Javier Milei y Cristina Kirchner, en un juego de dos
Pocas cosas estaban más anunciadas que la confirmación de la condena por corrupción contra Cristina Kirchner. Sin embargo, debía concretarse para que se activara una nueva dinámica en el panorama político, que no será inocua, ni dejará la escena como estaba 24 horas antes.
Acaba de suceder y confirma que ninguna previsión alcanza para dimensionar el impacto y el efecto que puede tener un hecho hasta que no ocurre y se convierte en un acontecimiento. Así Gabriel García Márquez construyó una de las novelas cuyo título se ha convertido en el lugar común más transitado por el periodismo.
La primera evidencia que se verifica ahora es que la expresidenta condenada vuelve a ser la protagonista excluyente, a título individual, de todo lo que está más allá de la fuerza de atracción del oficialismo y vuelve a obturar a otros emergentes. Y lo es tanto por lo que ha construido, representó y sigue representando para sus fieles y sus adversarios, como por lo que el oficialismo ha hecho y hace para que eso siga ocurriendo.
Dos escenas conforman el díptico que refleja esa realidad. Por un lado, Cristina Kirchner se muestra en plena vigencia política: refuerza las recorridas por barrios populares del conurbano bonaerense, aparece (tras la lectura del fallo en su contra) para escenificar un apoyo de sus fieles (aunque no fuera, precisamente, una pueblada), se apresta a asumir al frente del PJ y está a punto de empezar visitas al interior del país para construir la imagen de que su liderazgo es nacional y no solo bonaerense. Como lo es, en realidad. Nada que ya no estuviera ensayado para cuando este momento llegara.
Del otro lado, aparece el Gobierno dispuesto a sostener la centralidad cristinista y refuerza su victimización. No le bastó a Javier Milei con aplaudir el fallo y tratar de apropiarse de una parte de esa decisión, al afirmar que fue posible porque su Gobierno no se entromete en la Justicia. Como si Cristina Kirchner no hubiera sido juzgada en primera instancia aún antes de que él fuera el candidato presidencial favorito.
El Gobierno decidió ir por más con la efectista decisión de disponer el quite de la jubilación y la pensión de privilegio que cobra la expresidenta. Aún a sabiendas de la incierta aplicabilidad de esa medida y de que lo más probable termine en una judicialización con resultado dudoso, pero consciente del rechazo que esos beneficios provocan en la mayoría de la sociedad.
Aquí aparece una de las preguntas más relevantes para tratar de descifrar cuál es el juego que han decidido jugar y están jugando Milei y su gurú Santiago Caputo con Cristina Kirchner: ¿es uno de los últimos clavos al ataúd kirchnerista, como dijo el Presidente que se proponía hacer, o es un aporte a la victimización para sostenerla (en su retroceso) como la principal rival política?
Tal vez, la interpretación de un excristinista que hoy está cerca de Axel Kicillof no esté errada: “Milei reinstala que Cristina no solo fue corrupta, sino que le sigue robando al Estado con su jubilación de privilegio. Así, refuerza el apoyo a él de los antikirchneristas (furiosos y dudosos). Pero, al mismo tiempo, frena una renovación, al cristalizar el respaldo a ella, ya que ningún peronista puede decir que no es otro gesto de crueldad y persecución política y personal”. Un canto al statu quo.
En el macrismo y el radicalismo dicen algo similar, aunque desde otra perspectiva: “El Gobierno le hace el juego a Cristina para quedar ellos solos. O estamos con ellos o somos cristinistas”. En la misma línea, un peronista no kirchnerista sostiene: “Es una forma de polarizar con alguien debilitado y, al mismo tiempo, impedir que se forme una coalición antimileísta. Mientras Cristina esté en pie es impensable construir un cinturón republicano”.
