OPINIÓN Claudio Jacquelin*

La Corte de los milagros libertario-peronista

El avance de las audiencias en el Senado para tratar los pliegos de los postulantes a la Corte Suprema de Justicia Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla está lejos de haber despejado dudas y allanado el camino para consagrar una nueva integración respetada y respetable. Podría estar logrando todo lo contrario. 

El principio de revelación asoma otra vez en su máximo esplendor, aunque no en el sentido en el que lo suele usar el Presidente. Anomalías, negociaciones en la oscuridad, formalidades vulneradas y gestores impropios van quedando expuestos en una trama que solo parece destinada a desprestigiar aún más la ya golpeada imagen de la política y del Poder Judicial. Si ese era el propósito oficial, lo estarían consiguiendo.

La audiencia en la que fue examinado anteayer el segundo de los dos nominados precipitó varias revelaciones, que exponen la forma irregular con la que trata el Gobierno los asuntos más sensibles de la administración y de las instituciones, así como cuáles son los principios rectores de la actuación del perokirchnerismo (también) en este sensible asunto. Al mismo tiempo, dio verosimilitud a las muchas versiones sobre negociaciones subterráneas en curso entre el gobierno libertario y la dirigencia kirchnerista.

Por un lado, la audiencia, en la que fue incisivamente interrogado García-Mansilla, resultó notablemente fructífera respecto de muchas singularidades que atraviesan el proceso de cobertura de vacantes del tribunal desde su comienzo. Aunque el muy amigable tránsito de Lijo, una semana antes, por la Comisión de Acuerdos, también fue rico. Pero por defecto.

La exhaustiva indagatoria al decano de la universidad del Opus Dei, que respondió con solvencia verbal y técnica, respaldado en citas a la doctrina y la jurisprudencia (al margen de sus posicionamientos), contrastó con la escasa incisividad de la mayoría de los senadores y la limitada hondura léxica y jurídica del polémico juez federal. Primera revelación: la adscripción ideológica predomina a la hora de evaluar por sobre los atributos de ética, integridad y honestidad. Los senadores kirchneristas y algunos radicales lo dejaron en claro.

Por otra parte, García-Mansilla expuso, sin incomodarse, la anomalía de que la postulación le fuera ofrecida por el nofuncionario Santiago Caputo, quien, según el jurista, estaba acompañado por un alto funcionario del Gobierno, como el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio, quien de acuerdo con ese relato solo habría asistido en carácter de testigo y en condición de subordinado, sin voz ni voto. Para que no queden dudas de quién manda. Sugestivo que tanta peculiaridad no le haya resultado extraña a un defensor de la institucionalidad como García-Mansilla. Segunda revelación: las más altas responsabilidades de la función pública pueden ser ejercidas por gestores, sin cargos formales, que, además, son empleados de sociedades comerciales.

Luego, el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, en su papel de coleccionista de gaffes y sincericidios personales, admitió tácitamente que no intervino en la postulación de García-Mansilla y que tampoco lo hizo con el más polémico de los jueces federales.

Según dijo en una entrevista en TN, Lijo fue impulsado ante el Presidente por el extitular de la Corte Ricardo Lorenzetti, enemistado con sus pares del máximo tribunal desde que le quitaron el poder omnímodo con el que conducía el cuerpo y que, desde entonces, brega por recuperarlo. Tercera revelación: la separación de poderes, bien, gracias.

Debajo de esas epifanías no muy republicanas asoman las huellas que fueron dejando sigilosos referentes del oficialismo y de la oposición peronista camino de las reuniones reservadas que mantienen para agilizar un trámite que se demuestra ripioso por la inexperiencia y el voluntarismo (con dosis de prepotencia) de la administración libertaria.

Si antes de estas audiencias había un arco de coincidencias de una amplitud nunca antes visto en rechazo de este proceso de integración de la Corte, y, en particular, de la candidatura de Lijo, lo ocurrido en el Senado y las negociaciones que trascienden despiertan más alarma. Asociaciones y colegios de abogados, organizaciones de la sociedad civil, cámaras empresariales, inversores y hasta gobiernos extranjeros con los que Milei dice estar alineado reactivaron en las últimas horas sus objeciones en diálogos reservados con funcionarios, senadores y dirigentes de los principales partidos políticos.

En ese terreno, la Cámara Argentina de Comercio de Estados Unidos en Argentina (AmCham) viene reiterando en reuniones con senadores de distintos bloques sus cuestionamientos, que ya dejó asentados formalmente durante el proceso de apertura a impugnaciones. Pero el caso excede a la preocupación de las empresas radicadas en el país.

Dos muy importantes dirigentes del radicalismo y del peronismo escucharon recientemente de boca de un alto funcionario del Departamento de Estado la preocupación respecto de la integración de la Corte. La aclaración previa de que el gobierno norteamericano no se entromete en asuntos internos, no impidió que el mensaje se entendiera con mucha claridad. Lijo no goza de la simpatía del país al que Milei admira.

Por ahora, nada hace mella en la decisión oficialista de sostener al juez federal. Todo lo contrario. En los últimos días, algunas de las cuentas libertarias de las redes más reproducidas por el Presidente han reforzado la campaña en su defensa. Luego de tres duras derrotas consecutivas en el Congreso, el Gobierno asoma decidido a buscar la revancha con una de sus más cuestionadas iniciativas, que para peor, contradice su batalla contra la casta. O expresaría su defección final en esa lucha.

Lo curioso del caso es que parece haberse agotado la creatividad libertaria en las redes: apenas lograron reversionar un eslogan de los inoxidables opositores de la Coalición Cívica. #LijoNo es el hashtag de la campaña “Yo no lo eLijo”, lanzada por los seguidores de Lilita Carrió. #LijoSí, #LijoYa replicaron los influencers mileístas, en un inesperado reconocimiento a sus adversarios, a los que ninguneaban. Más revelaciones.

