La "maldición de los vicepresidentes" resurge en la política argentina
Por Juan de los Palotes
Analistas políticos, independientemente de su postura hacia el gobierno de Javier Milei, han reavivado el debate sobre la denominada "maldición de los vicepresidentes". Aunque el tema no figuraba entre las prioridades del agenda política, los recientes acontecimientos han impulsado la discusión hacia una posible reforma que podría abordar la relevancia de esta figura en el gobierno.
Críticos señalan que los vicepresidentes a menudo no han contribuido a la gobernabilidad de los presidentes electos. Las opiniones se dividen en dos patrones: algunos los consideran meros actores secundarios o, en casos más extremos, protagonistas de crisis políticas que amenazan la estabilidad del Ejecutivo.
La controversia más reciente involucra a Victoria Villarruel, quien ha generado tensiones en la gestión de Milei desde su elección como vicepresidenta. Este conflicto abre la puerta a reflexionar sobre reformas necesarias en un puesto que, aunque no siempre problemático, ha mostrado escasez de aportes significativos a la gobernabilidad.
La historia reciente de Argentina muestra que esta "maldición" no es nueva. Desde el regreso a la democracia en 1983, la dualidad de los vicepresidentes ha sido problemática. Por ejemplo, Víctor Martínez, vicepresidente de Raúl Alfonsín, no mostró una participación activa y prefirió renunciar si surgieran crisis mayores, lo que nunca ocurrió.
En contraste, Eduardo Duhalde, quien acompañó a Carlos Menem, fue fundamental durante la crisis de 2001, aunque nunca logró ocupar la presidencia como esperaba. Esto lo llevó a apoyar a Néstor Kirchner en 2003, frustrando los planes de Menem de un tercer mandato.
En 1999, la crisis entre Fernando de la Rúa y su vicepresidente Carlos "Chacho" Álvarez se intensificó con la renuncia de este último, antes del colapso del gobierno en 2001. La salida de ambos dejó marcada la relación entre los vicepresidentes y la figura presidencial.
Néstor Kirchner, consciente de estos antecedentes, adoptó un enfoque diferente con Daniel Scioli al limitar su poder, lo que llevó a una relación tensa. La historia se repitió con Cristina Fernández de Kirchner, quien eligió a Julio Cobos, pero enfrentó un cisma cuando Cobos se opuso a un proyecto oficial en el Senado.
Tras la muerte de Néstor, Cristina optó por Amado Boudou, otra figura controlada que luego enfrentó problemas legales. La fórmula de Gabriela Michetti y Mauricio Macri mostró lealtad, pero careció de influencia sustancial.
En el mandato de Alberto Fernández, la lucha de poder con Cristina Kirchner llevó a una gestión criticada por ambos sectores políticos, dejando un legado de conflicto en el seno del Ejecutivo. Aún sin incidentes extremos, la historia de los vicepresidentes refleja tensiones permanentes que amenazan la estabilidad del gobierno.
Villarruel y Milei, en este nuevo capítulo, traen consigo dinámicas inéditas, con un vicepresidente que actúa en oposición al presidente. Este desarrollo podría ser un indicativo de un cambio en la relación entre ambas figuras, pero también recuerda que los conflictos entre ellos son un fenómeno recurrente en la política nacional.