No parece estar equivocado: la supervivencia de un kirchnerismo debilitado y la fragmentación del resto de los no mileístas es el objetivo de máxima del oficialismo. En la fragilidad ajena está su fortaleza. A todo admirador de la Roma imperial, como se dice Caputo el joven, le fascina la máxima “divide et impera”.
El razonamiento se completa con la especulación de que “el mileísmo busca forzar una candidatura de la expresidenta, pero más debilitada, con la premisa de que si es derrotada por el oficialismo en la provincia de Buenos Aires se termina el kirchnerismo, se parte el peronismo y él se queda con todo”. Paso a paso. Esa es la estrategia que desde el peronismo y algunos observadores imparciales interpretan que está en marcha.
Se trataría del proceso inverso al vivido en 2019. Sería el último capítulo de la sobrevida que el fracaso de la gestión económica de Mauricio Macri le dio al kirchnerismo para terminar ahora arrollándolo.
“Hay que mantenerlo con respiración asistida. No le quitamos el respirador, pero tampoco lo ponemos en proceso de rehabilitación para que siga su curso inexorable” es el razonamiento que guía la estrategia oficialista. No se le puede negar un grado de sofisticación mayor en la construcción que la mostrada en sus inicios, así como tampoco se puede decir que no siga el patrón de audacia y toma de riesgos que ha caracterizado a la construcción libertaria.
Cuando se indaga en el seno del peronismo no cristinista se advierten las consecuencias que tienen tanto la condena como la quita de la jubilación. Las dos novedades han generado un efecto movilizador y aglutinador para los kirchneristas (cristinistas o no). Y un efecto paralizante para los que habían empezado a ilusionarse con el poscristinismo y, sobre todo, con ponerle coto al camporismo, como se había proyectado con la presentación de la fallida lista opositora para presidir el PJ.
“No es momento de sacar los pies del plato. Hay que estar ahí, aunque sea con cierta distancia, como hizo Axel [Kicillof] que expresó su solidaridad con ella y rechazó la condena, pero no fue al [Instituto] Patria para ponerse a su lado”, dice una fuente cercana al bonaerense.
El gobernador radical-kirchnerista de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, que ha hecho de su ambivalencia, capaz de pendular entre el fanatismo y la traición, vivirá pasado mañana en carne propia esta nueva realidad y tratará de sacarle provecho (como es habitual). Después de algunos gestos antiverticalistas expresados por sus legisladores nacionales en el Congreso, recibirá con honores a la flamante condenada.
En medio de todas estas novedades, asoma el probable tratamiento del proyecto de la ley de “ficha limpia”, que para muchos tiene el nombre de la expresidenta, y cuyo propósito es impedir que puedan presentarse como candidatos a cargos electivos quienes tengan una condena confirmada en segunda instancia, aún sin sentencia definitiva.
La discusión jurídica acerca de si puede ser retroactiva o no para aplicársela a Cristina, que desde anteayer ya reúne esa condición limitante, podría resultar ociosa. Los principales impulsores de la iniciativa dan casi por hecho que si bien sería aprobada por Diputados no tendría los votos en el Senado.
De todas maneras, aunque todo parece indicar que una postulación de la expresidenta el año próximo es inevitable, nadie se anima a pronosticarla sin alguna prevención.
El gobierno de Javier Milei da de baja las jubilaciones de privilegio de Cristina Kirchner
“Cristina es una gran generadora de certezas para producir nuevas incertidumbres. Por eso, es muy probable que mientras todos pensamos que es imposible que no se presente, ella decida hacer lo contrario. En ese caso, va imponer a La Cámpora, que es lo que quiere para que en 2027 puedan tener un candidato a Presidente instalado. Y ese sería hoy Wado [De Pedro]”, dice alguien que ha pasado suficientes horas a su lado.
Eso último explicaría la distancia tomada por Kicillof, quien aspira a esa candidatura. También refuerza la mordaz opinión de sus detractores que dicen que siempre eligió mal a sus candidatos. La lista, que empieza con Boudou y termina con Alberto Fernández, es larga.