Son síntomas de las dificultades que atraviesa el proceso de designación de Lijo y, también de García-Mansilla. Milei comprueba la vigencia de una de sus frases de cabecera. “No hay almuerzos gratis”, le recuerdan desde el bloque peronista, que con 33 senadores tiene la llave para torcer el trámite legislativo.

El presidente del bloque perokirchnerista, José Mayans, con su habitual picardía, volvió a dejar en claro que para llegar a los votos hay que atravesar algunas cabinas de peaje. Pese a la benevolencia con la que trataron él y su bancada a Lijo, destacó que este es el candidato del Gobierno. A García-Mansilla lo descalificó por considerarlo antiperonista y promacrista. A diferencia de varios de sus pares de bloque, no dijo nada de la posición contra la interrupción voluntaria del embarazo del abogado. En eso coinciden.

De tal manera, Mayans estaba anticipando una línea de negociación: “A Lijo se lo aceptamos, aunque ustedes deben hacerse cargo, pero no pretendan que también votemos a un antiperonista”, pareció sugerir en público. Es lo que se dice en privado en el kirchnerismo. De la ausencia de mujeres entre los postulados tampoco hizo una bandera.

Hasta ahora, las negociaciones no han prosperado y por eso abunda el silencio, ya no sobre cómo votará cada senador en el recinto sino sobre cómo lo harán en la Comisión de Acuerdos. Eso les permite seguir hablando a varias bandas.

En bambalinas, pero sin participar de conversaciones formales y solo con contactos bilaterales, se mueve Eduardo “Wado” de Pedro, único agente del que nadie dudaría que tiene mandato de Cristina Kirchner. La expresidenta sigue atenta los vaivenes y no cierra puertas, salvo para objetar a García-Mansilla si el Gobierno insiste con sostener a solo dos postulantes y no avanzar hacia una ampliación de la Corte.

La máxima oficialista “los dos o ninguno” es todavía una traba, aun cuando ofrezca otras salidas benéficas para el kirchnerismo, como la designación de jueces federales amigos o discutir la nominación del Procurador y el Defensor General, cargos en los que el kirchnerismo quiere imponer a propios. La desconfianza se interpone.

En ese estancamiento asoma la bancada radical, que ensaya una jugada para no queda mal con nadie. Tanto con sus bases que rechazan tanto a Lijo como a García-Mansilla, como (muy especialmente) con el juez, a quien los senadores que no le deben algún favor le temen para votar en su contra.

En voz baja anuncian (o expresan su deseo) de que todo se destrabará con un acuerdo para ampliar la Corte con la expectativa (baja) de ser parte de la negociación. Saben que los protagonistas serán el oficialismo y el perokirchnerismo, que con sus 33 senadores tiene la llave para acercarse a los dos tercios de los votos de los presentes en la sesión necesarios para aprobar los pliegos.

El peor escenario para los temerosos institucionalistas de la UCR sería que finalmente el Gobierno, ante la decisiva presión peronista, bajara a García-Mansilla, y dejara a Lijo junto con un o una postulante impulsada con la venia de Cristina Kirchner.

Por eso evalúan un atajo para no votar contra Lijo ni asumir de hecho una ominosa debilidad. “Podemos no bajar al recinto y facilitar que lleguen a los dos tercios entre libertarios, peronistas, provinciales y un par de macristas que no seguirían la orden de Macri de rechazar el pliego de Lijo”, explica un senador de la UCR que hace cuentas y delinea estrategias como experto en TEG.

Entre tanto, las incipientes conversaciones por la Corte habilitan otros diálogos, postulaciones y autopostulaciones por otros cargos que tendrían consecuencias inmediatas en la Justicia. La vacante de Procurador General moviliza nombres y gestiones para ser tenidos en cuenta por oficialistas y kirchneristas.

Ahí aparecen figuras que hace poco eran bochados sin derecho a repechaje por Cristina Kirchner, pero que ahora contarían con argumentos o relaciones para ser atendidos.

Uno es el camarista Mariano Borinsky, a quien el kirchnerismo tuvo en la mira, acusándolo de haber compartido courts (entre otras cosas) con Mauricio Macri, durante la Presidencia de este, cuando avanzaban causas contra “la jefa”, que son las únicas que cuentan. Borinsky es uno de los tres jueces que debe revisar la condena de la expresidenta en la causa de Vialidad.

Otro aspirante es el procurador general de la ciudad de Buenos Aires, Juan Bautista Mahiques, cuyo nombre y apellido eran impronunciables hasta no hace mucho en el Instituto Patria, pero que algún gestor de notable oficio para atravesar fronteras ha logrado que algunos se animen a deletrearlo. La llave del paraíso todavía no fue probada. Solo hubo tanteos. Quien puede abrirle una chance a Mahiques es su exconvecino de Mercedes, Wado de Pedro, rebautizado ahora San Pedro.

El kirchnerismo cuenta con candidatos más fieles, pero no serían digeribles para el Gobierno. Por eso miran más CV, inclusive de mujeres para aportar hoy la cuota de género a la Corte. Aunque ya el ministro de Justicia, en línea con Milei, dijo que esa no es una condición a considerar. También dijo cosas peores.

Así las cosas, el destino del máximo tribunal (y algo más) parece condenado a definirse en los tira y aflojes o las negociaciones entre mileístas y kirchneristas. Si se destraba, la Corte de los milagros libertario-peronista no será una figura retórica. Será la realidad de la república mileísta.

 

 

* Para La Nación

Ilustración: Alfredo Sábat