RAFAELA R24N

Cada día más personas duermen en las calles de Rafaela

Lo que hasta hace un tiempo parecía imposible, hoy es moneda corriente en Rafaela. La creciente visibilidad de la homelessidad ha transformado la realidad urbana, haciendo que cada vez más personas en situación de calle duerman y pasen las noches al aire libre. Esta tendencia, que antes se relacionaba casi exclusivamente con grandes ciudades, como Buenos Aires o Córdoba, ha comenzado a hacer eco en ciudades más pequeñas, donde los problemas sociales que suelen estar ocultos han surgido con urgencia.
Los escenarios de esta nueva realidad son diversos. Algunos de quienes no tienen un hogar encuentran refugio en los bancos de las plazas o en los portales de los comercios. Otros optan por rincones más aislados, donde esperan encontrar un poco más de calma y resguardo del frío y la lluvia, cada vez más frecuentes en esta época del año. Esta búsqueda de refugio, casi primitiva, revela una lucha diaria por la supervivencia en un entorno que, a menudo, les ignora.
Al caminar por la calle San Lorenzo o la calle Belgrano, dos de las arterias más transitadas del centro de la ciudad, es inevitable notar la presencia de estas personas. La situación es compleja y multifacética; las razones que han llevado a estas personas a esta realidad son diversas y abarcan desde crisis económicas, problemas de salud mental, hasta la falta de redes familiares o de apoyo social. Muchos de ellos comparten historias que reflejan el quiebre de un sistema que no logra brindarles el apoyo necesario.

Mientras tanto, la comunidad se enfrenta a la difícil tarea de equilibrar la empatía con la preocupación por la seguridad en el espacio público. El desafío está en encontrar formas de atender y acompañar a quienes han sido marginados, sin dejar de lado la necesidad de garantizar un entorno urbano seguro y accesible para todos.

En este contexto, la situación en Rafaela no es un fenómeno aislado, sino parte de una tendencia que se vive en muchas ciudades del país y del mundo. A medida que la crisis se profundiza, la necesidad de un diálogo abierto y constructivo que promueva soluciones efectivas se vuelve más urgente que nunca. La pregunta que queda es: ¿cómo podemos, como sociedad, enfrentar esta problemática de manera digna y humana, garantizando el respeto y los derechos de todos sus miembros?