De todas maneras, se sabe que mira mucho las encuestas que miden su imagen y su intención de voto. “Ella se lanzó a caminar y a preparar la toma del PJ fue después de comprobar que nadie medía más que ella, sobre todo en la provincia de Buenos Aires, donde, según sus números, tiene casi 38% de intención de voto”, dice una fuente kirchnerista.
En esta funcionalidad tóxica que Milei y Cristina Kirchner comparten y los enfrenta a también hay resquicio para transitar, mientras tanto, por un camino de conveniencias mutuas que conduce a la Corte Suprema, donde seguramente terminará la condena para ser revisada.
La actual composición del tribunal, a cuya mayoría el kirchnerismo le inició un juicio político, no es un horizonte, precisamente, confortable para Cristina Kirchner. Por eso, en el Gobierno se ilusionan con reanudar, desde un lugar más ventajoso, las negociaciones interrumpidas entre De Pedro y el gurú Caputo para lograr los votos en el Senado que permitan designar allí al polémico juez Ariel Lijo y al catedrático conservador Manuel García Mansilla, resistido por el kirchnerismo.
“Nosotros seguimos hablando con otros sectores del peronismo, después de que se congeló el diálogo con el kirchnerismo. Estamos corriendo para obtener los votos sin los kirchneristas puros antes del receso del Congreso. Si no, evaluaremos opciones”, dice uno de los hombres que mejor conoce a Caputo. Y agrega que no se imagina “que se reabra la negociación” Pero no la descarta.
Cuando el triángulo ferretero habla de “opciones” busca dejar abierta la posibilidad (o, mejor dicho, la amenaza) de nombrar a los dos jueces en “comisión” durante el receso legislativo. A pesar del desprecio que el trío profesa por el macrismo, se proponen repetir la táctica con la que Mauricio Macri forzó en 2016 la aprobación de los pliegos de Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti.
En el kirchnerismo ahora no parecen verlo tan mal y podrían, una vez más, allanarle el camino a Lijo y hasta tolerar a García Mansilla si logran el compromiso de ampliar la Corte y sumar a una mujer cercana.
“Cristina y Milei tienen dos cosas en común: quieren poner a Lijo y ampliar la Corte. Hay que encontrar la diagonal que los acerque. Además, coinciden en los que consideran enemigos para sus propósitos: el macrismo y los principales medios de comunicación”, dice una fuente que habla con el núcleo duro del kirchnerismo y con el juez federal. Las cinco carillas del mensaje de Cristina Kirchner antes de la ratificación de la condena avalan la interpretación.
“Ariel está cada vez más convencido de que va a ser juez de la Corte”, dice un dirigente de trato habitual con el magistrado. Con él coinciden funcionarios del actual Gobierno y algunos representantes del empresariado y el sindicalismo que frecuenta al cuestionado magistrado.
Al Gobierno no parece incomodarlo la contradicción que encontraría su flamante narrativa contra la corrupción si llegara a un acuerdo con el kirchnerismo para nombrar a Lijo en la Corte, que es la personificación de todas las castas y, para muchos, un garante de impunidades.
Los estrategas mileístas están convencidos de que operan con un escudo absolutorio que es, además de la amplia tolerancia popular, la celebración de la condena a Cristina Kirchner, así como el retiro de la jubilación y la pensión de privilegio a ella y al ex vicepresidente Amado Boudou (de la que acaba de darse cuenta casi un año después de acceder al Gobierno). Del otro lado, como se sabe, la expresidenta es inmune a las contradicciones.
Mientras tanto, el Presidente y la expresidenta son las figuras excluyentes de un juego que se disputa en varios tableros. Y ahí predominan las creencias y las emociones antes que las pruebas y las razones. Los dos lo saben mejor que nadie.
* Para La Nación
Ilustración: Alfredo Sábat