ingreso de los dólares del blanqueo. En este punto, hoy, es donde más apuestas hay.

El dato es que el Gobierno le dijo al FMI -y el Fondo lo refleja en su último Staff Report- que estima en torno a los u$s40.000 millones el resultado total del blanqueo. ¿Excesivo? Por supuesto, el Gobierno gana tiempo y se saca de encima la presión devaluatoria que le impone el organismo si señala “ya llegarán los dólares que me habilitan este tipo de cambio”. Testimonio de estas ansias de la Casa Rosada es la enorme flexibilidad que promueve la normativa, ya que el depositante no paga multas hasta los u$s100.000, se suman muchas opciones para invertir y en los hechos puede combinarlas si, acepta dejarlos depositados hasta diciembre de 2025. En rigor, puede retirarlos antes de la fecha y pagar la penalidad, que es del 5% (el blanqueo del ex presidente Macri, en 2016, era del 10%).

Así, podría pensarse que el blanqueo no parece haber sido diseñado para reducir la brecha, ya que la multa se paga en dólares, sino para impulsar las inversiones habilitadas en las Cuentas Comitentes para impulsar la actividad, la famosa dolarización endógena.

La llegada del FMI: todos a sus puestos

El propio FMI lanzará seguramente algún diagnóstico, ya que en los próximos días habrá de ponerle fecha a la misión de burócratas del organismo para analizar el cumplimiento de las metas para el segundo trimestre del año. Se trata de la novena revisión del Acuerdo de Facilidades Extendidas rubricado a comienzos de 2022 por Martín Guzmán, y que a lo largo de 24 meses ya tuvo modificaciones en esas metas. Es decir, el Gobierno deberá consignar que, en el trimestre señalado, puede dar pruebas de en caminarse a un superávit fiscal primario del 2,5% del PBI, haber acumulado indicios de mayores reservas por, al menos, unos u$s 8.000 millones (periodo 2024) y haber incursionado en terreno negativo con la emisión monetaria. Es decir que, en el margen, la meta de reservas deberá ser explicada por Luis Caputo. ¿Alcanzará con el blanqueo para disimular las inconsistencias?

 

 

* Para www.ambito.com